CAPÍTULO VEINTE.- secretos revelados

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ADVERTENCIA:

El siguiente capítulo contiene menciones a situaciones como pérdidas familiares, depresión y suicidio. Y aunque son leves y no detalladas, aún así son mencionadas.

Por favor, saltarse el capítulo si no se sienten cómodxs leyendo.

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—Apestas.

Fue lo primero que dijo Rosalie cuando la vio entrar por el umbral de la puerta de la casa Cullen al tercer día después de la batalla contra los neófitos. Eileen rodó los ojos, y le propinó un golpe a Emmett que se reía por lo bajo junto a Jasper.

—¿Por qué tienes el olor de tu perro tan impregnado? —preguntó Rosalie, arrugando la cara en un gesto de desagrado.

—Amor —la llamó Emmett con burla—, ¿qué pregunta es esa?

—Sí —apoyó Jasper, también se la estaba pasando de lo lindo—. Es obvio que Eileen se echó el perfume de Paul encima, porque, ¿qué más pudo haber hecho durante tres días que estuvo fuera de casa?

—Que asco —bufó Rosalie, entendiendo a lo que de referían aquellos dos tarados.

Eileen rodó los ojos, y caminó hasta sentarse al lado de Esme, que le sonrió y le cogió cariñosamente de la mano.

—Quiero un mensaje a la próxima, ¿entendiste? Un día, dos, está bien; pero fueron tres días y me preocupe por ti.

—Está bien —aceptó, para luego voltearse a Carlisle—. Ya estoy aquí, ¿que es eso tan importante?

Carlisle se cruzó de brazos, negando de manera divertida para luego señalar a Edward, que estaba sentado al borde de la escalera con una foto en la mano. Alice estaba parada frente a él, parecía estar conteniéndose.

—Ed —le llamó—, ¿qué sucede?

Edward parecía ser el único, aparte del asco que tenía Rosalie, que no estaba feliz. Su cara era de pura consternación, sus ojos pasaban desde aquella foto entre sus manos hasta ella, como si no pudiera creerlo.

—¿Por qué no me dijiste? —preguntó, después de mucho tiempo en silencio—. Eileen, debiste decírmelo, ¿por qué no lo hiciste? ¿Fue por eso que viniste a nosotros?

Confundida, Eileen se levantó del lado de Esme y caminó hacia su hermano. Jadeó sorprendida cuando reconoció la foto que Edward tenía. Era una foto de su madre, Dalilah Wilde, junto a su madre de crianza, aquella que murió durante la gripe española, Eva Porter.

—¿Por qué debería decirte algo sobre mi madre? —cuestionó, alzando una ceja. El tono usado por Edward era de traición—. Sé que Carlisle dijo que debía, pero jamás pensé que era algo importante…

—Mi madre —interrumpió Edward.

—¿Disculpa?

—Es mi madre —repitió—. La mujer de esa foto es mi madre, no la tuya —gruñó.

—¿Qué? ¡Claro que no! —chilló—. Mi madre biológica murió al dar a luz, no pudo tener otro hijo. Y mi madre de crianza no podía tener hijos, era estéril.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora