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La noticia se esparció por todo el pueblo, los Madrigal no dieron detalles, de hecho, ni siquiera los invitaron al sepulcro, esto era un momento íntimo, un momento oscuro para la familia.
Pero, Inevitablemente la gente llegó a dar el pésame a la familia, muchos se aguantaron las ganas de cuestionar qué era lo que provocó la tragedia, tan solo mirar las enormes nubes grises por la zona provocadas por Pepa eran claras señales de quedarse en silencio. Ella, en cambio, no podía dejar de llorar y lamentarse, su ropa yacía empapada al igual que la de su esposo que la abrazaba sintiéndose tan destrozado.
Alma, parada frente al ataúd de su nieta, reflexionaba profundamente sobre el acontecimiento, recordando los términos que Bruno le había explicado, pero ella se negaba, no creía que ese sueño tuviese efecto en la vida real, tan solo una pesadilla que no valía la pena recordar.
— La muerte no es el final, sino el comienzo de una nueva vida con Dios, Dolores Madrigal, que el señor te lleve y acompañe en el camino hacia la vida eterna. — El sacerdote completaba la oración para poder finalizar y que su ataúd fuera enterrado.
El ambiente arrastraba una enorme aflicción, eterno dolor que desgarraba a la familia, que se preguntaban todo el tiempo "¿Por qué?" y "¿Quién?". El duelo recién comenzaba, aunque para el matrimonio de la difunta expresaban sentimientos de ira, frustración y enojo, miembros como Camilo o Alma seguían en negación, incrédulos, en trances que les impedían manifestar sus emociones.
Pero todos compartían esa misma herida de perder a un ser querido, un miembro importante en la familia, una joven la cual tenía toda una vida por delante, llena de sueños y esperanzas.
Uno a uno se fue despidiendo, susurrando palabras y hablándole con la creencia de que ella podía escucharlos, que ahora estaba junto al abuelo Pedro contándole todas las cosas maravillosas que vivió.
— Cada minuto sin tu piel, se me va secando la voz, y estoy aquí, junto a tu tumba sin sol. No hay precio que no pagaría por decirte estas palabras. — Su madre dijo con suavidad, abrazando la lápida.
— Pepi, despídete. — Félix no se había separado ni un poco de su esposa.
— Dónde yo... — Murmuró.
Los Madrigal se marcharon, caminando por el césped mojado, todos vestidos de negro volviendo a Casita, a mitad de camino, la pelirroja se abatió desconsolada, una razón para volver lo más pronto posible.
— ¡Pepa! —
La única que permaneció ahí, veía de lejos las siluetas de sus familiares alejarse.
Ahora sobre la tumba, Isabela dejaba grandes manojos de camelias y rosas, decorando de más para demostrar todo su cariño. De cuclillas se puso y se despidió de su prima, aquella con la que jugaba cuando eran niñas, aquella a la que le contaba todos sus secretos y compartían sus noches. Sus lágrimas cayeron sobre la tierra y tomaron forma de pequeños pétalos marchitos.
— ¿Quién sería capaz de algo así? — Se preguntó inútilmente.
Alguna persona tan horrible que odiara a Dolores, que fuera insaciable, perverso, malvado, de todas las personas del pueblo ¿Quién encajaba en el perfil? Buscaba en su mente, Encanto era un pueblo lleno de paz y alegría, no había espacio para la negatividad o maldiciones, tenía que ser alguien de fuera que vino a contaminar el ambiente sereno que se había mantenido hasta entonces.
— ¿Qué había hecho Dolores para merecerlo? — Es que no encontraba explicación.
Hasta que en los espacios más recónditos de su mente logró captar una pista.
Para que alguien tuviera el valor de enfrentarse y robarle el alma a su prima, ella debió hacer algo primero, algo que hiciera enfurecer a su agresor ¿Y qué había hecho? Liberar secretos.
Por qué sabía que nunca podía permanecer en silencio.
— ¿M-mirabel...? — Haciendo memoria, días antes Dolores había arruinado la cena de propuesta contando a todos lo que había hecho su hermana.
Pero no, no podría ser ella ¿Mirabel? ¿En serio? ¿Ella podría estar detrás de esto? Quizá detrás de su fachada amistosa y heroica se escondía el rencor almacenado del rechazo que había sufrido. Entre más lo pensaba más sentido tenía su teoría.
— P-por eso... Está huyendo. — Complementó.
Al levantarse el mareo de la revelación la hizo tambalear, todo encajaba perfectamente como un rompecabezas, o estaba segura de eso.
Tenía que averiguar qué es lo que pasó, si su hermana fue la autora o sí estaba equivocada, y vaya que rezaba porque lo estuviera, por qué no podría soportar que Dolores fuera asesinada por Mirabel, ni ella ni la familia estarían listos para tal descubrimiento.
— No te preocupes primita, esto no se quedará así. — Apretó sus puños.
Con un poco más de valor consumida por la duda y enojo, regresó a su hogar entre el viento y la lluvia, con los truenos detrás persiguiéndola.
Empapada entró casi azotando la puerta, en la cocina miró a los adultos consolándose y abrazándose, a su derecha a sus primos en silencio, cada uno en su propia angustia. Subiendo las escaleras y con rapidez cual rayo, se colocó frente a la puerta de la habitación de Mira, antes de que pudiera tocar el cerrojo una mano la detuvo.
— ¿Isabela? — Su abuela la miraba dominante, pidiendo explicaciones sin decirlo.
— Necesito entrar. —
— ¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres hacer ahí adentro? —
— Abuela ¡Por favor! Necesito entrar. — Isa se veía agitada, no tenía tiempo que perder, entre más rápido supiera quién hizo esto, más rápido acabaría todo este lío.
— Isabela, mírate, míranos ¿De verdad crees que es momento de preocuparte por esto ahora mismo? —
— ¡No me estás escuchando, digo que tengo que entrar! — Alzó la voz perdiendo la paciencia.
— ¡Isabela! — La abuela la regañó, su nieta pronto se percató de su forma tan mal educada de hablar.
— ¡Perdóname! E-es que, n-no puedo... —
— Tranquila mi niña, sé que todos estamos estresados y no podemos contenernos, debemos ser fuertes. — La quiso abrazar y antes de hacerlo ella se alejó. — Yo sé que te duele tu hermana... Pero la muerte de tu prima es lo más importante ahora. —
— E-es que... Creo que... Mirabel puede estar detrás de esto. — Sus ojos llorosos la miraron.
Alma ahogó un grito.
— ¿Qué? —
— Por eso debo entrar... Sí ella está relacionada o, si hay algo que podamos encontrar para saber qué es lo que pasó. —
Alma se abrazó a sí misma sintiendo el viento azotar su piel, pensativa.
Después de todo, Isabela nunca decía mentiras.
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Infame | Bruno Madrigal
Fanfiction"Si los rumores de Bruno fueran ciertos, entonces no habría final feliz." ➞ Bruno Villain AU