38. Rubia.

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Natasha.

Acaricié mis rodillas intentando detener sus temblores.

Ella me gritó. Ya no hay nada de Yelena aquí... Ya no hay nada.

—Perdóname, Yelena.—Susurré y vi la cajita con sus cosas arriba de una de mis repisas.

Me levanté a duras penas con las piernas temblando como gelatina recién hecha, saqué el plástico protector y la observé.

La caja es una caja que mamá conservaba, fue nuestro primer regalo de las madres, yo tenía siete y Yelena cuatro, ella propuso hacer una caja decorada con macarrones.

Ella siempre fue la más lista.

—Te extraño.

Tomé su libro favorito, "Jane Eyre", sonreí. Siempre insistió en que debía leer éste libro, insistía en que me haría muy bien.

Suspiré.

—Debí hacerlo cuando estabas aquí. ¿Ahora de qué sirve?—Susurré. —Ni siquiera pude teñirme el cabello por ti... Me dio miedo el ruido del salón de belleza.—Sequé mis lágrimas con el dorso de mi mano.—Perdóname. Perdóname en serio, por favor.

—¿Nat?—Oí la voz de Wanda tras la puerta. —Amor, perdóname. Fui una estúpida al gritarte, es sólo que...—Me senté del otro lado.

[PLAY: Favorite crime — Olivia Rodrigo]

—No lo sé, me sentí ofendida y molesta cuando dijiste que Yelena no significaba nada para mí, no fue justo, y realmente quería... Realmente quería que... Entendieras, yo la amaba.—Se quedó en silencio. No supe que contestar, pero me hizo la situación más fácil hablando nuevamente.— Y no quería lastimarte o apartarte del aroma de tu hermana, realmente no tenía ni idea, sólo quería hacerte sentir bien, no fue mi intención todo el daño que te acabo de causar, y estoy intentándolo, Natasha. Es tan difícil para mí como lo es para ti, me duele, y sí, lloro en las noches e intento fingir una sonrisa para que tú estés bien, porque te amo, porque eres mi bebé y quiero cuidarte como a nadie en el mundo.

Observé mis manos, mi reflejo en el espejo frente a la puerta, la caja y los objetos de Yelena.

No ha sido su intención. Ella lo ha dicho.

Y trata de hacer lo mejor, porque yo... Soy una carga.

—He sido una carga.—Susurré.

—No, bebé. No me refería a eso, tu jamás serías una carga, tú eres... Eres mi bebé, eres el amor de mi vida, por eso quiero cuidar de ti, y sí, eso está mal, porque debo darte independencia... Y lo haré, sólo permíteme arreglar esta discusión antes de que ambas cometamos cualquier error estúpido. —Dijo desesperada.

Nos quedamos en silencio por minutos que realmente se sentían muy largos, casi eternos.

La oí suspirar y creí que se levantaría, pero decidí hablar, no quiero que se vaya, me gusta su compañía.

—Fui a... Un salón de belleza. —Susurré.

—¿De verdad? Dios, no he notado que te haz hecho, amor. ¿Estuvo bien?—Preguntó y sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, sin embargo al pestañear noté que no caían. Toqué mis ojos y no había absolutamente nada.

Oh, mierda.

Oh, he dicho una mala palabra. Lo siento.

Maldición. Antes no podía llorar por Yelena y ahora no puedo llorar por nada. Excelente, he roto mi método de llanto.

—Me ha ido mal.—Admití.—Me han asustado los ruidos fuertes, y las luces. He salido arrancando en cuanto me han hablado y... Me sentí una tonta muy tonta, ya que yo quería el cabello rubio como Yelena, pero... No he podido, no tuve tiempo de siquiera arrepentirme. He regresado a casa y estoy aquí, lamentando eso.

God must hate me. [Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora