CAPÍTULO VEINTIDÓS. - de tratados y mordidas

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Eileen sabía que tenía defectos, muchos, y justo en ese momento, para ella su mayor defecto era el poder recordar con claridad las cosas. Lo odiaba. En su mente revoloteaba aquel sentimiento de preocupación cuando llegó a la casa Cullen, empapada y llena de sangre, junto a Paul, que cargaba a Will en brazos.

No fue hasta más tardar esa noche que se dio cuenta de lo que había hecho.

Por primera vez en toda su eternidad había tomado sangre humana, más concretamente la de William, su mejor amigo. Aún en su cabeza no entra la manera o la razón por la que paró, pero lo había logrado.

Logró traspasar su veneno al cuerpo de William, lo había convertido en vampiro.

Habían trascurridos tres días de ese momento, su familia estaba sorprendida por eso; pero luego de escucharla pudieron entender sus razones y después de que William despertara y le explicaran la verdad, no parecía haber nada para reprocharle.

William estaba feliz, había saltado de un lado a otro, emocionado por al fin haber descubierto vampiros reales, más el plus adicional de Paul explicándole que los hombres lobos también existían y que él era uno.

Sí, William estaba muy feliz por eso. Hasta parecía llevarse de maravilla con Emmett y Jasper, los cuales tomaron la iniciativa de enseñarle todo acerca de los vampiros.

Lastimosamente, convertir a Will no había sido algo de lo cual debía presumir. Justo en ese momento, tenía a Sam delante de ella en el living de la casa Cullen, explicándole que el tratado que tenía su familia con la manada se había roto.

Eileen no podía sentirse más deprimida, había metido a su familia, aquella que la acogió con tanto cariño, en un enorme problema con la manada.

—Pero yo estoy bien —intercedió William, sin acercarse mucho a Sam—. Mírame, digo, yo no quería morir y estoy feliz, perro.

—El tratado es claro. Los Cullen no pueden alimentarse o convertir a ningún humano del pueblo. No habla de lo que quieras tú, sanguijuela.

Esa era otra cosa, Sam y William parecían llevarse bastante mal y Eileen dudaba mucho que fuera por el simple hecho de ser especies enemigas.

—Entendemos eso, Sam —habló Carlisle—; pero fue un caso extraordinario. William estaba agonizando, Eileen solo honró su deseo de no morir.

Sam suspiró y le dirigió una mirada herida. Eileen sabía que le caía bien a Sam, y no solo por el hecho de ser la impronta de Paul, pero él también debía ver por el bien del pueblo, de su familia y de la manada.

—Hablaré con los ancianos de la tribu, ellos son los que tienen la ultima palabra en cuanto a este tema. Les explicaré lo que sucedió y abogaré por ti.

—¿En serio? —preguntó esperanzada. Sam le dio una media sonrisa.

—Eres parte de nosotros, de la manada. Te aseguro que no sucederá nada.

Sam la abrazó antes de despedirse de los Cullen e irse. Escucharlo decir esas palabras había significado un enorme alivio para ella, al menos no tendría que preocuparse porque la desterraran de Forks.

—Uy, hasta que se fue —dijo Will—. Que hombre tan amargo, ¿acaso no sabe lo que es una sonrisa?

Las palabras de William hicieron que Paul se acercara peligrosamente a él y le gruñera. Eileen rodó los ojos y sujetó a su novio, deteniéndolo para que no asesinara a su amigo.

—Ustedes dos, dejen de reírse —señaló a Emmett y Jasper, que estaban demasiado divertidos con las peleas de Paul y Will.

—Ahora solo queda esperar la decisión de los ancianos de la manada —dijo Carlisle, tratando de calmar el ambiente—. No pasará nada, Eileen.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora