CAPÍTULO DOCE.- una visita inesperada

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Eileen volvía a encontrarse sola en la gran casa Cullen. Edward y Alice habían ido a clases ese día; Jasper fue a visitar a unos viejos amigos vampiros para ver si le prestaban ayuda con los neófitos, al igual que Emmett, Rosalie, Carlisle y Esme, todos iban en busca de viejos amigos.

Alice no había declinado en su idea de hacer una fiesta. La verdad es que parecía aún más emocionada que antes, diciendo que ya había enviado todas las invitaciones y que, hasta el momento, ya tenían setenta invitados.

Era raro pensar que Alice conociera a tantas personas, si después de todo no hablaba con nadie en el Instituto, salvo sus propios hermanos y los amigos de Bella.

Eileen quería ayudar en la búsqueda de aliados para enfrentar a los neófitos; pero era inútil en eso. No tenía ni un amigo vampiro, era mejor decir que, aparte de Alec y los Vulturi, jamás tuvo contacto directo con algún otro vampiro (ningún vampiro que conoció en su pasado seguía con vida). El único amigo que tuvo lo conoció en los años cincuenta en Inglaterra y era un brujo de magníficos poderes.

Sabía con exactitud donde estaba porque él, en su despedida, le había dado una especie de libro mágico en donde aparecía su ubicación exacta. Desde hace tiempo la ubicación era la misma: Nueva York.

Eileen no iba a llamarlo. Por supuesto que no. Era una pelea exclusiva entre vampiros y él no tendría ni la velocidad ni la fuerza para derrotar a un vampiro neófito.

Además ya tenía suficiente con sentir que alguno de ellos iba a caer en la lucha como para agregarle otra preocupación.

La puerta principal de la casa se abrió y una persona pasó a su lado como un rayo.

—¿Qué te sucede, Edward? —preguntó.

Edward terminó sentado en su piano, con cara seria. Eileen quería entrar en su cabeza y oír sus pensamiento; pero él se había perfeccionado mucho en cerrar su mente y estaba segura que ahí había algo que no quería que ella viera.

Edward empezó a tocar y la melodía resonó por toda la estancia. Era hermosa y nueva.

No era nada conocido, nada famoso. Edward la estaba componiendo a medida que tocaba. Le había basado algo muy significante como para componer una canción.

«Jacob. Jacob. Jacob», el sonido de los pensamientos de Edward llegaron a su cabeza de manera fuerte, como si hubieran sido gritados por un altavoz.

Edward se detuvo abruptamente y la miró, sabiendo que había escuchado sus pensamiento; pero, antes que pudiera preguntar algo, tocaron la puerta.

El olor de Jacob se hizo presente, Eileen se apresuró en abrirle y dejarlo pasar. No esperó nada más para decirles que iba a salir.

Ellos dos debían hablar, a solas.

Quizás Edward estaba empezando a darse cuenta de que era lo que verdaderamente necesitaba en su vida.

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No estaba en el acantilado. No estaba en el lugar favorito de Paul. La verdad era que no sabía donde estaba, no creía estar en territorio quileute y tampoco en su propio territorio.

El bosque era mucho más grande de lo que alguna vez pensó. Su mente se desconectó, tratando de no escuchar ni lo pensamientos de Jacob o los de Edward y puede que tal haya sido la desconexión que no prestó atención al camino que escogía.

Agradecía no ser humana y que todavía el sol brillaba porque si no habría tenido mucho miedo.

Estaba en una zona apartada, llena de enormes árboles que con el viento emitían un ruido estremecedor. Digno escenario de una película de terror.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora