MÁS FUERTE

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El martes empezaba el gimnasio. La verdad es que no tenía ninguna gana de ir. Me comprometí demasiado rápido, pero bueno, ya estaba hablado y no me quedaba otra. Igual Sara tenía razón y salía renovada. Me iba a venir bien distraerme un poco, porque anoche Óscar trató de tener sexo conmigo y por primera vez en todos estos años tuve náuseas cuando me lo propuso. Embarazada no lo estaba por pura probabilidad. Hacía más de un mes que no lo hacíamos y yo seguía usando el aro vaginal como método anticonceptivo. Fue el simple hecho de que me dijera —¿Echamos un polvo? —que me empezó a dar un asco de morirme. Ahí tenía un hecho evidente más, de que lo nuestro ya no se salvaba ni con sexo.

A media mañana me llamó Sofi. Imaginaba que la llamada tenía que ver con el tema de los trámites de separación, así que cogí. Goyo no me solía poner pegas porque en realidad no era habitual en mí el verme con el teléfono. Además, le había avisado de que era muy probable que recibiese esa llamada para así evitar llamadas de atención.

—Dime Sofi—contesté.

—Hola guarrilla, ¿cómo van esos sueños?

—Afortunadamente llevan dos días sin visitarme.

—¿Afortunadamente? —preguntó extrañada.

—Déjalo, anda. Cuéntame, ¿alguna novedad?

—Sí, pero no te va a gustar.

—Pues vaya, dime.

—Pues que vas a tener que esperar. Julián Garrido, el que lleva estos trámites, tuvo un accidente ayer y está de baja. Nada grave pero unos quince días no se los quita nadie. Aun así, te he puesto la primera en la cola para que coja tu caso nada más reincorporarse.

—¡Mierda! Nos plantamos así después de San Juan. ¿Y no hay nadie más que se pueda hacer cargo?

—Sí, está Simón, pero no me gusta para esos casos, además, prefiero tratar con él lo justo y necesario. Lo siento mucho, es que es un cerdo. Siempre está babeando conmigo y tratando de conseguir, ya sabes Prefiero no deberle ningún favor.

—Joder Sofi, no sabía nada.

—Es que no hablo de él del ascazo que me da.

—¿Pero te ha forzado o algo alguna vez?

—No, nunca, y que ni se le ocurra porque lo capo con mis propias manos, pero no se cansa de insinuarse.

—¿Y lo sabe Ricardo?

—Sí, sí, pero está tranquilo porque me conoce y sabe que no me iba a dejar tocar ni un solo pelo por ese cerdo. Yo creo que eso es lo que más le pone, que le dé negativas. Puaajjjj. En fin chata, ya siento que tengas que esperar, pero va a —merecer la pena.

—Vaaleee—dije con tono cansado—. Procuraré estar en casa lo menos posible porque ya no le aguanto. Ayer me propuso echar un polvo y tuve náuseas, tía.

—Joder, ¿¡y en tiempo de sequía!?

—Yo no sé cómo en tan pocos días he podido cambiar tanto.

—Pues no sé qué habrá sido lo que le ha hecho hacer click a esa parte del cerebro que tenías tan cerrada, pero me alegro por tu decisión. Te dejo que hoy tengo aquí bastante lío. Ya me contarás qué tal el gym, ¿vale? Chao preciosa.

—Sí, claro. Chao.

Pues nada, tocaba esperar.

¡Qué rabia!

Una vez que tomas ciertas decisiones, te apetece que sean lo más rápidas posibles. Entretanto, tenía entretenimiento con la casa de Aguilar y con ir mirando pisos en alquiler. No tenía ni idea de cómo podría estar ahora mismo el mercado en ese sector, la verdad. Por la edad de los niños, lo ideal sería que tuvieran cada uno su habitación y así que cada uno tuviese su espacio de intimidad, pero eso fijo que iba a encarecer mucho el alquiler. Aun así miraría de todo un poco. Primero quería ver cuánto me podrían ofrecer por la casa de Aguilar para hacerme una idea del capital aproximado con el que iba a contar, y eso hasta el sábado no lo sabría.

Te sueño dormida, te sueño despiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora