CAPÍTULO DIEZ.- celos de lobo

22.2K 1.7K 335
                                    

[MARATÓN 3/3]

Decirle la verdad a Carlisle y Esme, y por ende a todos los Cullen, fue muy liberador. Sentía que le habían quitado un enorme peso de encima, y la tranquilidad llegó cuando Carlisle, y todos, le aseguraron que era parte de la familia y jamás la iban a traicionar de alguna manera.

Todos comprendieron su pasado y la tarde pasó rápida. Eileen aprendió un poco más de cada uno de los integrantes de su nueva familia. Como de Carlisle, se enteró que había vivido con los Vulturi durante unos años; de Esme, como tuvo que casarse para complacer a sus padres y el como perdió a su hijo; de Rosalie, como fue convertía en vampiro y como asesinó a su ex prometido y a los amigos de éste; Emmett, que lo había atacado un oso en su época de cazador; y finalmente Alice y Jasper, que se encontraron mucho antes de unirse juntos a los Cullen.

Carlisle pareció un poco sorprendido al enterarse de la manera en la que fue convertida en vampiro, y mucho más ante la mención de su madre, que murió al dar a luz y su padre, hombre que nunca conoció. Mencionó que debía hablar con Edward, contarle todo, por alguna extraña razón. Eileen no preguntó y decidió que lo haría, aunque no de inmediato.

⎯⎯⎯⎯⎯  • ☪ • ⎯⎯⎯⎯⎯

Era la primera vez desde que llegó con los Cullen que no había nadie en casa. Esme estaba trabajando, al parecer era arquitecto; Carlisle estaba en el hospital, Emmett y Rosalie pasando tiempo de calidad en pareja en una cabaña que les habían regalado; Jasper acompañaba a Alice de compras; y Edward había salido con Jacob, el cuál le confesó su antiguo plan.

Eileen se encontraba sola en casa, la cual estaba totalmente silenciosa. Y no iba a mentir, estaba aburrida, quería molestar a Edward o leer revistas con Rosalie, o probarse ropa con Alice.

Miró la hora, dos y media de la tarde. A las cuatro debía ir a Port Ángeles a reunirse con aquel chico que la había llamado rara para hacer un trabajo.

Estuvo un rato en el piano de Edward, solo para poder pasar el rato, hasta que el timbre de la casa se escuchó. Un olor conocido llegó a su nariz y no pudo ocultar la sonrisa que apareció en su rostro.

Corrió hasta abrir la puerta y Paul estaba ahí parado, sin camiseta, le dio una sonrisa cuando la vio y entró a la casa.

—¿Hay alguien más aquí? —preguntó Paul. Eileen negó—. No sabía que tocabas el piano.

—¿Escuchaste?

—Desde unos seis kilómetros pude escuchar —sonrió—. ¿Tocarías algo para mi?

Eileen asintió, sonriendo, le cogió la mano y lo llevó hasta el piano de Edward. Se sentó, con Paul a su lado.

—Sé lo necesario —se justificó—, no soy tan buena como Edward; pero…

—De seguro eres genial. Vamos, toca.

—Con el violín soy mejor.

Paul soltó una risa ronca.

—Toca, me va a gustar.

Eileen rodó los ojos, y tocó lo primero que se le cruzó por la mente. No estaba mintiendo, ni siendo modesta, era en serio que no era muy buena con el piano, había aprendido lo justo y necesario cuando era humana, y Edward, cuando no estaba con Jacob, le enseñaba una que otra cosa, aunque él seguía siendo el mejor.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora