XXI

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XXI

Adler

Sus labios eran tranquilidad.

Era adicto a ella y al jodido coño, y como no si lo traía como una puta virginal.

No me importó saber lo que sabíamos cuando me lancé a sus besos y ella me recibió, era un beso desesperado y frenético, como si me estuviera diciendo adiós.

Como si fuera un último beso de nosotros dos.

Pasé mis manos por su cuerpo y ella suspiró, su labial rojo estaba corrido y por suerte el ático estaba vacío.

La pegué a la pared y la seguí besando mientras le quitaba la falda la cual tiré a un lado e hice lo mismo con su blusa.

-Déjate los tacones.- Ordené y ella mordió su labio,

Pasé la lengua por sus pezones rosados y suaves, los raspé con mis dientes ligeramente y después hice varios chupones en sus pechos, dejándole claro que a pesar de que me iría, ella era mía.

Me quitó la camisa y pasó la mano por mi pecho hasta meter la mano en mi pantalón y agarrar mi jodida erección, se arrodilló y me bajó el pantalón junto con el bóxer antes de desacerase de ambos.

-Uhm...

Acaricié su mejilla antes de tomar mi polla y guiarla dentro de su boca, su lengua lamió lo que pudo mientras la calidez de su boca me cubría, me hundí en ella de una estocada y los ojos se le llenaron de lágrimas antes de aguantarse unas arcadas.

-Abre bien la boca, muñeca.- Gruñí, empujando más adentro.

Ella me hizo caso y poco a poco me siguió el ritmo, a los 3 minutos la levanté y la estampé contra la pared, jadeó por lo frío de la pared contra sus pechos y puso el culo en pompa, exponiéndolo.

-¿Podría follarme, señor Zhukov?- Su voz era seductora y soltaba leves gemidos.

-No tengo otra opción, señorita Morningstar.

Agarré su cabello y lo jalé, arqueando su cuerpo mientras la penetraba.

Su maldito coño me volvería loco.

Gemía y gemía, no estaba siendo suave, jamás lo sería, y sabía que ella prefería que yo fuera rudo.

Sus pechos rebotaban y chocaban con la pared en cada estocada.

-¿Me lo vas a decir, muñeca?- Pregunté cuando ella se corrió.

Lloriqueó las palabras:

-T-te amo...

Volví a penetrarla y jadeó, la giré y la besé antes de volver a hundirme en ella y callar sus gemidos aunque quería escucharlos.

-Haré un podcast de tus gemidos.- Me burlé.

Atinó a venirse de nuevo y gritar mi nombre mientras arañaba mi espalda.
A los minutos me corrí con ella y apoyó la cabeza en mi hombro, la dejé ahí y me puse rápidamente el bóxer y el pantalón, estaba a nada de ponerme la camisa cuando su suave y quebrada voz inundó el ambiente:

-¿Te vas?

La miré, tenía los ojos llorosos.

-Sí.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora