CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO.- mai

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Eileen veía su vientre bastante abultado acostada en el sillón de su hogar, la mano de Brady estaba puesta en ella y hablaba en voz alta contando el cuento de Caperucita Roja y el Zorro Malvado, una invención que había adquirido de Collin.

Estaba sola con él, mientras Theo se encontraba aprendiendo varias cosas con Jacob y Sam, al mismo tiempo que su futuro esposo estaba siendo todo un empresario en su gimnasio, se tomaba el tiempo para llamarla cada treinta minutos para asegurarse que estuviera bien, cómoda y para nada estresada.

Y sí, estaba así, pero también se encontraba aburrida. Ya los cuentos de Brady solo parecían entretener a su bebé, el cual no dejaba de dar patadas, era algo que animaba a su cachorro para seguir hablando porque las patadas que daba su bebé cuando se callaba eran peores.

Gimió cuando volvió a sentir una nueva patada, ya entendía el dolor que había estado sufriendo Edward durante su embarazo.

—A mami le duele cuando pateas así, bebé —habló Brady, sin despegar la mano de su vientre—. Debes parar, ni tú ni yo queremos que mami se sienta mal.

Y eso era algo que se había vuelto un hábito desde que sus dos cachorros se enteraron que el bebé pateaba. Todos, Paul, Brady y Theo no solo le hablaban a ella, sino también al bebé, emocionados porque volviera a patear y saber que le entendían.

El bebé parecía reconocer las voces de todos ellos, pero Eileen tenía la leve sospecha que era la de Brady la que le gustaba mucho más, hasta el punto de llegar a quejarse (a través de patadas que le hacían doblarse de dolor) cuando dejaba de hablar.

—… Collin no sabe esto, bebé —escuchó decir a Brady, hacia su estómago—. Pero Caperucita había decidido vivir en el bosque con su abuela a escondidas de su madre, porque no quería dejar de ver al lobo que la enamoró.

Eileen frunció el ceño con gracia y le echó una mirada a Brady, el cual se sonrojó ante eso. Ella recordaba bastante bien el cuento y en ningún lugar se hablaba de que Caperucita se había enamorado del lobo, mucho menos que la tercera en discordia fuera un zorro.

Tenía que darle crédito a la creatividad de Collin y a Brady mismo por agregar ese detalle del amor.

Antes de que pudiera decir algo, su celular empezó a sonar con la típica cancioncilla con la cual se había encaprichado últimamente. Se estiró para cogerlo, pero Brady fue más rápido que ella.

—¡Hey, pá! —saludó. Eileen rodó los ojos—. Sí, todo bien. No, no, bueno, sí… ¿Comer un helado gigante de vainilla y agregarle distintos tipos de nueces, aunque a ella no le gusten, cuenta como raro? Ah, y la sangre, ew —Hizo una mueca asqueada. Eileen bufó—. Entonces no, nada raro… Vale, le digo.

Eileen esperó pacientemente a que Brady le hablara.

—Papá dice que recuerdes que Carlisle dijo que no puedes comer muchos dulces, y que, si lo haces, debes consumir la misma cantidad de sangre o sino tu cuerpo se debilitará más.

—¿Te dijo todo eso?

—Yo agregué unas cosas —comentó sin importancia para volver a hablarle al teléfono—. Listo. Mamá quiere que te diga que recuerdes que dentro de unos días es la boda de Sam y Emily, y que debes ir a comprarle un regalo.

—Yo no dije eso —susurró con una sonrisa—, pero gracias.

Brady le hizo una seña y se quedó hablando por el celular unos minutos más antes de colgar. Le estaba empezando a doler la espalda, sumándose a eso al genuino aburrimiento que sentía por estar recluida en su propia casa, el hecho de pasar su embarazo como humana no le ayudaba en mucho.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora