MOTO, LLAVES Y...

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Después de comer todos juntos en casa de los padres de Sergio, ellos se quedaron con los niños y nosotros nos despedimos para ir a Aguilar. Antes de ponernos los cascos nos dimos un beso, nos dedicamos una sonrisa y arrancamos.

Cogimos el corredor del Cadagua para dejar más tarde a un lado Villasana de Mena. Subimos el puerto de Bocos con sus curvas y poco después de Villarcayo, cogimos el desvío hacia Soncillo. Este trayecto se hacía un poco más largo que el otro pero era realmente bonito. Yo iba abrazada a Sergio sintiendo su cuerpo aunque no hacía falta porque la moto era lo suficientemente cómoda y tenía respaldo, pero me apetecía sentirle y él a mí también. Hacía mucho que no viajábamos juntos en la misma moto.

Ya íbamos bordeando el embalse del Ebro mientras veíamos caballos y vacas a lo largo de su orilla. También había gente con autocaravanas pasando el día y haciendo deportes acuáticos. Al llegar a Reinosa, cogimos la autovía para el pequeño tramo que quedaba hasta Aguilar.

—¡Dale caña! —grité para que me escuchara Sergio que asintió mientras yo imaginaba su sonrisa.

Aceleró y una corriente de adrenalina me recorrió todo el cuerpo mientras se me erizaba el vello y me dejaba con una sonrisa permanente. Me flipaba la velocidad y sabía que a Sergio también, y estar juntos en la misma moto, lo hacía aún más excitante.

Iba casi todo el rato por el carril izquierdo adelantando a la velocidad del rayo. Lástima que a esa velocidad íbamos a llegar antes, pero aún quedaba la vuelta.

Aparcamos la moto en la puerta de la inmobiliaria y según me bajé, me quité el casco y me lancé a la boca de Sergio besándole con pasión que él me devolvía.

—Me has puesta cachonda perdida a esa velocidad. Hacía siglos que no disfrutaba tanto encima de una moto.

—Yo también me he excitado—decía sin dejar de besarme—. Y encima con tus brazos rodeándomeuf.

—Flipante. Pero ahora voy a entrar a por las llaves y así otra cosa menos.

—Espera que voy contigo.

Entramos y nos recibió el mismo agente que trató conmigo. Estaba serio y era entendible. Le había fastidiado una venta con su comisión correspondiente, pero a mí eso ya no me importaba. Yo quería mis llaves para que después de tomar una cerveza fresquita en la plaza, pudiese entrar triunfante de nuevo a mi casa acompañada de Sergio. No hubo mucha conversación entre el agente y nosotros y tampoco hice por forzarla, así que salimos rápido y nos acercamos a la plaza sentándonos en una terraza a disfrutar de nuestra cervecita en jarras heladas.

—Por la casa de Aguilar—Brindamos.

—Hacía bastante tiempo que no venía por aquí, y la verdad es que no recordaba lo bien que se está.

—Podemos venir este fin de semana con los niños si te apetece.

—Sí me apetece, sí. Así abrimos también un poco la casa de mis padres, que hace tiempo que no vienen por aquí, aunque igual si les decimos se animan y vienen también ellos.

—Por mí, estupendo.

—Les va a venir bien salir un poco. Siguen manteniendo la casa, pero ya sabes que a raíz de lo de tus padres, fueron distanciando sus venidas. Les recuerda mucho a ellos.

—Ya lo sé. Y a mí, pero tenemos que animarles a que no la dejen en el olvido. Sería una pena que la casa se echase a perder.

—Oye, ¿y habrá alguien de la cuadrilla que teníamos por aquí? Estaría bien retomar con alguno.

Te sueño dormida, te sueño despiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora