TODO EL DÍA EN LA CABEZA

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—Buenos días, Elena. ¿Has dormido bien?

—He dormido de maravilla—dije estirándome en la puerta de la cocina—Rosa, hoy no vengo a comer. Tengo gimnasio.

—Lo sé, ya me acuerdo que martes y jueves vas allí.

—Sí. Ahora voy a espabilar para ir a saludar a los niños antes de que vayan al instituto.

Estaban contentos de estar con sus primos. Les deseé suerte en su último día de exámenes y me despedí antes de doblar la esquina para que no pasaran vergüenza. Eso de que fuese su madre a despedirles era llamarles pequeños. Sonreía inevitablemente pensando en ello.

Y después, afloraba mi tristeza por lo de la noche anterior. Me enfadó su actitud, y hoy me entristecía la mía. No estaba arrepentida de mis decisiones y de lo que le dije, pero lo de colgarle el teléfono, no fue apropiado. Así que iba a mandarle un mensaje para disculparme. Él no se había disculpado por sus palabras, lo que quería decir que seguía enfadado, pero mi conciencia se quedaría más tranquila si yo me disculpaba por mi parte.

Yo

Buenos días, Sergio.

Siento haberte colgado el teléfono anoche

y quiero disculparme por ello.

Lo siento mucho.

No hubo respuesta, pero tampoco la esperaba, por lo menos a lo largo de la mañana.

El teléfono sonó a media mañana y lo saqué rápidamente del bolsillo. Estaba deseando hablar con Sergio y así poder quitarme el tema de la cabeza, que llevaba toda la mañana dando vueltas. Pero no era él, era de la inmobiliaria.

Me dio la cifra por la que se podría poner a la venta y que si daba el visto bueno, podría empezar a enseñarla esa misma tarde a una pareja que llevaba un tiempo buscando casa pero ninguna acababa de convencerles. Acepté y solo tocaba esperar. Otra cosa más en marcha.

El resto del día fue pasando sin mucha historia. El gimnasio, sin más. A mí de momento no me enganchaba como dicen que ocurre. Óscar no se dignó a llamar ni siquiera para preguntar si pensábamos volver a casa en algún momento. Con los niños estuve un rato poco antes de cenar y luego fui a casa de Rosa y Miguel a ayudar con la cena.

Y por parte de Sergio, nada de nada. La verdad es que me hubiera gustado un mensaje por parte de Sergio aunque fuese con el emoji del dedito arriba, o con una cara enfadada, ya daba igual, no sé, una respuesta, pero nada. Parecía que la cosa había sido más seria de lo que imaginaba.

—Tienes cara mustia.

—No ha sido un gran día.

—¿Ha pasado algo?

—No, que va. Sin más, un día soso.

—Bueno, a ver si conseguimos animarte lo que queda de él.

—Ya no queda mucho para que acabe. Me conformaré.

—Pues sí que estás de bajón. Anda, anímate, que no merece la pena estar así. Ya verás como todo se pasa pronto y vas a ser más feliz con tu nueva vida.

Te sueño dormida, te sueño despiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora