V

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V

No pensé cuando lo besé.

Sus labios eran calientes y dominantes, no dudó en seguir y profundizar el beso metiendo su lengua en mi boca y morder mis labios.

Era un beso desesperado, uno de 2 personas que no se veían en mucho tiempo y solo querían comerse la maldita boca.

Sus labios se movían con seguridad sobre los míos y sobre los de él, metió su pierna entre las mías y su rodilla rozó mi entrepierna.

-La necesidad de hacer eso..- Rodeé los ojos.

Lo volví a besar y sus manos recorrieron mi cuerpo, Dios, quería quitarle la maldita camisa.

Me separé un segundo y tomé los bordes; él se la terminó de quitar.

Su piel canela brillaba contra la luz blanca y sus abdominales eran cuadros perfectamente marcados, pasé la mano desde sus hombros hasta la "V" que se le notaba bastante marcada.

Vi el bulto en su pantalón y me azotó con la pared, subió mi vestido hasta quitármelo y me dejó en ropa interior, mal día para llevar encaje blanco.

Sus ojos me analizaban con mucha profundidad.

No me sentía insegura de mi cuerpo, no era perfecto; tenía algunas estrías en el abdomen, lunares por doquier y una cicatriz en la rodilla, aún así me amaba porque si no lo hacíamos nosotros, quien lo haría.

Vi su manzana de Adán bajar y subir lentamente, así que chasqué los dedos y me volvió a besar, esta vez su mano apretó mi trasero y me pegó a su dureza.

Fuck.

Se sentía grande.

Abrió la pretina de su pantalón y sin descaro sacó su polla frente a mi, chocó con mi abdomen y de un tirón me arrancó las bragas.

Me levantó y enrollé las piernas en su cadera, era alta y delgada, fácil de maneras para estas posiciones.

Su polla era enorme, ni siquiera sabía que podría existir un tamaño así.

La corona del miembro estaba rosa y húmeda, lista para entrar en cualquier coño.
Y por suerte el mío estaba enfrente.

La sonrisa perversa inundó sus labios cuando tocó mi intimidad y sacó los dedos húmedos de mis fluidos, me hizo lamerlos y su pupila se dilató.

-¿Estás limpia?- Preguntó.

-Sí, ¿y tú?

Asintió.

Me acomodó y me penetró de una estocada, solté un gemido.

-¿No te importa que te oigan?

-¿Te importa a ti?

-Yo solo quiero cogerte y largarme.

El saber que nos podrían descubrir y no decirnos nada por ser los jefes hizo que la idea fuera más erótica y empezó a moverme.

Gimoteaba con cada estocada.

Lo sentía caliente en mi interior, sintiendo las venas y la presión.

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