CAPÍTULO XI

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Los brazos de su hermana lo tranquilizaron después del viaje por su memoria, toda la presión que ejercía su abuela era culpa de Mirabel y de Bruno, Camilo no tenía dudas de eso. Por qué recordaba que mientras él se mantenía ocupado ayudando al pueblo y llegando tarde a casa, Mirabel jugaba con los demás niños sin tener preocupaciones o responsabilidad y eso le punzaba.

No era justo.

— Ve a dormir, ya es muy tarde. — Dolores lo movió quitándoselo de encima.

— Buenas noches. —

Camilo salió de la habitación yendo a la suya, pasó una vez más por la puerta de Mirabel abriéndola un poco, ella y su hermano se habían quedado dormidos juntos, no pudo evitar sentirse herido.

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Los días transcurrieron rápidamente, la ceremonia de Antonio llegó y fue todo un éxito, fue un gran alivio saber que la magia seguía fuerte y seguía bendiciendo a la familia, mientras que para ellos era un momento de felicidad absoluta, para Mirabel fue su perdición.

Oficialmente era la única Madrigal sin un don, le dolió bastante, pero nadie podía saberlo, estaba feliz por Antonio por qué así no tendría que sufrir la desaprobación de su abuela y a la vez se sentía fatal porque nuevamente estaba sola.

Tal como lo predijo Dolores, las cosas volvieron a lo que fueron, Antonio comenzó a ser más cercano a sus hermanos pidiendo consejos sobre su Don y aprendiendo a sobrellevarlo.

— ¡Te dije que las cosas cambiarían! —

— Nunca debí dudar, si Toñito no hubiese tenido una puerta no sé qué hubiera pasado. — Y es que el momento en que Mira acompañó a su primo, todos sintieron que casi no lo lograba.

— Probablemente culparían a Mirabel. — Dolores habló sin pensar.

— No me importa, sigo siendo especial como todos ustedes. — Una voz interrumpió su conversación, Mirabel entraba a la pequeña sala donde estaban ambos hermanos.

— Seguro. — Su sola presencia arruinó el momento alegre de Camilo. — Y por eso quisiste arruinarle la noche. — Se acercó a la defensiva.

— Lo que vi fue real ¿Bien? Nunca podría hacerle algo así. —

— Nadie más vio las grietas Mirabel, solo fue una excusa por qué nunca te cansas de querer sobresalir. — La mirada del camaleón era intensa, si antes no la soportaba ahora menos.

— ¡Me esfuerzo por traer honor a la familia! — Mirabel también se le acercó peligrosamente.

— Pues lo único que traes es vergüenza. —

— ¡Tú eres el que da vergüenza! —

— ¡Ya basta! Camilo discúlpate. — Dolores intervino.

— No. —

— ¡Camilo! —

El chico salió de casita enojado, ni siquiera le tenía un poco de respeto, era una persona insignificante en su vida.

Cuando bajaba las escaleras un pequeño temblor lo sacudió, en el barandal a su costado vio unas pequeñas grietas formarse, quitó su mano asustado haciendo que esas grietas se agrandaran.

Huyó del lugar sin decir nada, Dolores fue tras él.

Mirabel también se fue de ahí, tenía cosas más importantes que hacer como entrar a la torre de su tío y averiguar qué le estaba pasando a la magia, debería encontrar la supuesta visión que nadie vio.

Tan solo de ver su puerta apagada y las tablas colgar de ella le dio escalofríos, se aseguró que nadie la miraba para poder quitarlas, algunos clavos sobresalían, estaban oxidados y la madera era muy vieja.

— Con cuidado, no queremos lastimarnos. — Bromeó sacando cada clavo y bajando cuidadosamente las maderas.

Cuando la puerta estuvo despejada, abrió el cerrojo notando la madera muy pesada, hizo su esfuerzo por abrir y cerrarla sin hacer ruido. Todo lo que la rodeaba era arena, tan fina y suave bajo sus pies.

— Aquí vamos. Tío Bruno, espero que no ocultes na-... — Resbaló atravesando la lluvia de tierra cayendo entre ella. — ¡Puaj! — Se limpió y sacudió levantándose para admirar la infinidad de escaleras que se mostraba ante ella.

Todo era como decían, el ambiente misterioso de su habitación abandonada agradecía que al menos la luz solar entrara por la ventana que se encontraba hasta la cima. El tucán de su primo voló a su dirección haciéndole compañía, eso la hizo sentir segura.

Sin más, empezó a subir los peldaños de barro tarareando una canción para quitarse la tensión y miedo que el lugar le provocaba, al llegar a la cima se las arregló para cruzar del otro lado resbalando por segunda vez pero sin caer al vacío, la cueva del innombrable estaba justo ahí, donde la luz ya no podía alcanzarla.

Mirabel tragó saliva antes de caminar hacia el lugar más tenebroso. Imágenes talladas en las paredes con restos de esmeraldas rotas, grietas y objetos rotos también formaban parte de.

— ¿Qué pasó aquí? — Murmuró cuando en las paredes y suelo vió rasguños con algunas manchas que no sabía que eran ¿Un posible ataque?

Siguiendo su camino entró a la cueva de visiones más consternada que nada, algo muy malo había pasado ahí y era el oscuro secreto que su familia no le quería contar, entonces tendría que averiguarlo por cuenta propia. Cuando la puerta se cerró, entre la arena pudo divisar cristales brillantes dispersos por la zona.

Se arrodilló para atraparlos, al unirlos brevemente esos coincidían, creía que si unía todas las piezas se formaría la famosa visión.

Su cara de sorpresa y terror no se hicieron esperar cuando las piezas que juntó la mostraban a ella. 


Infame | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora