¡OTRO MÁS!

73 1 8
                                    

Me giró con una agilidad increíble y me puso bocabajo. Él estaba detrás de mí. Me agarró de las caderas con un movimiento brusco y me puso a cuatro patas.

¡Madre mía! Ya me había provocado dos orgasmos y el tercero se notaba cerca.

Sin pensárselo dos veces, me clavó su polla desde atrás y empezó a follarme como si no hubiera un mañana. Su urgencia me excitó aún más de lo que ya estaba y estallé en gemidos en el tercer orgasmo mientras él gemía corriéndose también.

Joder Elena.

Me desperté de golpe con mis partes bajas empapadas. Era el cuarto sueño erótico que tenía con Sergio en poco tiempo. ¿Qué cojones me estaba pasando?

Aún eran las tres de la madrugada y Óscar roncaba, como de costumbre a mi lado. Me levanté para refrescarme por dentro y por fuera, así que fui a la cocina y cogí un vaso con agua de la nevera y salí al balcón. Olía a tierra húmeda de la lluvia que cayó a última hora de la tarde y hacía, para estar a primeros de junio y en Bilbao, una temperatura agradable a estas horas. Aquí, las madrugadas eran frescas hasta bien avanzado el verano. Me encantaba ese olor a fresco, a aire renovado, a vida que surgía del suelo por la fuerza del agua. Inhalé profundamente con los ojos cerrados, tratando de que me refrescara y aclarara un poco la confusión que tenía encima.

¿En serio Elena? ¿Sergio otra vez? Vale que sea rubio, con barbita y pelo ondulado y que esté bueno a rabiar, joder que sí, pero es Sergio. ¡Está prohibido, Elena, PROHI-BI-DO! Que es como tu hermano, tía. Mañana lunes quedo con Sofi antes de que lleguen Esther y Sara y hablo con ella.

Los lunes, después de trabajar, siempre quedábamos las chicas para charlar sobre nuestros fines de semana y hacíamos así que los lunes fuesen menos lunes teniendo una cara menos amarga. Era nuestro ratito, nuestra tarde de cafecito que llevábamos años compartiendo. Porque, aunque somos cuatro parejas inseparables desde la infancia, bueno, Sara llegó a la cuadrilla hacía unos seis meses, nos gustaba tener ese momento de chicas tan necesario sin nuestras parejas para charlar libremente de lo que nos diese la gana.

Bueno, te sigo poniendo en antecedentes:

Óscar era, como ya te habrás imaginado mi marido. Nos fuimos a vivir juntos cuando él tenía veintitrés años y yo iba a cumplir los veintiuno. Y nos fuimos a vivir a esa edad tan temprana por motivos de una necesitada intimidad por parte de mi hermano Ricardo y mi meja como dicen mis hijos, o lo que es lo mismo, mi mejor amiga, Sofía.

Me explico:

Cuando mi hermano tenía veintidós años y yo diecinueve, nuestros padres sufrieron un accidente de tráfico de camino a Peñíscola. Iban los dos a pasar un fin de semana romántico, pero no pudieron llegar falleciendo los dos. Mi padre conducía bajo una tormenta de verano muy fuerte y quiso parar en un área de descanso a esperar a que amainara porque, según contaron testigos del momento, había muy poca visibilidad. La mala suerte quiso, que un camión sin frenos, tratase de frenar su vehículo, en el mismo área donde habían parado nuestros padres y los arrolló en su intento. Por suerte, ninguno de los dos sufrió.

Las tormentas siempre me han asustado muchísimo, pero desde ese día las tenía pavor.

Fue muy duro como podrás imaginar, pero vivíamos en un barrio y lo bueno de eso es que hacemos piña y, entre todos, nos arroparon y mimaron de manera que las circunstancias se hicieron poco a poco más livianas. Teníamos tíos y demás familia, claro, pero todos vivían repartidos entre Galicia, Asturias y Madrid. Nuestros padres, asturianos de nacimiento, se vinieron a vivir a Bilbao antes de nacer nosotros por el trabajo que encontró nuestro padre en una acería. Así que, nosotros decidimos quedarnos a vivir en nuestro barrio y casa de siempre, pese a las quejas de nuestros familiares. Al fin y al cabo, éramos mayores de edad y podíamos elegir.

Te sueño dormida, te sueño despiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora