CAPÍTULO XVIII

701 88 123
                                    

. . . . . . ╰╮˗ˏˋ ★ ˎˊ˗╭╯. . . . . . .

La respiración en su oído y sensación de hormigueo en su estómago la ponían nerviosa, finalmente, aquel hombre que estaba prohibido, estaba ahora detrás suyo, actuando anormal y sospechoso, tenía miedo, mucho miedo ¿Qué era lo que quería?

Dolores por el pequeño shock sorpresivo tenía muchas preguntas que hacer y las palabras simplemente no salían de su boca.

— S-suéltame, por favor. — Rogaba.

Bruno caminaba a sus espaldas, yendo y viniendo.

— ¡Tío Bruno! T-te lo pido... —

— Creí que no eras capaz de escuchar música, debe ser abrumador oír todo lo que la gente dice, y más si están hablando de ti. —

— ¿Qué dices? —

— Malos gustos, no sé si llamarle música a eso, pero ya lo verás ¿Quieres oírla? — Fue entonces cuando bajó la aguja y la melodía comenzó a sonar.

Hasta ese momento era tolerable el volumen, sin embargo, ella ya podía hacerse una idea de lo que iba a pasar.

— ¡Ah! ¿No te parece hermoso? — Bruno hacía ademanes en forma de admiración a la clásica pieza. — Pero creo que el volumen está muy bajo. —

— ¡Bruno! Déjame ir. — Antes de que pudiera hacer otro movimiento, Dolores lloriqueaba.

— No hemos llegado a la mejor parte todavía. —

— ¿¡Por qué yo!? ¿Qué quieres? ¡Dímelo! — Sus lágrimas rodaron por sus mejillas.

Ella no entendía bien lo que estaba pasando, por qué nada tenía sentido ¿Por qué había aparecido su tío? ¿Por qué ahora la tenía presa? ¿Qué buscaba? Trataba de hallar respuestas pues él no tenía intenciones de decirle directamente, lo peor de todo es que estaba temerosa, por qué sabía qué era una persona perversa, siempre le habían advertido que tuviera cuidado, uno nunca sabe qué horribles cosas pueda provocar.

— No te hagas la víctima, Dolores ¿No te has puesto a pensar que la desaparición de Mirabel fue... tu culpa? —

— ¿Qué? —

— Si tan solo te hubieras callado, si tan solo hubieras cerrado la boca, Mirabel no se hubiera ido. — Sus palabras eran tan afiladas que le cortaban el corazón.

— Yo no... ¡No pensé que eso i-iba a pasar! — Eso se sintió como una daga, él tenía razón.

— Pues ya pasó. Tú prima posiblemente esté muerta y todo por qué no supiste guardar un secreto. —

— ¡No! — Sollozando debía aceptar la culpa, Dios, todo esto ella lo había provocado. — Nunca quise hacerle daño. —

Bruno sonrió complacido, usar a su sobrina de rehén fue más que placentero, pues no estaban tan alejados de la realidad.

— El daño está hecho Dolores, lástima que Mirabel no pudo escuchar tus disculpas. — Con su mano en el pecho fingió tristeza.

Dolores cabizbaja seguía lamentándose y llorando, dejando escapar suspiros.

— Que triste... Ah, vamos ¡Brindemos por Mirabel! Por qué fue una gran persona y llenó nuestros corazones de alegría. —

— ¿Brindar? —

— Y qué sería de una celebración sin música. — Al girar el botón el volumen se elevó considerablemente, Dolores gimió aturdida sin poder cubrirse los oídos.

Infame | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora