XXIII

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XXIII

Me giré y me volví a poner los tacones de aguja, me limpie las mejillas y empecé a caminar a dónde estaba el sujeto, miré mis pies y tropecé, pegué un chillido y me logró atrapar, mi cabello me tapó el rostro y sonreí.

-Oh dios, que pena. Una disculpa.- Murmuré estresada.

-No se preocupe Señorita, los accidentes pasan.- Me dijo y me dio una leve sonrisa.

-¿Oliver?- Fingí reconocerlo.

-¿Nos conocemos?- Dudó.

Asentí, poniendo un mechón detrás de mi oreja.

-Sí, en la Gala de hace 3 años en Múnich.- Mentí.

-Ah claro, Arlette.- Añadió.

Asentí y le di una gran sonrisa antes de mirar la entrada, aún no entraba nadie.

-¿Y qué hace aquí?- Pregunté.

Acomodó su abrigo y miró a sus lados.

-Mi pareja vive aquí, la estoy esperando.

-Los hombres que buscan a sus parejas son aún muy románticos, eso es lindo. Seguro le agrada la sorpresa.

-Si, seguro le agrada. Tuvimos una pequeña pelea y pues..- Hizo una fina línea con los labios y asentí, entendiendo al ver las flores en su mano.

Tenía todo preparado!

-Suerte!- Alcé mis pulgares al ver a la chica de cabello rojo entrar.

-Bueno, me tengo que ir. Fue un gusto hablar contigo, a ver si un día nos juntamos a tomar café y nos ponemos al día.- Dije tratando de sonar desinteresada al ver el reloj.

-¿Te vas tan pronto?- Preguntó por lo bajo.

-Sí, saldré a cenar y ya sabes, tengo que arreglarme para mi chico.- Usé un tono pícaro y añadí un guiño.

Abrió la boca y rio.

-Ya veo.- Murmuró.

-Hasta luego.

Me dio un asentimiento de cabeza y me di la vuelta, alcancé a subirme al ascensor y antes de que las puertas se cerraran vi como habló por teléfono y entraban más hombres.

-De parte del señor Zhukov.- La chica me entregó un teléfono con una línea abierta.

Lo llevé a mi oreja.

-Perfecto muñeca, ahora dirígete a la azotea.

-Varios hombres entraron cuando me subí.

-Lo sé.

-¿No piensas hacer algo al respecto?

-Dedicate a hacer caso a las órdenes y te daré un premio.

-El premio mayor soy yo, ruso.

-Entonces la suerte está de mi lado, italiana.

Colgó y las puertas se abrieron, corrí a la azotea y abrí la puerta.

La ráfaga de aire levantó mi cabello y miré al jodido helicóptero que estaba sobrevolando por la zona, corrí a la orilla del edificio y en otra circunstancia hubiera admirado la vista, era hermosa.

-Arlette!

Me giré cuando la puerta se abrió y Oliver apareció con hombres detrás y todos llenos de armas.

El helicóptero se acercaba más a mi y jadeé.

-Ven aquí puta italiana, te necesitamos y si das un paso más te vamos a matar!- Gritó.

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