XXVII

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XXVII

Arlette

April llevaba 3 días dispuestos a joderme la vida.

-¿No te faltó operarte las tetas también?- Se burló.

-No, esas son naturales. Lo que me operé fue la nariz, ¿a que quedó linda?- La reté.

-Está horrible.

-Yo pienso que es hermosa y se adecua a su rostro.- Murmuró Adler, pegándome un susto cuando habló.

April puso una sonrisa linda en su rostro y Adler...la ignoró por estar mirando el escote de mi vestido.

-Adler!- Chilló ella, "riendo".

Adler respondió una llamada de su móvil y me iba a ir hasta que me tomó del brazo y empezó a caminar conmigo, quise soltarme pero su agarre se hizo más fuerte y solté un quejido.

-Me duele.- Murmuré.

-Trae eso hoy, lo necesito para mañana.- Dijo antes de colgar.

Me metió a una habitación enorme y abrí la boca, sorprendida.

-Escoge uno.- Dijo seco, soltando mi mano.

Habían dos filas con 17 maniquíes en cada una, y todos con un vestido.

Habían rojos, negros y blancos. De encaje, lisos, largos y abiertos, con escotes y retoques.

-¿De verdad puedo escoger cualquiera?

-Escoge uno.- Repitió.

Empecé a pasar por cada uno, tocando la tela y mirando su forma, al final tomé 3, uno de cada color.

-Pruébatelos y me los muestras.- Murmuró mirando su móvil.

Me señaló una cortina de tul blanco y me metí, todo era espejo y podía verme de cualquier ángulo.

Primero me puse el rojo:

Largo, con un escote en la pierna hasta la cadera, de tirantes y con algunos detalles.

Salí y se lo mostré.

-El otro.

Al regresar me puse el negro:

Se adhería como una segunda piel a mi cuerpo, de seda y el escote hasta el ombligo era divino.

Salí y de nuevo se lo mostré.

-El otro.

Me puse el blanco:

Era largo y de seda pero no tan pegado, tenía los tirantes en los hombros y quedaba como un listón entre mis hombros y el escote, los guantes que traía lo hacía lucir mejor y sonreí antes de salir.

Su brazo descansada detrás de su cabeza y cuando me miró las pupilas se le dilataron.

-Este me gusta.

-Se te ve bien.- Dijo.

-¿Solo bien?- Dudé.

-Como la puta madre, ven cariño.- Palmeó su pierna.

Caminé sintiendo su mirada sobre mi hasta estar frente a él, sus manos me tomaron por la cadera y se levantó, reluciendo su altura.

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