CAPÍTULO XVII

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Con Julieta incapaz de preparar remedios en forma de comida, Mirabel retenida siendo manipulada, Alma en constante presión y algunos miembros fuera de casa, Bruno tenía la ventaja de poder comenzar a poner el desorden, la manzana de la discordia.

A la intemperie de la noche, cuando su pequeña sobrina se había quedado dormida sobre sus brazos, él aprovechó la oportunidad escabulléndose delicadamente saliendo de las paredes. Con uno de los cristales en su mano y un disco de acetato en la otra, empezaría todo el caos, Encanto se pintaría de rojo.

Caminando por los corredores ya no podía sentir ese cálido ambiente de Casita, en su lugar todo era tan frío y deprimente, en una de las paredes estaban todas las fotografías de la familia, de cada miembro y algunas decoraciones colgadas, en el centro una gran foto adornaba gran parte; todos se veían tan felices abrazados los unos a los otros.

Tomó el marco y lo tiró al suelo, con desprecio lo pisó haciendo que el vidrio se rompiera.

De nuevo las grietas salieron en ese mismo sitio.

— No te compadezcas de nadie. — Se dijo a sí mismo mientras trataba de colgar el cristal sobre la pared.

Casita lo empujó y si no fuera por la rapidez de Bruno, este se hubiera roto.

— Ya había arreglado esto, en fin, siempre hay más opciones. — Pasó su mano por las fisuras que desaparecieron de inmediato.

Siguiendo con su cometido se acercó a la mini sala donde tocó nostálgico el fonógrafo y con lentitud colocó el vinilo de ópera, la aguja bajó y se reprodujo la melodía, se escuchaba tan desgastada y de muy mala calidad, pero era una de sus favoritas, también modificó el volumen a uno muy bajo.

Echado en uno de los sillones encendió su pipa, ahora solo tenía que esperar, mientras tanto la hermosa voz del soprano le hacía compañía.

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En sus sueños más profundos, imaginando que el día de mañana Mirabel aparecería y todos volverían a ser unidos... Se vieron interrumpidos por el lejano eco de la tonada ¿Qué era eso? Sus ojitos se abrieron poco a poco mirando a través de la oscuridad, esa voz le era tan familiar.

Dolores terminó de despertarse cuando la melodiosa voz alcanzó una nota alta, aquello era muy inusual y lo ignoró brevemente removiéndose entre las sábanas.

La interpretación en vez de relajarla y reconciliar el sueño tuvo efecto contrario. Se levantó y acomodó el tirante de su camisón, eso la comenzaba a alertar de que algo estaba ahí afuera, por qué sabía que ningún miembro de su familia podría poner algo como eso, a nadie más le gustaba a excepción de... Lo mejor era regresar a la cama.

Bien pudo hacerlo y olvidarse de todo, sin embargo, su curiosidad pudo más que ella.

Sus pies descalzos tocaron el frío suelo y su oído bien desarrollado le ayudaba a saber que el sonido venía del piso de abajo. Abriendo su puerta salió y se asomó.

Bruno por otra parte se camufló, la víctima ya había despertado así que no tenía tiempo que perder, se levantó y con cautela subió las escaleras despistando a su sobrina con las ratas.

— ¡AH! — Cuando ellas caminaron hacia su dirección y sobre el barandal del balcón se asustó bastante, ellas le hicieron señas. — ¿Qué? — Su hermanito, el que podía hablar con los animales ¿Estaba detrás de eso?

Tras unos segundos tratando de adivinar qué era lo que pasaba, una, finalmente señaló el fonógrafo.

— Oh, quieren que lo apague. Está bien, me gusta de todas formas. — Y con ese sencillo movimiento, el mayor pudo colarse en la habitación de Dolores mientras que ella retiraba la aguja del vinilo.

Ella regresaba tranquilamente a su habitación, tras cerrar la puerta había firmado su sentencia.

Un golpe, un grito y un chasquido hicieron que terminara inconsciente en el suelo, arrastrada por sus brazos hacia el centro de su cuarto, en plena oscuridad y con el frío acompañando su piel al descubierto.

Bruno conocía cada aspecto de su propia familia, los había estado espiando durante diez años, sabía sus aficiones, sus sueños, sus más grandes pesadillas y terribles secretos. Sabía que Dolores tenía un compartimiento donde el sonido se aislaba completamente, donde podía descansar un rato de las mil cosas que escuchaba a diario.

Con fuerza la pudo arrastrar hasta aquellas puertas en la pared y abriéndoles de par en par se adentró.

Quién sabe qué ideas retorcidas guardaba en su mente, qué planes tan despiadados ejecutaría ahora mismo, aprovecharía los dones para ponerlos en su contra, nunca debieron haberlo subestimado.

Los brazos atados detrás suyo le impidieron forcejearse, su sobrina estaba sentada y presa en una de las sillas de aquella cabina bien ordenada y personalizada, toda la esencia de la morena estaba plasmada en cada rincón, pacientemente, el de las visiones esperó a que despertara mientras rebuscaba en su estante los libros y acetatos de colección, tirándolos uno a uno con rechazo.

— Por suerte traje el mío. — Sin nada que le agradara de la estantería, sacó su propio disco y lo colocó en el tocadiscos que estaba a su lado, siempre el botón de volumen marcando el mínimo.

Segundos, minutos, momentos de aburrimiento, de soledad y silencio. No podía esperarla toda la noche, no tenía el tiempo para hacerlo.

Bruscamente la tomó de sus pómulos y susurró unas palabras, instintivamente Dolores comenzó a despertar lentamente y muy desorientada, el brillo del ojo de Bruno fue lo primero que visualizó, es como si él pudiera ver hasta lo más profundo de su alma, le había robado el aliento.

— ¿Q-qué? — Murmuró y trató de moverse, pronto se dio cuenta que no podía hacerlo y que lazos apretaban su piel fuertemente.

— Buenas noches, bella durmiente. —

— No me puedo mover ¿Q-quién es...? — Claro que la nula intercepción de luz le prohibía ver, además de su reducido campo visual, consecuencia de la paralización.

— Pero si tú lo escuchas todo, ya deberías saber quién soy. — Las huesudas manos de su tío se postraron en su cuello bajando por sus hombros.

Escalofríos y temblores se produjeron ante el tacto, nada estaba bien, estaba en peligro.

— ¿Q-qué quieres? ¿P-por qué yo? ¡Libérame! — Alzó la voz siguiendo, intentando desatarse, la adrenalina y corazonada de que algo muy malo estaba a punto de pasar iban en aumento.

— ¿Por qué haría algo como eso? ¿No irás corriendo a decirle a los demás? Nunca puedes callarte. —

— ¿Tío... Bruno? — Finalmente, lo encontró.

— Yo soy. — Susurró en su oído. 




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˗ˏˋ Notas del Autor ˎˊ˗

Actualización con motivo de mi cumpleaños JAJAJA.

Ay, ya puse la tensión, sigan leyendo para saber qué sucederá!!


Infame | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora