30. La ciudad está vacía.

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Wanda.

—Podríamos ir al parque, ya sabes... Como en los viejos tiempos y...

—No lo sé, me duele mucho la cabeza.—Susurró Natasha mientras se cubría con una manta antes de sentarse en el sofá.

Melina tuvo que volver al trabajo hoy, es horrible, porque ella no estaba en condiciones, sin embargo alguien debe seguir trabajando en casa.

Alexei por su parte está en su habitación trabajando en algunos proyectos a plazo para ver cual puede vender.

Los Romanoff no están en su mejor época.

—¿Quieres que te prepare otra taza de té?—Pregunté acariciando sus pies. La pelirroja negó.

—No, no quiero más té.

—¿Necesitas algo?—Negó nuevamente y suspiré. ¿Qué más puedo hacer? No voy a obligarla a hablar de lo que sucede cuando es más que obvio que extraña a su hermana pequeña. La necesita.—Estoy aquí para ti... —Susurré y ella asintió. Se acurrucó contra mi pecho y dejó un beso en mi mentón antes de volver a su posición de cachorro maltratado.

—Extraño al señor Peluches y nuestras mascotas.—Susurró. Sonreí. "Nuestras", lindo. —Quiero volver allí... Con Yelena.—Mi sonrisa se borró.—¿Por qué tuvo que dejarme? Es una tonta.

—Ella no quería dejarte, mi amor... Ella sólo... Sólo pasó, no es algo que pudiese evitar, ¿entiendes?—Pregunté y ella negó.—Si ella hubiese podido elegir, te habría elegido a ti, y estar contigo.

—No, me dejó...—Susurró molesta. —Ya no quiero recordarla, me duele...—Susurró en mi oído.—No sirve manifestar nada, no volverá.

—No puedes manifestar eso, amor.—Murmuré y la sentí sollozar. Natasha nunca lloraba en voz de alta, por lo general temblaba y las lágrimas caían.

—Quiero a Yelena.—Susurró y yo sólo atiné a abrazarla con toda la fuerza que podía.—No quiero que esté muerta, quiero que esté aquí molestando como siempre que venías a casa, quiero que me hable otra vez.

Tragué saliva. No creo que ésto vaya a mejorar pronto, ayer tuvimos un momento de relajación, hicimos el amor, pude olvidarme de ésto por lo que duró nuestra fogosa noche, pude alcanzar el orgasmo y recuerdo bien que al acabar esa sensación placentera... Volvió la tristeza. Nuestros cuerpos se apagaron, la oscuridad de la habitación reinó y me dejé caer a su lado... Acabada, sin ganas de siquiera vestirme, simplemente tomé mis cosas luego de veinte minutos en silencio, y fui a darme una ducha, no una ducha juntas como acostumbramos, cada una por su lado... Fue una sensación extraña.

Es extraño no hacer el amor y luego ducharnos entre besos, fue extraño alcanzar un orgasmo y no querer otro, suena a paranoia, pero somos una pareja joven... Es extraño no estar de forma mimosa todo el día, creí que nos animariamos y no, no lo logramos. Me sigo sintiendo vacía.

—Por favor tú no me dejes...—Susurró ella.—Jamás.

Tomó mi rostro y me observó a los ojos. En silencio, no apartó su mirada hasta que decidí hablar.

—¿Cómo podría dejarte si construiste tu hogar en mi corazón, bebé?—Susurré y ella me dedicó una sonrisa adorable.

—Te amo, Wanda. Por favor, se siempre mi novia.

—Siempre.

Uní cortamente nuestros labios y acaricie su cabello un par de segundos antes de proponer una idea.

—¿Y si voy por algo para comer, beber, jugar y tú eliges algo que ver?—Pregunté y ella sonrió.

—Rimaste, eso es cool. —Su índice tocó mi nariz.—Boop.

God must hate me. [Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora