LA PLAYA

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Era un sábado de primeros de junio precioso. Teníamos un cielo azul increíble y hacía calor pero no era sofocante, así que era el día perfecto para disfrutar de un día entero en la playa. Llevábamos todo un kit de artilugios varios, tales como colchonetas y balones hinchables, raquetas y comida para pasar un día de lo más entretenido. Además, era el primer día de playa de los niños y había que vivirlo a tope. Ese día solo íbamos Sara y yo con los cinco niños, pero los días en que nos juntábamos todos, bueno todos menos Óscar que nunca jamás venía, eran alucinantes. Risas y entretenimiento no faltaban en ningún momento. Y buscaríamos el momento ese verano para hacer varias salidas playeras.

Pese a ser muy afortunados por la variedad de playas que teníamos a nuestra disposición por donde vivíamos, siempre íbamos a la misma playa, la de La Arena entre Zierbena y Muskiz. Y eso que nos teñía de rojo la piel y las toallas, pero no sé que ha tenido siempre esa playa en concreto que te atrapa. La gente, el entorno, los pubsno sé. Sus pubs al atardecer eran como estar en otro mundo. Un mundo urban e indie de ambiente joven que atrapaba. Sus mojitos, los combinados o si querías algo diferente, podías decantarte por un té servido en teteras árabes en un ambiente moruno o pedirlo helado. Siempre nos ha gustado su ambiente. A mí me encantaba venir en moto hasta aquí, pedir una cerveza y sentarme a ver el atardecer. Sobre las olas del mar, siempre había gente practicando surf y ese era otro entretenimiento añadido.

Podías ir desde las rocas, hasta Pobeña paseando. Desde allí podías subir a los acantilados que van hasta Kobaron y caminar por lo que fueron en su día, las vías del tren que transportaba hasta el cargadero, los minerales que se cargaban en barcos directamente, para ser transportados a sus diferentes destinos. Podías ver los cargaderos y alguna polea de las que usaban para coger algas. El camino tiene unas vistas increíbles de las playas, de Castro Urdiales y de un horizonte marino casi negro. Después, te cogías un helado y te volvías tranquilamente viendo como los perros se bañaban en la parte de la ría. Experiencias, que para las tardes de los fines de semana, te hacían volver a casa con una energía renovada.

La playa, con su gran tamaño, ayudaba a evitar las aglomeraciones. Se estaba de maravilla. Así que, allí nos íbamos los siete.

Los niños estaban revolucionados y Sara no podía disimular a veces su cara de espanto.

—Respira Sara, que en cuanto lleguemos, estos se van al agua y no salen hasta estar bien arrugados.

—Te admiro. Si no hubiera venido yo, te plantas en la playa tú sola con estos cinco monstruitos y tan tranquila—dijo con cara de pánico.

—Mujer, no es para tanto—me reía—además, ya son bastante mayorcitos como para que no puedas dejar de perderles de vista ni un segundo—la dije para relajarla.

Esta vez, llegamos a buena hora y encontramos aparcamiento sin dar vueltas de las que hacen que te desesperes. Eso era lo único malo de esa playa, que como llegases un poco tarde, aparcar se convertía en casi una misión imposible.

Cogimos todos los bártulos y montamos el chiringuito. Los niños echaron a correr al agua y nosotras fuimos acomodando todo. Y, ay de mí, cuando la Barbie se quitó el vestidito que traía puesto. Ahí fue a mí a la que le cambió la cara a la de socorro, tierra trágame

El biquini minúsculo que tenía puesto y venir desnuda era todo uno. La parte alta era de triángulos liliputienses. Vamos, que le tapaban la areola y poco más. Y la braguita, además de tanga, por delante le tapaba justo el toto, depilado a conciencia, claro está. Y todo el mini conjunto era de un naranja fosforito para más inri.

¿Está chica tendría algo normal en su armario ropero?

Estaba valorando si quitarme mi pantalón corto vaquero y la camiseta con la lengua de los Rolling. Quizás no hiciese tanto calor como creía ¿no? Pero bueno, si quería pasar el día en la playa, tenía que echarle ovarios al asunto, así que, valor y al toro. Me quité mi ropa y me senté seguido en la toalla echando un vistazo alrededor. Ahí estaba yo con un bañador de topitos de colores y fondo negro y unos volantes en el pecho. Muy mona yo, sí.

Te sueño dormida, te sueño despiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora