CAPÍTULO TREINTA Y SEIS.- confirmar el amor

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Eileen estaba cansada, se encontraba con las manos apoyadas al lavabo, respirando de manera entrecortada y sintiéndose realmente mal. Terminó de limpiar todo y enjuagarse la boca, para después meterse a bañar.

Ya no soportaba estar así de enferma, resultaba mucho peor que la primera vez. Agradecía que Paul se encontraba fuera de casa junto a Brady y Theo, ayudando a Sam a entrenar a los nuevos miembros de la manada.

Salió del baño en toalla y fue justo cuando se estaba colocando sus viejos shorts cuando lo notó. Saltó varias veces tratando de lograr que le cerraran, hasta se acostó boca arriba en la cama, pero nada de eso le funcionó. No conseguía cerrarlos.

Molesta se colocó frente al espejo de cuerpo completo que tenía en una esquina de la habitación y casi se desmaya por lo que vio reflejado en él. Eso no podía estar pasando, no podía entender lo que le sucedía.

Dejó el botó de su short y lo bajó un poco, se colocó de lado en el espejo y pudo ver mejor su estómago. Su cuerpo había cambiado, su estómago estaba algo abultado. Se notaba, claro que sí, pero tal vez si se ponía ropa holgada nadie, más que ella, iba darse cuenta.

Se apresuró en cambiarse, un simple pantalón deportivo y una de las enormes camisetas de Paul bastarían para ese momento, y empezó a buscar su celular.

«Hey, ¿estás en casa?». Fue el texto que le envió a su padre, seco y casi directo, pero estaba nerviosa.

La respuesta fue casi inmediata:

«No, acabo de salir para el hospital. ¿Necesitas algo?».

Ella tampoco se detuvo en pensarlo mucho.

«Bien, . Te veo allá en diez minutos».

Carlisle le respondió con una afirmación, no insistió en la razón de verlo en el hospital. En su celular entraron varios mensajes, la mayoría de Paul, los cuales se apresuró a contestar con mentiras. Su novio tal vez sentía su preocupación a través del lazo que los unía.

Si sus sospechas eran ciertas entonces iba a ocultar lo que sucedía. Paul no iba a dejarla enfrentarse con los Vulturi si sabía que estaba embarazada, lo que haría sería encerrarla en casa con todas las comodidades que ella pidiera.

Pero Eileen no quería eso, necesitaba estar frente a los Vulturi como muestra de lealtad hacia su familia, como un apoyo para su hermano y por el cariño que sentía hacia su sobrina.

Salió de casa, cogió su auto y puso rumbo hacia el hospital donde Carlisle trabajaba. No podía confirmar sus sospechas en casa como la última vez, había demasiados oídos ahí como para mantenerlo en secreto. Y si Edward se enteraba también iba a dejarla fuera de todo.

—Hola, preciosa —le saludó la recepcionista—, ¿buscas a tu padre?

Ya la conocía, era una mujer castaña que no pasaba de los treinta y cinco y, al igual que Esme, la trataba a ella y a sus hermanos, cada vez que iba a visitar a Carlisle, con una amabilidad muy bondadosa. Eileen se sentía como una niña de cinco años cada vez que ella le hablaba.

—Hola, sí. ¿Ya llegó?

—Claro, siempre puntual. Sabes donde es, preciosa, moveré sus citas para que no los interrumpan, ¿de acuerdo?

Eileen le agradeció y con todos los nervios recorriéndole el cuerpo, se acercó hasta tocar la puerta del consultorio de su padre. No esperó respuesta y entró.

—Buenos días con alegría, papá. ¿Qué tal te va el día? ¿Has tenido muchos pacientes? Yo vi a un perro muy bonito cuando venía hacia acá. ¿Me podrías hacer una prueba de embarazo exprés?

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora