CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE.- una boda feliz

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MARATÓN [ 3/4 ]

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—Recuérdame el porque tengo que ir.

Eileen rió ante la queja de Paul, terminó de cerrar su vestido y se volteó hacia su pareja, que continuaba acostado en la cama sin camisa. Le dio una sonrisa, para poder acercarse a él y plantarle un beso en los labios.

—Porque es tu despedida de soltero, cariño. Los chicos la han organizado para ti.

Paul refunfuñó.

—¿Es necesario que vaya? Yo prefiero quedarme aquí acostadito contigo.

—Bien, eso no se podrá ya que yo iré a mi propia despedida y no se admiten chicos.

—Eso me parece injusto, ¿por qué no puedo estar con mi novia un día antes de nuestra boda?

—Estás especialmente gruñón hoy —rió—. Solo recuerda que mañana a esta hora estaremos casados, siendo marido y mujer, y celebrando nuestra luna de miel en el Caribe, bebé.

—Ves, esa idea si me gusta.

Y en un rápido movimiento, Paul la cogió de la cintura para colocarla encima de él. Eileen rió y después de bromear un poco, lo besó.

Era increíble como el tiempo había pasado tan rápido desde que se comprometió, su boda iba a celebrarse mañana casi al atardecer y no podía estar más emocionada por eso. Aunque debía admitir que los nervios también la dominaban un poco, lo cual podría considerarse algo extraño, ya que nada iba a cambiar entre ella y Paul salvo el nombre de su relación.

Pasarían de ser novios a oficialmente esposos y, de tan solo pensarlo, un sentimiento de felicidad se albergaba en todo su cuerpo. Solo debían pasar una noche separados y al día siguiente estarían juntos para siempre.

Tenía su mente en dos lados, una pensaba en lo feliz que se sentiría al día siguiente, mientras que el otro estaba concentrado en seguir besando los calientes labios de su pareja. No le importaba pasar así su despedida de soltera, bueno, en realidad no le importaba pasar así todos los días de su eternidad.

Sus manos disfrutaban con toda la libertad que tenían de pasearse por el torso desnudo de Paul, o eso era hasta que se detuvieron en el botón de su pantalón, el cual no tardó en desabotonar. Pudo sentir como la cremallera de su vestido era bajada, no dijo nada ante eso, estaba deseando quitarse cualquier tipo de tela de encima y estar más unida a su pareja.

Se separaron en medio del beso, Eileen tuvo que recordarse a si misma que Paul tenía que respirar, pero eso no fue impedimento para empezar a repartir besos desde su cuello e ir bajando de ahí.

—Me gusta mucho este vestido —comentó Paul, quitándole por completo la prenda—, ¿pero quieres que te diga donde me gusta más?

Eileen no respondió, pero con una sonrisa observó como su vestido terminaba en la esquina del suelo de la habitación. No le dio importancia y se lanzó de nuevo a los labios de Paul.

—Tenemos una hora, más o menos —trató de decir entre besos—. Así que por una hora soy toda tuya, lobo feroz.

Gimió al sentir una leve mordida en su hombro, justo al mismo tiempo que su brasier era despojado de su cuerpo.

Paul no respondió sus palabras, pero sus pensamientos era bastante fuertes. Eileen soltó un gemido de sorpresa al sentir como era movida de forma brusca hasta que su espalda chocó contra el colchón de su cama.

Por un momento, la mano de su pareja le acarició suavemente la mejilla, Eileen mordió su labio y luego abrió la boca para dejar que Paul metiera su dedo pulgar en ella. Lo chupó por unos  segundos sin dejar de verlo a los ojos, y gimió cuando fue sacado de manera abrupta y sintiendo como le daba una cachetada.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora