1. Caliza.

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Wanda, 20.

—¿Haz metido tus cosas en la maleta?—Pregunté y Natasha me observó en silencio.—Bebé, no estés nerviosa. Estaré a tu lado, y si algo te lastima, debes decírmelo.

—Los aviones tienen muchas personas. ¿Sabes cuántas personas mueren en accidentes aéreos?—Preguntó mientras acariciaba su oreja con piercings de forma nerviosa.

—Doscientas noventa y nueve.—Murmuré sabiendo que probablemente ella buscó informes sobre eso.

—Exacto, y aunque han reducido casi la mitad de accidentes, es mucha gente y... Tal vez podríamos ser parte de eso.—Murmuró.—Es probable, ya que si ves las cifras...

Negué y pegué mis labios a los suyos de forma suave. Dejé la espalda de Natasha tocar el colchón de la cama y subí sobre ella dejándola respirar un poco entre el espacio que debía existir entre nuestros cuerpos.

—Bebé, está bien. Por favor deja de llenarte la cabeza con eso.

—Son estadísticas, Wanda.

Su rostro inexpresivo y la forma dura en que hablaba me habría hecho llorar hace años, sin embargo logré acostumbrarme a ella.

—¿Estás ansiosa?

—Es un proceso humano normal, también lo tengo.—Dijo jugueteando con sus manos. Tocó suavemente mi cuello y nuevamente se retrajo.—Eso sí lo tengo.

Natasha jamás dejaría de compararse con la gente neurotípica. No le gusta sentir que funciona diferente al resto, yo no le veo lo malo. A mi me gusta mucho como es ella.

—¿Te despediste de Yelena?—Pregunté y ella negó.—Bebé, ya hablamos de ésto.

—Viajará en un mes, volveré a verla.—Me cortó y apartó la mirada. —¿Por qué se despiden? Las despedidas son absurdas.

—Las despedidas sirven para...

—Nada.—Me detuvo.—¿Puedes moverte?—Preguntó observando mis ojos y volviendo a observar la pared. Salí de encima suyo y la puerta fue abierta.

—¡Wanda! —Gritó Yelena entrando en la habitación. Natasha la observó seria.—Lamento haber alzado la voz.— He conocido a una chica hoy, bueno... No así, la he visto y quiero ser su amiga.

Natasha se levantó y salió de la habitación. No le gusta cuando alguien llega de sorpresa. Suspiré y observé a Yelena.

—Yo... Lo siento, en serio lo siento... Me iré.

—No, boo. Ven aquí.—Palmeé la cama de mi novia y Yelena se acercó algo insegura.

—No quería molestarla.

—Yelena, sabes que ella te ama, sólo se asustó un poco. No te preocupes, de seguro fue por jugo y galletas, sabes que a relaja comer esas galletas horribles.

Yelena comenzó a reír.

Natasha y su obsesión con las galletas de mantequilla con forma de autos o dinosaurios, disfruta acariciar los bordes antes de comerlas.

—Creo que a aquella chica no le caeré bien.—Admitió avergonzada.—No le caen bien mis amigos, y dudo que yo puedo llegar a caerle bien, creo que ni siquiera sabe quien soy.

—Todos en la escuela saben quien eres.

—Todos creen que saben quien soy.—Me corrigió entristecida.

Yelena es como Natasha, ninguna sabe exteriorizar lo que siente, mientras Natasha no puede por la forma en que funciona, pero Yelena se guarda todo.

—¿Y eso te hace sentir mal?—Pregunté y Yelen hizo una mueca.—Eres asombrosa, cariño. Natasha y yo estamos muy orgullosas de como eres, nada de lo que digan es lo que realmente eres, ¿a quién le das control sobre tu vida si no es sólo a ti?—Pregunté y ella se encogió de hombros.—Sólo lo que tú opines es importante. ¿Quién quieres ser? ¿La Yelena que todos creen que eres o quieres ser quien realmente eres?

God must hate me. [Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora