CAPÍTULO XII

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Y cuando unió las piezas de la visión se arrepintió de inmediato, iba a destruir a su familia, a casita, grietas por todos lados, todo se caía y rompía en miles de pedazos. 

— N-no es verdad... Bruno... — Se comenzó a angustiar sin dejar de ver los cristales.

Todo lo que decían sobre él cobraba sentido, los rumores, las crueles leyendas, el rechazo y odio hacia él, no comprendía por qué de todas las malas cosas que podía ver le había tocado la peor ¿Qué era lo que había hecho para merecerlo? ¿Por qué su destino era tan despiadado si ella día a día se esforzaba para mejorar? 

Su respiración se agitó bastante, metida en sus pensamientos no se dio cuenta cuando su padre entró de imprevisto. 

— Miraboo estás lista para... — Cuando vio los cristales brillar se quedó en shock.

— ¡Aayy! — Mirabel se puso pálida, limpiando rápidamente sus ojos húmedos, nadie debería saberlo.

Agustín la hizo de lado mirando con atención el cristal, una tragedia se avecinaba muy pronto y todo marcaba que Mirabel era la culpable. 

— ¿Pa...? Y-yo... Me metí a la torre de Bruno. — Le contó rápidamente lo que había hecho mientras que su padre seguía sin poder reaccionar, debían evitarlo. 

— ¡No deben saberlo! No te metiste en la torre de..., no viste a visión ¡La abuela quiere que esta noche sea perfecta, nada debe salir mal! — Tomó la esmeralda escondiendola en sus bolsillos muy de prisa, alejó todos los pensamientos que su mente comenzó a formular. — No diremos nada. —

Pero sabíamos que Dolores había escuchado todo. 

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Le tensión se sentía en la mesa, la presencia de los Guzmán y lo tranquilos que se veían calmaban brevemente el ambiente, Mirabel no le quitaba los ojos de encima a Dolores que se veía bastante nerviosa.

— ¿Aguacate? —

¡Un segundo! Mirabel solo se descuidó un segundo y el rumor se esparció como pan caliente, primero con Camilo que mutó debido a la sorpresa, Mirabel le rogó con la mirada que se quedara callado, pero fue en vano, su primo comenzó a reír cruelmente.

— Camilo ¿Qué te da tanta gracia? — Su abuela le llamó la atención.

— No, nada abuela, perdón. — Se veía relajado, tenía una oportunidad para quebrar a Mirabel y un solo movimiento le bastaba para hacerlo.

— Camilo... Por favor. — Susurró su prima suplicante.

— ¿Agua? —

La expresión placentera de su primo se sintió como una daga atravesar su corazón, una traición que le carcomía la piel, la impotencia que sentía era indescriptible, sus ojos se cristalizaron.

El camaleón se acercó a su padre y le comentó la situación sin borrar esa estúpida sonrisa de su cara al mismo tiempo que se deleitaba con la expresión de Mirabel.

Félix se ahogó y escupió el agua que estaba bebiendo, ni lento ni perezoso corrió a contarle a su esposa que obtuvo la misma reacción.

— Qué ella... ¿¡Qué!? — La nube de pepa cobraba intensidad, los relámpagos podían verse.

— ¡Pepa! La nube — La abuela podía notar lo nerviosos que comenzaban a comportarse.

La tensión creció al igual que el temor al pronunciar el nombre prohibido. Las grietas comenzaron a aparecer empezando por el lugar de Mirabel, ella se alarmó sintiendo como la ira se apoderaba de ella, nunca se lo perdonaría a Dolores ni a Camilo.

— ¡Lo hicieron a propósito! — Gritó sin contenerse, todos los invitados la voltearon a ver asombrados.

— ¡Ya deberías hacer tu propuesta! — Agustín intervino tratando de calmarla.

— ¡MIRABEL! — La abuela se levantó estupefacta.

Julieta se quedó helada, decidió callarse como siempre lo hacía.

Las grietas comenzaban a rodear el comedor, Mirabel se ponía cada vez más ansiosa y cuando miró que los animalitos de Antonio se robaban los cristales a su vez que los formaban en una bandeja, todo se vino abajo.

Las lágrimas se desbordaban entre sus mejillas, hizo el intento por recuperar la visión, pero esta cayó en las manos equivocadas.

— ¡MIRABEL VIO LA VISIÓN DE BRUNO, SALE EN ELLA, ¡DESTRUIRÁ LA MAGIA Y ESTAMOS PERDIDOS! — Dolores gritó aterrada.

Alma permaneció en su lugar sin quitar los ojos del cristal verdoso, su pecho hizo una presión donde el dolor salió a la luz, todo a su alrededor se volvía incierto, el caos que provocó su nieta era alarmante.

La lluvia se provocó empapando a todos, los Guzmán huyeron ante tal escándalo y la familia salió detrás asustados.

— ¡Te odio! — Isabela le gritó.

— ¡Luisa, espérame! —

— ¡¿Qué has hecho Mirabel!? —

— ¡De verdad no estoy haciendo nada! E-es la visión de Bruno... — Mirabel sabía que jamás se lo perdonarían, la noche fue una catástrofe.

Los hermanos aparecieron en el marco de la puerta solo observando su desgracia, inmóviles como piedras.

— ¡¿Qué han hecho!? —

— ¿Nosotros? Pero si tu eres la de la visión Mirabel, es tú culpa. — El de rizos parecía que amaba verla sufrir.

En su corazón no había espacio para el odio, la tristeza o el enojo, mas ahora, esas emociones comenzaban a surgir de forma impulsiva, todo lo que había reprimido durante años salía finalmente sin tener control sobre ello. 

Las ratas se llevaron los pedazos del cristal pasando por sus pies lo que llamó la atención de la rizada, los siguió hasta el segundo piso donde se adentraron detrás de un cuadro, ella los siguió buscando una explicación, cuando movió el cuadro notó que había un hueco.

Desde el interior de Casita, había pasadizos donde las grietas también podían apreciarse.

Una de las ratas pasó debajo de ella llevándose el último pedazo de esmeralda, la ratita se elevó y el relámpago dejó ver a esa persona que nunca esperó.

— ¿Q-qué...? — Mirabel jadeó, era su imaginación o de verdad había visto al Tío Bruno.

Se quitó las gafas y talló sus ojos, un segundo relámpago lo iluminó y confirmó que efectivamente, no estaba soñando.

Después desapareció.

Mirabel lo persiguió buscando el rastro en los pasadizos, había mucho polvo y tierra que se levantaba cuando corría.

Tras un descuido las vigas de madera colapsaron haciéndola caer, astutamente se aferró a un pedazo de bambú.

— ¡Ayúdame! — Gritó, trató de escalar, pero el bambú se rompió, cayendo bruscamente.

El impacto con el suelo dolió bastante, eso y todo el polvo que se acumuló no le dejaron ver con claridad, tosía reincorporándose, pero una segunda ronda de vigas cayó sobre ella golpeándola en la cabeza.

Bruno bajó con cuidado, alejó el polvo con su ruana y miró a su sobrina aplastada por las vigas.

Rápidamente las empujó, la movió para ver si estaba consciente, Mirabel no respondía, tomó sus gafas que estaban a un lado, afortunadamente no se rompieron, pero si se fracturaron, las guardó en su ruana y con mucho esfuerzo la arrastró lejos de las vigas.

Un rastro de sangre se impregnó en el suelo, su cabeza presentaba una herida y en su carita había raspones. 

Infame | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora