IV

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IV

A los minutos que la camioneta arrancó el ruso bajó a todos los escoltas y la camioneta siguió como si nada.

-¿Cuántos kilos van?

-2 toneladas.

-¿Solo pasarán 2 toneladas?

-Por hoy.- Terminé.

Me miró de reojo y alcé la barbilla, mirándolo directamente a los ojos, de había cambiado de lugar y ahora estaba frente a mí.

Relamí ligeramente mis labios, inconscientemente empecé a parpadear más lento de lo normal y la tensión se empezó a hacer presente.

-No sabes cuánto me estoy resistiendo para alzarte ese vestido, abrirte el y usarte, muñeca.

Crucé las piernas y me estiré hasta estar frente a él, su nariz rozaba con la mía, su olor masculino llegó a mis fosas nasales y con la uña delineé los bordes de su labio inferior.

-Es una lástima que ya llegamos, cariño.

Esbozó una sonrisa perversa por lo último y bajé rápidamente, hacia demasiado calor, abaniqué mi rostro y acomodé mi cabello.

Me quedé quieta en el aeródromo, veía como subían los camiones a aviones de carga, una vez que hice el rápidamente el conteo di la señal y se alzaron en vuelo; sentí sus pisadas detrás de mi y jadeé cuando atrapó mi cabello balándolo para abajo y haciendo que lo mirara.

-Así que la gatita tiene garras.

Solté una carcajada.

-No soy una gatita.

Chasqueó la lengua y asintió, como si yo hubiera tenido razón.

-Eres una maldita víbora loca, es eso.- Dijo soltando una risa seca y burlona.

Me encogí de hombros y me separé, mi cabello se soltó de su mano y enarqué una ceja.

-Te odio.- Confesé.

-Yo también.

-¿Lo dices para no quedarte atrás?

-Lo digo porque ya no soporto ver tu horrible cara.

-¿Horrible? Seguramente soy la mujer más hermosa del mundo.

-Sí claro, y yo soy tonto.

-En efecto.

Su mandíbula se apretó dejándome claro que estaba molesto.

-Me importa tres quintales de.

Tomó bruscamente mi brazo y me arrastró hasta el jet, grité y lo insulté, hasta mordí su brazo, me estaba haciendo daño.

-Cállate y siéntate.- Siseó.

-No.- Lo reté.

...

Miré de nuevo el reloj colgado en el jet, estaba atada a asiento de cuero blanco por culpa de ese idiota.

De arrodilló a un lado y acercó su rostro al mío, yo lo alejé y su nariz chocó con mi mejilla, su respiración caliente chocando con mi piel.

Sin decir nada su mano se acercó a mi vientre y detuve mi respiración, alzó el vestido un poco y la yema de sus dedos rozaron mi raja sobre la fina tela.

-No me toques.- Gruñí y alcé la rodilla chocándola con su mandíbula y lastimándolo en el proceso.

-Maldita..

Se dio la vuelta y aguanté la risa, lo hice para molestarlo porque no me afectaría tenerlo allí un ratito pero tenía que hacerme la dura, je je je.

Durante el vuelo fui literalmente amarrada y todos estuvimos en silencio, nadie habló ni hizo ningún ruido fuerte. El silencio me gustaba.

Al llegar a Rusia me desamarró y me puse el abrigo negro que traía, me cambié los tacones por unas botas elegantes y bajamos del jet, el aire helado se hizo presente y me pregunté como podía llevar una simple chamarra y no morir de frío.

-Loca, es por aquí!- Siseó señalando la camioneta.

-Imbécil.- Murmuré al pasar por su lado.

Y error.

Grave error.

Porque me empujó a la nieve y caí de cara, chillando, su mano se hizo puño en la ropa de mi espalda y me levantó como si fuese una muñequita de trapo con la que podía jugar.

-Eres imbécil o qué!- Le grité.

-Cállate, Arlette.

Me bajó y me tambaleé antes de subirme a la camioneta con el frío calando en mis huesos y mi rostro.

-No es para tanto.- Dijo a los segundos que la camioneta arranco.

Lo ignoré.

Iba viendo las calles fascinada con el hermoso paisaje que Moscú nos daba, sus árboles nevados y las casas también, la nieve blanca y molesta era algo muy característico de Rusia.

Después de 2 horas de camino llegamos a un aeródromo con demasiadas bodegas pues para aviones, ¿no?

-¿Por qué tienes más de 20 bodegas?- Pregunté curiosa.

-Vendo droga y ahí la guardo, es un lugar para nada obvio y que nadie sospecharía, empezando porque es territorio de los Zhukov, siente afortunada, muñeca tonta.

Ignoré lo último y nos bajábamos.

A los minutos los aviones con el Cein empezaron a llegar y todos empezaron a bajar y guardar.

-Vamos.- Le dije a la hora de la revisión.

Nos metimos a una y tardamos unos minutos en llegar hasta el final, aún la estaban cargando y los trabajadores entraban y salían.

-1,2,3 y 4, hacen 4,000, y 6 hacen 10,000...

-¿Qué dices, loca? Lo estás contando con números, no milésimos.

-Quito los ceros, hago la cuenta y después los añado, es más fácil y no te confundes rápidamente.- Expliqué.

Me miró un poco raro pero no dijo nada.

Cuando terminé él me miró y me acorraló contra la esquina, mi respiración era irregular y la suya pesada, podía sentir esa tensión en el aire.

Sus ojos azules eran maravillosos, había un mar en ellos, diferentes tonalidades y tantas mezclas que era imposible no mirar.

Relamí mis labios y tragué saliva con dificultad porque su mano se enrollaba en mi cuello y ejercía una leve presión, una que me gustaba y no me mataba.

El poder que teníamos lo hacía más erótico.

El saber que yo era Arlette Morningstar y él Adler Zhukov, dos herederos de clanes enemigos, clanes a guerra y clanes dispuestos a acabar el uno con el otro.

-No podemos.- Susurré a lo tonto, a mi no me interesaba eso.

Cerré los ojos cuando ejerció más presión y me costó meter aire en mi cuerpo.

Dios mío

¿Qué estaba pensando cuando hice lo siguiente?

Claramente no lo hacía, pero mierda. Si hubiera sabido todo ni siquiera lo hubiera contactado, pero en ese momento no lo sabía.

Y el error que tuve fue besarle en ese mismo instante.

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