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Siempre tuve momentos de debilidad con el tema de mi padre, pero saber que Adler me tenía el mismo apodo sin saberlo me rompió el corazón, es decir, no me molestaba, pero me hacía querer llorar.

Ya habían pasado algunas semanas después de eso.

Recuperó su camión y el mío se vendió con éxito, el de él también.

En unos días sería el baile de máscaras, eso me tenía muy emocionada pues el vestido ya estaba en mis mano y era como lo había pedido exactamente.

Estaba muy feliz y emocionada, quería ver la cara que pondría Adler al verme en ese vestido.

Estuve leyendo e investigando sobre Hunter, y descubrí dos cosas:

1. Ya había fallecido
2. Tenía un lazo muy importante con mi padre, pero aún no descubría quien.

Mamá me dijo que ni siquiera sabía si papá tenía hermanos, pues jamás quiso hablar de ese tema y ella lo respetó. Así que no tengo mucha información de Hunter.

Ah, y que era el padre de Adler.

Adler

Miré fríamente al estúpido de Dimitri.

-¿Me estás diciendo que pusiste a los Morningstar en la última mesa?- Siseé.

-Sí señor, esa fue la orden de usted hace 3 meses, justamente cuando se empezaron los preparativos.

-Yo no dije eso.

-¿Qué hago entonces?- Preguntó, mirando el iPad en sus manos

-Ponlos en mi mesa, cambia a los Ivanov a la mesa 4 y Los italianos conmigo.- Dije al pasar por su lado.

Los empleados corrían con las sillas y mesas, decoraciones para que todo estuviera perfecto.
La pista de baile estaba en el salón a un lado de donde sería la cena.

-2 horas!- Gritaron para apurarlos.

Me di la vuelta y subí por las escaleras de la entrada.

La entrada era un pasillo donde habían retratos familiares y al pasar las dos cortinas rojas habían dos escaleras a cada lado, un pequeño balcón en el centro le dividía y desde ahí podías ver todo y podías hacer presentaciones.

Bajé rápidamente la escalera y me metí a los pasillos que daban al segundo piso y después al tercero, donde estaban las habitaciones; me encerré en la mía.

Me di una ducha larga, el agua caliente quemando mi piel y apreté los ojos cuando apoyé las manos a mis lados.

Recordé lo que me dijo mi padre antes de morir:

"Los Morningstar son más cercanos a ti de lo que crees, mantenlos cerca y no los dejes ir"

No entendía eso, jamás lo entendí, bueno sí lo hice, pero aún no llegamos a esa parte del libro.

El caso es que tenía que descubrir que era, por eso acepté los tratos, pero la hija mayor se interpuso en mi camino jodiendo todos mis planes, y ahora, había vuelto a hacer los bailes solo para follármela con el maldito antifaz.

Pathetic

Envolví una toalla en mi cadera y salí del baño, en mi cama reposaba un traje negro y una camisa roja vino junto a un antifaz rojo con algunos detalles del mismo tono.

A todos los invitados se les envió una máscara negra, para las mujeres tenían 3 plumas negras en el centro con detalles dorados a los bordes, y a los hombres eran negras y también con detalles en los bordes dorados.

A los invitados especiales se les envió una máscara de diferente diseño y color, la única que mandé a hacer yo fue la de Arlette.

A los que no se les envió máscara fue para que llevaran la que quisieran, también eran invitados especiales.

Me vestí rápidamente y me puse frente al espejo para ponerme el antifaz, arreglé mi cabello y la puerta se abrió.

-Señor, ya empezaron a llegar los invitados.

Asentí lentamente.

-Bajo en un rato.

Asintió antes de salir y me miré por última vez antes de guardar una glock en mi espalda baja.

Miré la ventana abierta y fruncí el ceño, jamás se abría por el frío, me acerqué lentamente y miré el bosque nevado, no había nadie hasta que en la nieve vi algo escrito:

Cuida a tu puta

Solté un resoplido y cerré la ventana de un golpe, salí de mala gana y me posé en la entrada, saludando a quienes venían.

Era una fiesta de máscaras por eso mismo, habían cientos de criminales, políticos corruptos, más gente de la mafia y los socios de mis burdeles.

La tarde cayó y bajé a mi mesa a tomar un trago, cada que alguien llegaba las campanas sonaban y bajaban hasta unirse a la fiesta.

Las campanas sonaron y miré rápidamente, Isla y Dexter Morningstar venían bajando las escaleras, ambos de negro como casi todo el lugar.

Al buscar sus lugares me dieron un leve saludo antes de sentarse e irse a conversar.

Las puertas estaban a segundos de cerrarse cuando las campanas volvieron a sonar, y solo podía ser una persona.

Arlette.

Apareció en mi vista y se quedó en el pequeño balcón admirando todo, su mirada azulada se encontró con la mía y esbozó una sonrisa.

Lucía como a diosa que era, demostrándome una vez más el porqué de mi locura por ella.

Todas las miradas se posaron en ella al ser la única vestida de rojo, el vestido era enorme, el corset le realzaba los pechos y las plumas del antifaz hacía lucir su mirada más feroz.

En cada entrada había seguridad con metralletas por orden mías y lo notó.

Caminaba lentamente hasta que se detuvo frente a mi.

-Bienvenida, señorita Morningstar.- Murmuré.

Tomé su mano y dejé un beso en el dorso de esta.

-Gracias por la invitación, Señor Zhukov.

Su voz era lenta y coqueta, mandando todo a mi entrepierna.

-¿Cree que impresionó al anfitrión?

Ella paseó la mirada por todos antes de poner sus ojos en los míos.

Sus ojos fríos y calculadores miraron los míos sádicos y locos por ella.

-Ya lo creo.

-¿Ah sí? Y de dónde viene toda esa confianza.- Pregunté en su oído.

Su cabello iba suelto y lo hice a un lado ligeramente.

-De donde cree, ¿gusta que se la muestre?

-No me vendría mal. Así que caminarás a tu derecha y te meterás esa habitación, cuando entre quiero verte desnuda y con las piernas abiertas para tu dueño, muñeca.

-Qué descarado es usted.

-Me han dicho cosas peores, ahora siga la orden.

Me alejé de ella y relamió sus labios -pintados de rojo- y se dio la vuelta.

Sentí una mirada a mis espaldas y volteé, encontré a un sujeto mirándome. Me acerqué a uno de mis verdugos y me miró.

-No quiero ningún escándalo, lo dejas en los calabozos hasta que yo regrese. No quiero a nadie en el pasillo.- Advertí y asintió.

Seguí mi camino y miré al sujeto una última vez antes de caminar por el pasillo y sentir un golpe en la nuca que me desmayó.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora