XXXI

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XXXI

Arlette

No dejé la boca de Adler, no me importó que la fiesta siguiera ahí afuera, nosotros seguíamos besándonos como adolescentes hormonales.

Adler apretó mi trasero y me pegó más contra él, provocando que sintiera su dureza y ladeé la cabeza para obtener más de él.

-Hay que regresar Arlette.- Murmuró con la voz ronca y baja.

-No quiero, quiero que me folles.- Pedí, pasando la nariz por su cuello.

-Lo haré pero no ahora.

Me restregué contra su entrepierna.

-Ajá, qué más.

Tragó saliva y me pego más a él.

-Te odio.

Tomó mi mano y nos metió a una habitación, no me besó, no me miró, solo me tiró a la cama para soltarme unas nalgadas, bajarme las bragas, subirme el vestido, y penetrarme.

Gemí contra las sábanas, sintiendo todo de él en aquella posición, tomó mi cabello en una coleta y moví las caderas.

-Ay mierda, Adler...

El rubio jadeaba y me corrí con un grito, él siguió hasta que se corrió dentro de mí y ronroneé contra la almohada cuando besó mi cuello.

-Regresemos.

Se vistió y salió de ahí, bufé.

Hice lo mismo y me lo encontré de nuevo, volví a mirar el anillo y mi corazón dio un giro de 1000 grados, aunque eso no era posible, lo dio.

Yo era el centro de atención junto a Adler, no entendí por qué hasta que el rubio se acercó a mí y se pegó a mi oído.

-No sé si lo hiciste a propósito o no, pero corres a tu madre y a tu seguridad de mierda, o juro que los mato aquí mismo.- Amenazó.

Volteé rápidamente a la entrada y apreté la mandíbula al ver a mamá y a Connor, ambos vestidos de gala.

Caminé hasta ellos con una sonrisa.

-Madre, Connor!- Saludé con alegría fingida.

-Arlette.- Siseó ella, mirándome de arriba a abajo y deteniendo la mirada en mi anillo.

-¿Les gusta? Está echo a mano y a medida.- Se los restregué en la cara.

-Es lindo, pero quítatelo y vámonos ya. Tu show duró mucho.- Mi madre me tomó del brazo y me solté.

-No. Tú me sacaste, ahora te aguantas a las consecuencias.- Murmuré.

-No...

-Y lárguense de una vez, que ustedes no fueron invitados y no tienen nada que hacer aquí.- Pedí.

Mi madre me miraba incrédula, así como yo la miré cuando me sacó de la pirámide.

-Váyanse o los sacaré a la fuerza.- Amenacé.

Mi madre se dio la vuelta, indignada y Connor bufó al ver todo.

-Acabas de hacer una tontería.

-Lárgate.- Siseé.

Se fue sin decirme nada más y ya con una mala sensación regresé junto a Adler, horas después todos se habían largado.

-Dios, no soporto estos tacones..

Me los quité y froté mis talones unos segundos, alcé la cabeza cuando oí un fuerte ruido.

-¿Oíste eso?- Pregunté.

El rubio miró a ambos lados.

-Sí, debe ser las rejas que están poniendo atrás.- Dijo sin mirarme.

Lo miré de reojo y suspiré.

-¿Follamos?

-No.

-Me largo a dormir.

Pasé por su lado y subí las escaleras hasta mi habitación, lancé los zapatos y solo me quité el collar y los aretes, me acosté con todo y vestido, no tenía ganas de nada, solo se admirar el precioso anillo en mi dedo.

Parpadeé lentamente y la puerta se abrió de un portazo, quise protestar pero la mano de alguien al rededor de mi boca no me lo permitió.

-Cállate y camina, maldita puta.

No era Adler, y eso me hizo entrar en pánico.

Intenté resistirme pero me dieron una bofetada que me entumió el rostro, me jalaron entre varios tipos y al bajar las escaleras me tiraron en la alfombra del recibidor.

Miré a ambos lados y chillé y grité cuando me intentan poner una cinta en la boca, me remuevo y grito pero aún así me la ponen, y eso me hizo empezar a lloriquear.

Otro cuerpo cayó y empecé a negar cuando vi a Adler, desmayado...o eso quería creer.

-Los tenemos, abre las puertas.- Dice uno.

Todos estaban vestidos de negro y con cascos, no podía distinguir a nadie y cuando me dieron seis bofetadas seguidas, la vista se me tornó borrosa y pestañeé lentamente.

La cinta no me dejaba hablar, solo chillar y eso que se acallaban.

Me arrastraron hasta la salida, por la nieve y finalmente por el patio hasta que me lanzaron dentro de un camión, tiraron a Adler a mi lado, ambos íbamos amarrados, no podíamos soltarlos.

Lo pateé cuando cerraron las puertas con la intención de levantarlo pero no sucedió nada.

Me sentía mareada y muy asustada, jamás habían llegado a este nivel conmigo, pero ese día fue el peor de mi vida, y eso porque no sabía que pasaría los días después.

...

Una venda cubría mis ojos cuando me desperté, no veía nada, solo sentía pisadas y oía voces masculinas, pero ninguna era de Adler, ninguna era de mi ruso.

-¿Adler?

Jadeé cuando una bofetada me volteó el rostro.

-Cállate.- Me dijeron.

Abrí la boca y la volví a cerrar, sentía mi cuerpo amarrado a una silla, el terror inundando mi cuerpo nada vez más fuerte. De un tirón me quitaron la venda y parpadeé varias veces, primero vi el lugar: estábamos en un edificio abandonado, se notaba a simple vista.

Habían varios hombres, los mismos que me habían sacado de la mansión en Rusia, ¿seguíamos en Rusia? No lo sabía, pero el frío me indicaba que sí.

Yo estaba completamente desnuda y eso me hizo entrar en pánico, al mirar a los lados pude ver a Adler amarrado a una silla, desmayado y esposado.

-¡Adler!- Grité.

-¡Silencio!

Me dieron otra bofetada y los ojos se me llenaron de lágrimas, miré a los sujetos, eran 4.

-¿Quienes son ustedes?- Pregunté sin titubear.

El más alto caminó hasta estar frente a mí y me tomó por la barbilla bruscamente, intenté soltarme pero no me lo permitió.

-Por primera vez te veo de cerca Arlette, y creo que mi padre tuvo razón al decir que eras hermosa pero peligrosa, algo así como un arma de doble filo, tu belleza también es peligrosa.- Dijo.

Lo miré cuando se quitó la máscara y ahogué un grito.

-Suéltame, idiota!

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