XXIV

201 15 3
                                    

XXIV

-Adler suéltame!- Chillé.

-Cállate y camina.- Siseó sin soltarme del brazo.

Al llegar a Rusia me puso un abrigo y me bajó a mala gana, ahora estábamos en su casa y me llevaba a no sé donde y a la fuerza, encima.

-Deja de moverte! Eres el puto punto rojo y estás en mi casa, así que si lo saben todos se me vendrán encima.- Siseó.

Mordí mi labio para no llorar por su tono.

-¿No qué tú podías con todos?- Me burlé.

-Y puedo. Simplemente no me interesa acabar todos mis contactos por una chica, y menos por ti.- Murmuró.

Tengo que admitir que mi corazón se rompió un poquito, pero no se lo hice saber y alcé el mentón.

Su casa era enorme, linda y moderna, claramente a su gusto, la paleta de colores iba de blanco a negro y los cuadros eran lindos.

Entramos a su despacho y sentó en la silla de cuero, me senté en la silla de enfrente y suspiró.

-Es riesgoso que no estés asegurada.

-Lo sé.

-Voy a hacer una gala benéfica, vendrán todos, incluyendo tu madre, no podrá rechazar la invitación porque la enviaré a la pirámide -suspiró y siguió.- Pero, tú también estarás ahí...

-¿Y qué haremos para que no me toquen un pelo siquiera?- Miré sus ojos y detonaron seguridad, eso me calmó.

-Por eso mismo irás de mi brazo.

-Eso no garantiza nada y podrán matarme.

Dio una vuelta en su silla y me miró serio, el traje azul oscuro lo hacía lucir sexy.

-Habrá una sorpresa, voy a elegir a mi esposa.

Me quedé seria y callada, ¿Quién será la afortunada?

Miré mis manos, finas y largas, por un momento me imaginé que pasaría si fuera yo la que portara ese anillo, que pasaría si me convirtiera en su esposa y ser la esposa del Vor de la mafia rusa, ¿sería respetada? ¿temida?

-Okey.- Murmuré por lo bajo, como si no quisiera que mi corazón lo escuchase y se rompiera más.

Él no te quiere.

Él solo está contigo porque follan.

Mi mente repetía esas 2 frases, poniéndome a pensar, tenían razón. Yo no era nada más que su juguete por ahora, y cuando se aburriera, me dejaría de lado y buscaría a alguien más linda que yo.

-Será el 25 de septiembre, en dos días, o sea, el sábado.- Añadió y asentí.

-¿Y mientras tengo que quedarme aquí? -la rabia entró en mi- ¿Tengo que quedarme a ver como escoges a tu maldita esposa?

-Sí.

-Pero...

-¿O quieres irte y correr peligro? Tú decides.- Se burló.

Lo maté con la mirada y me levanté.

-¿No te parece que soy yo la que merece ese anillo?- Pregunté furiosa.

Hizo una mueca divertida y ladeó la cabeza.

-¿Ah sí? Entonces dime por qué.

Tomé aire.

-Dejé a mi familia de lado para follar contigo, perdí mi puesto por lo mismo, corro más peligro contigo y aparte mi madre me odia.

-Mmm, no me interesa, yo no te lo pedí.- Su jodido tono era molesto.

-Eres un idiota!- Escupí al mismo tiempo que pateaba el escritorio.

Algunos papeles se cayeron y se levantó molesto, su respiración pesada me lo hizo saber.

-Cállate y lárgate.

-No Alder, no quiero largarme! No puedes huir cada que te enojes!- Grité.

Empezó a caminar hacia mi y un temor me recorrió, di un paso atrás y atrás hasta que me acorraló contra la esquina del despacho.

-Adler, aléjate.

-No Arlette, dices que solo tú corres peligro pero no sabes que yo también -su mano subió a mi cuello y apreté los ojos.- Me pueden matar por protegerte, pueden traicionarme porque a nadie en Rusia le agradas, tu madre tiene más alianzas con Japón y ellos me detestan, así que no te victimices.

Tragué saliva y asentí.

-Sí,sí...Ya entendí, ahora suéltame, por favor.

-Cállate.

Su mano apretó mi mandíbula y jadeé, estaba asustada, se veía malo y grosero, como si quisiera matarme.

Yo ya no era la mujer fuerte y con carácter, nunca lo fui, simplemente tenía poder y eso me hacía creer que era fuerte. Ahora, era la damisela en apuros, una que tenían que ayudar para que no la mataran.

-Te vas a largar de mi vista y no quiero verte a menos que te lo pida, ¿oíste, Arlette?

-Sí!

Me soltó y salí corriendo prácticamente de ahí, me fui a la habitación que me había asignado, era grande y blanca, con una cama en el centro y un tocador en frente, el closet y un baño.

Me metí en el baño, la oscuridad inundando todo, no encendí la luz y me iluminé con la luz de la luna que entraba por la enorme ventana, me quité la ropa y me metí a la ducha, abrí el agua caliente, casi hirviendo y lo solté.

Solté todas mis lagrimas en la penumbra, lloré hasta que mis ojos ardieron y la piel se me arrugaba debido al agua. Yo no quería dejar a mi madre ni a Dexter, mucho menos mi puesto y mi casa.

Pero toda causa tiene una consecuencia, y mi consecuencia fue perderlo todo.

Dejarme llevar por lo prohibido no fue la mejor opción, tampoco una buena decisión.

Adler no me quería y eso me hacía querer gritarle y llorar, pero haciendo eso no ganaría nada, perdería orgullo, dignidad y a él no le importaría.

Lo odio.

Me callé cuando la puerta se abrió, aguantando los hipidos y los temblores en mi cuerpo sentí como me levantaba y me abrazaba, su olor era único, no me importaba que estuviera mal, yo lo quería a él y ya. Con todo y sus defectos.

-Arlette.

-¿Qué?

-Я люблю тебя, русская кукла.

-No sé que dijiste.

-No necesitas saberlo, muñeca.

-¿Me vas a salvar?

-Siempre. Ya te lo dije.

Seguí llorando contra su pecho y un tiempo después cerró la llave del agua, me cargó y me llevó con él a la cama, lo miré y sus ojos azules me admiraron antes de besarme.

Jadeé cuando su mano acunó uno de mis pechos y cerré los ojos, disfrutando del placer que me proporcionaba.

Sí, definitivamente este hombre me volvería loca.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora