CAPÍTULO XIX

633 82 78
                                    

. . . . . . ╰╮˗ˏˋ ★ ˎˊ˗╭╯. . . . . . .

El cuerpo inerte de dolores quedó en el suelo después de que Bruno la desató, las marcas de los lazos sobre sus brazos estaban al rojo vivo.

En silencio "limpió" la escena del crimen, guardando cualquier evidencia como los discos y la herramienta de tortura, sus manos estaban pintadas, así como manchas en su rostro y ruana, el olor férreo de la sangre llegó a sus fosas nasales, por lo que nuevamente miró sus manos y por instinto su paladar probó el líquido carmín.

A diferencia de la sangre común, la de Dolores la notaba un poco salada, tal cual era.

Bruno había asesinado a su sobrina, le arrancó la vida y la hizo sufrir antes de hacerlo. Sin remordimiento, sin pesar, sin una carga sobre sus hombros, se fue dejando una marca en la vida de su familia.

. . . . . . ╰╮˗ˏˋ ★ ˎˊ˗╭╯. . . . . . .

Por la madrugada, Pepa se despertó de golpe, tenía una sensación de angustia y el pecho le dolía, removiéndose en las sábanas ese sentimiento no desaparecía, nunca le había pasado algo similar.

Sin más, se levantó ya dándose cuenta de que el sol estaba saliendo, rara vez madrugada, pero se sentía bastante inquieta.

Haciendo su rutina matutina se alistó para comenzar el día.

— Pepi ¿Qué haces tan temprano? — Su marido le dijo apenas despertando.

— Tengo un sentimiento extraño. — Y es que su rostro se veía tenso, mientras arreglaba su vestido se dirigió a la puerta. — Vuelve a dormir. —

Saliendo de su habitación, la mañana se sentía tan fresca a excepción de que no había sol, el día amaneció nublado y se veía deprimente.

Yendo por los pasillos, se encontró con la puerta de Dolores.

— ¿Dolores? — Sus ojos se abrieron de golpe, estaba apagada.

Sin pensarlo dos veces, corrió y la abrió de golpe, debajo de ella grietas estaban plasmadas sin extenderse más allá del corredor.

— ¿¡Dolores?! — Gritó buscando en su habitación, mirando a través de las ventanas, una y otra vez llamándola.

Al estar frente a las puertas blancas con detalles en dorado, su corazón latía con intensidad presintiendo que su hija única estaba ahí, y que lo que encontraría la dejaría perpleja.

El viento rugió fuertemente moviendo las hojas de los árboles, las nubes se veían tan grises y pesadas, era perfecto para la tragedia de la que pronto se enterarían los Madrigal.

Los gritos horrorizados se escucharon por toda Casita que finalmente despertó. Los demás miembros salieron de sus respectivas habitaciones demasiado confundidos y apenas despejándose del sueño.

Las tejas temblaban y los azulejos movilizaban a cada persona para que fueran a ver a la pelirroja.

— ¿¡Qué pasa!? — El primero en acudir al llamado fue Camilo, pues su habitación estaba a lado y fue el que mejor pudo escuchar todo.

La escena era aterradora, un gran charco de sangre estaba por debajo de su madre que sostenía el cuerpo de su hermana bañada en rojo. Ella gritaba y lloraba pidiendo que la morena despertara al mismo tiempo que le pedía ayuda.

Al parecer había sido todo un ataque, sus cosas personales estaban regadas por el suelo, la silla tirada a un costado, los discos rotos y las hojas de los libros empapadas de su mismo líquido.

Infame | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora