80. 50 y 50.

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Wanda.

Me desperté entre los brazos de Natasha. Mi esposa descansaba desnuda y con una sonrisa en el rostro. Hemos tenido la mejor semana en Grecia, he conocido tantos lugares que ni siquiera podría mencionarlos todos. Natasha es una excelente guía turística y sabe tantas cosas que podría pasar todo el día recorriendo Atenas con ella.

—Bebé...—Susurré acariciando su brazo, el cual rodeaba mi cintura con entusiasmo. Abrió los ojos y me miró, hizo un puchero y se dio media vuelta escondiendo su rostro entre las sábanas. —Dijiste que iríamos a desayunar a Liondi.—Murmuré. Ella negó y me acerqué para besar los lunares de su espalda. Pegué mi rostro a la cicatriz que bordeaba su omoplato. Se la hizo de pequeña en un parque, cayó mal desde un juego, Melina dijo que la notó al llegar a casa. Nat jamás se quejaba si llegaba a lastimarse, nada le dolía, pero allí estaba, su camiseta manchada en sangre tan roja como el carmín.

—Tengo sueño.—Se quejó sollozando levemente. Me he casado con un bebé.

—Te he dicho que deberíamos dejar de hacer el amor, si te duermes tarde no eres capaz de levantarte temprano y luego llorar por ello.—Murmuré. Ella se acercó a mí para abrazarme mientras sollozaba por no querer salir de la cama.—Bebé... ¿Estás llorando en serio?—Dije sintiendo ternura de su berrinche.

—¡La luna de miel es para hacer el amor!—Se quejó y volvió a sollozar contra mi pecho.—No quiero salir de aquí.

—Cariño, por favor... Podemos desayunar algo que te guste, luego volver aquí a dormir, tú y yo, toda la tarde, abrazadas en la cama y ya, sin ir a otro sitio, ¿te parece?—Susurré. Ella asintió rápidamente.—No llores, Nat, por favor...—Murmuré besando su rostro repetidas veces.

[•••]

Natasha.

—Los waffles me gustan.—Dije sirviendo otro poco de miel sobre ellos.—Son deliciosos y la fruta aquí sabe mejor.

—Menos químicos, supongo.—Comentó Wanda bebiendo su zumo de naranja.—Hablé con Pietro sobre una donación...—Mencionó ella. Levanté la mirada de mi desayuno.

—Okay. Semen, grandioso.—Dije yo y Wanda hizo una mueca de asco.—Wanda, ambas somos bisexuales.

—Me consideraría más bien pansexual, pero agradezco que tomes en cuenta las consideraciones sobre mis preferencias sexuales, cariño, pero definitivamente no es agradable hablar sobre semen en el desayuno.—Dijo ella. Asentí lentamente. —Gracias por eso. Entonces... retomando el asunto. Le he dicho, ha dicho que estaría encantado de ayudarnos y mantenerlo en secreto hasta que regresemos.

—Cool. ¿Y cuándo enviará a los bebés del tubo?—Pregunté. Wanda sonrió.—Es decir, nuestros hijos tubo, o hijo tubo, ya sabes.

—Contacté a una clínica en Venecia, harán el papeleo de transporte en una clínica de allí y lo enviarán. Supongo que en cuanto lleguemos allí, tendremos noticias sobre aquello.—Murmuró.—¿Estás segura de ésto, cariño?—Preguntó y asentí rápidamente.

—Oh, claro que sí. Lo he pensado, Wanda. Además, ¿por qué no lo haríamos?

—Tuviste tus dudas hace años, y siempre pensé que te negarías a la idea de no tener hijos, creí que llevaríamos diez años casadas y seguiríamos sin niños. Llevamos casi un mes de casadas, y ya aceptaste. Es demasiado ideal.

—Uh, sí, bueno...—Me encogí de hombros.—La señorita Linda me ha hecho verlo desde otro modo.

—¿Cuál modo?—Preguntó ella. Uh, que bobita es Wanda, no me deja desayunar en paz.

God must hate me. [Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora