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Las gotas de sangre parecían hacer eco en toda la habitación, una tras otra caía lentamente sobre las hojas que se pintaban de rojo, inclusive el color brillante de su vestido se había perdido entre el líquido, indistinguible a la vista.
El rosal seguía moviéndose, apretando cada una de sus extremidades, hundiéndola poco a poco al mismo tiempo que absorbía su vitalidad, Isabela perdió toda fuerza viviendo sus últimos momentos como los más dolorosos.Hasta que finalmente dejó de respirar, un último quejido, un último aliento y así como su muerte llegó, sus mismas creaciones sufrían con ella. Algunas simplemente se desmoronaban convirtiéndose en polvo, otras se veían opacadas y lo que más le sorprendió a Bruno fueron las raíces que empezaron a escalar entre paredes, fuertes y resistentes que bloquearon todo a su paso, debía salir de ahí cuanto antes.
La puerta se vio inaccesible inmediatamente, la única manera que veía como posibilidad fue una ventana en la cima de la cual las raíces aún no eran capaces de llegar, andando supo escalar ágilmente y con trabajos pudo salir casi ileso de su crimen.La mañana sonreía como un nuevo despertar, en el horizonte el sol renacía entre montañas levemente opaco pues los rayos aún no tocaban a Casita Madrigal, a sus espaldas la oscuridad reinaba tan fría y siniestra. Bruno tambaleó cuando las tejas temblaron agrietándose en el marco de la ventana, las enredaderas se presionaron en su contra empujándolo hacia afuera, debería ser más rápido.
Antes de que pudiera bajar algo le llamó la atención, algo muy peculiar. Incluso desde esa distancia podía observar el pueblo de Encanto, como Isabela había dejado huella en él por qué de las flores que los habitantes tomaron, también se veían marchitadas ante su deceso, siendo testigo del decaimiento de las plantas no pudo evitar sonreír satisfecho.— Y entonces el encanto del pueblo se volverá horror. — Recordó las mismas palabras que le había dicho a su madre, profecías que se volvían realidad.
Las flores se tornaron cafés, se caían sus delicados pétalos que el viento arrastraba. Un paisaje sombrío que le daba la bienvenida a una nueva era de crueldad liderada nada más y nada menos que el mismo terror de Encanto.
— ¡Bruno! — Gritaron.
Él volteó en dirección donde creyó haberlo escuchado, en la otra zona boscosa donde aún no se iluminaba por el ardiente sol, pequeñas ráfagas de fuego iban hacia él. Aproximadamente doce hombres con sus corceles regresaban tras una noche fatigosa donde buscaban al innombrable sin éxito alguno, aún así no lograron visualizarlo.
¿Qué significaba eso? ¿La cacería por su cabeza había comenzado? ¿Quién fue el que se atrevió a hacer tal insensatez?La sonrisa se borró de sus labios tan pronto como los hombres desaparecieron entre las calles del pueblo, para ese punto ya se esperaba que alguno de los Madrigal hubiera descubierto todo lo planeado, que más daba, el verdadero caos no tardaría en ocurrir. Mientras casita resistiera un poco más y la vela siguiera parpadeando, reduciendo su poder, no tendría problemas en eliminar a los restantes.
— ¡Casita! — Le ordenó. Las raíces lograron expandirse más allá de la habitación de Isabela, ahora bajando por el borde de las paredes de afuera. Las tejas se movieron cuarteándose demasiado, en cualquier momento se romperían. — Bájame. — Y tal como lo dijo, ella lo obedeció una vez más.
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Aún cuando todo parecía estar bajo una nube de melancolía y tristeza desgarrando sus corazones, los pocos familiares que conservaban la cordura mantenían un resplandor de esperanza-esperando a que el día de mañana todo fuera diferente y pudieran recuperarse del tormento que los separaba los unos a los otros. Jóvenes como Luisa que se esmeraba en su positivismo calmando la ansiedad reprimiéndola en sus adentros, que demostrara la fuerza que poseía, invencible, imparable, que no se le viera llorar en las noches o mutilándose para "alivianar" la carga sobre sus hombros. Pequeños como Antonio, que no perdía la inocencia de su sonrisa al hacer reír a su madre, contándole chistes o cuentos para que la lluvia en su cabeza cesara y pudiera salir un bonito arcoíris. O conmocionados como Camilo, perteneciente a un estado de alteración que al mismo tiempo le prohibía expresar su interior, cegado por el shock no había tenido la oportunidad de vaciar las lágrimas de sus ojos, la ira de sus puños y el dolor de su pecho.
Los espejos reflejaban destellos que iban en diferentes puntos de su habitación; desordenada, sucia, oscura. Con los cajones de fuera con sus prendas regadas por todo el espacio, con el telón a punto de caerse, con los reflectores parpadeando continuamente, la exposición de su angustia era evidente, nadie se había atrevido a entrar y preguntarle como estaba, había sido olvidado.
Arrastrándose por su cama envuelto entre las sábanas no dejaba de pensar en Dolores, acariciando el cristal de esmeralda pasando sus dedos por cada figura contorneándola ni siquiera tenía la fortaleza para dar el anuncio, había descubierto al asesino. Eso solo podía generar más pavor en su familia que no tardaría en colapsar, si no es que ya lo habían hecho.
Los suspiros escapaban inconscientemente, sus manos no se despegaban de la visión, era hipnótica, no se imaginaba la magnitud de las torturas que tuvo que pasar."¿Te acuerdas cuando jugabas con ella?" Recuerdos de su infancia aparecían en su mente, los dos siendo tan pequeños yendo de un lado a otro, intercambiando juguetes, peleas amistosas, abrazos, caricias, besos, palabras de aliento porque ese amor de hermanos siempre estuvo ahí creciendo día a día, brindándoles el apoyo y calor que los llenaba, reforzando sus lazos fraternales.
"Solo con ella podías hablar, solo con ella podías llorar" De esas noches cuando él tenía pesadillas e iba corriendo a la cama de Dolores, entre lágrimas contándole, buscando consuelo en sus brazos y dulce voz que le cantaba canciones de cuna, para que siga soñando, que ahí estaba seguro.
"¿Te acuerdas cuando hablaban de la muerte?" Decían que era un futuro muy lejano, que lo harían cuando estuvieran viejos y acabados, parapléjicos, con el pelo blanco por las canas, llenos de arrugas y con un montón de nietos corriendo a sus alrededores. Qué, aunque tuvieran miedo de desaparecer de este mundo, sus almas seguirían juntas en el más allá incapaces de separarse.
Pero ahora solo era un montón de huesos enterrados, carne en estado de descomposición, piel muerta, no había nada que salvar, su hermana ya no estaba con él y fue tan prematuro su fin que no le dio tiempo ni de reaccionar.
Las gotitas cayeron sobre la esmeralda, pequeñas lágrimas saladas que por fin salieron.Camilo apretaba con fuerza la visión poniéndola frente a él, su estómago se revolvió producto de la repugnancia que sentía hacia su tío.
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Infame | Bruno Madrigal
Fanfiction"Si los rumores de Bruno fueran ciertos, entonces no habría final feliz." ➞ Bruno Villain AU