Infame | Bruno Madrigal

CAPÍTULO VI

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Bruno desapareció, se esfumó de la faz de la Tierra de una noche para otra, quien sabe si se fue de la casa, del pueblo, si se convirtió en arena y el viento se lo llevó. Alma entró la mañana siguiente a su habitación, lo buscó y buscó hasta el cansancio pero nada, ni una pista.

La familia tardó en reaccionar ¿Cómo deberían sentirse ante la pérdida de un familiar que trataron mal? Que era peor ¿Ser hipócrita o estar contentos de que finalmente se fue? No sabían qué decir o hacer al respecto, hubo muchos sentimientos encontrados, la mayoría de arrepentimiento pero nunca salieron a la luz.

¿Qué le dirían a los menores?

— Nada, por qué aquí no se habla de Bruno. — Dijo la abuela haciendo que su nombre se convirtiera en un tabú, una palabra prohibida.

Fue más sencillo hacer como que nada pasó, evadir totalmente la situación antes que razonar y reflexionar si estaban actuando de la mejor manera. Alma reprimió todas sus emociones y actuó indiferente, sembró inseguridad, miedo y temor a su familia acerca de su propio hijo, sus nietos fueron educados con la idea errónea de que Bruno era una mala persona.

Los cuentos que les contaban Julieta y Pepa a sus hijas siempre ponían a Bruno como la manzana de la discordia, el de la mala suerte que terminaba arruinando cualquier situación, el que nublaba los días soleados, envidioso y vil.

— ¿Por qué está prohibido? — Isabela preguntó a su abuela inocentemente.

— Fue una mala persona, sus visiones estaban malditas. —

— Pero el tío Bruno... —

— ¡No lo nombres! ¡En esta casa no se habla de Bruno! — Dictó.

Cada que alguien se le ocurría decir su nombre o algo relacionado, era castigado por la matriarca, aprovechada de ese miedo injustificable pudo controlar las palabras de su familia haciendo que su hijo quedara sepultado en el pasado.

Mirabel lloraba y rogaba por qué su tío volviera, todas las noches miraba a la ventana ilusionandose sobre que algún día volvería y lo vería entrar, la pequeña se había convencido rotundamente de que la mordida que recibió fue por un salvaje animal, todos creyeron firmemente en eso, era la única que no podía ser contaminada por las ideas de los demás.

Pues a su vez, también comenzaba a ser rechazada por su abuela al ser la única que no recibió un don.

Y la razón por la cual Bruno se fue.

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En el pueblo los rumores comenzaron a circular, más crueles que los de la propia familia, inventando historias horripilantes que casi arruinan la reputación de los Madrigal en general.

Conforme pasaba el tiempo, los mitos fueron modificándose y leyendas aparecieron en su nombre, su reputación estaba por los suelos, decían incluso que lo veían merodear a las orillas del Encanto, que podría echarles una maldición.

"Qué bueno que se fue"

"Estamos más tranquilos sin su presencia."

"Solo era un resentido con la vida ¿Podrías creer que sentía celos de sus dos hermanas?"

"¡Sh! No se habla de él."

Solo eran algunas cosas que se hablaban entre los vecinos, una versión retorcida se creó a su alrededor, y vaya que tardaron en olvidarlo.

Odiado terminó.