CAPÍTULO OCHO.- el chico odioso

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[MARATÓN 1/3]

Paul estaba cerca, muy cerca de ella. Podía sentir su respiración en la cara, Eileen nunca admitiría que le gustaba mucho que él fuera más alto.

Podía sentir la mano de Paul reposar en su mejilla y acariciarla con el dedo pulgar, Eileen se acercó más a él, si era eso posible.

Esa cercanía le gustaba, de alguna manera le hacía sentir miles de cosas dentro. Eileen juraba que fue por accidente haberle mirado los labios, se veían tan suaves y lo único que podía pensar era que quería besarlo.

«Bésame, bésame, bésame».

Paul tomó un mechón salvaje que estaba cubriendo su cara y lo colocó detrás de su oreja, acercándose más. Estaba a tan solo unos centímetros de besarla…

—¡Despierta! —exclamó Edward en su oído, haciendo que se levantara de un salto.

Eileen se levantó algo desorientada, frotándose los ojos. Edward estaba frente a ella, sentado en una silla con una sonrisa burlona.

—Si sabes que también puedo ver las cosas que sueñas, ¿verdad?

Eileen bajó la cabeza avergonzada.

—Cállate —gruñó—. ¿Qué hora es?

—Agradece que vine yo a buscarte —Edward ignoró su pregunta—. Alice quería venir a ver porque no habías salido de tu habitación, se nos hace tarde.

—Mejor ella que tú —bufó.

—¿Eso piensas? —preguntó. Eileen asintió—. Claro que no, porque no quieres decirle a los demás acerca de que puedes dormir y comer como una humana normal. Si quieres mi opinión…

—No la quiero.

Edward de nuevo la ignoró.

—… deberías decirles. Quizás Carlisle tenga un respuesta para eso.

—La última vez que le dije a alguien acerca de eso me entregó a los Vulturi —confesó. Edward se acercó un poco más—. No quiero volver a sentirme así de traicionada.

—Eileen, nosotros no somos así. Eres parte de nuestra familia y aunque quisiéramos entregarte estoy seguro que Paul y los demás lobos nos matarían primero.

Edward salió riéndose de la habitación antes de que Eileen pudiera golpearlo.

Aunque le costara admitirlo, sabía que Edward tenía razón. Carlisle y los Cullen habían confiado en ella para aceptarla en el clan y no quería, ni debía, guardarle secretos y mucho menos tan importantes.

Tuvo que utilizar su velocidad vampírica para poder cambiarse de manera rápida, de seguro iban tarde solo por esperarla a ella. En el living solo se encontraba Esme, que le sonrió al verla.

—Los chicos ya se fueron —le dijo —; pero Paul está fuera esperándote. Le dije que entrara pero creo que se siente incómodo con tanto olor a vampiro.

—Gracias. Nos vemos, Esme.

Se despidió y salió de la casa. Paul la esperaba frente a un auto negro, nada comparado con los que tenían sus hermano, pero era bonito.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora