CAPÍTULO III

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Era muy común que Bruno sufriera de insomnio, rara vez dormía temprano y cuando lo hacía siempre despertaba por las madrugadas siendo incapaz de conciliar el sueño.

Atormentando por las visiones, los comentarios de desprecio de su familia, frustrado con la vida y por qué lentamente estaba muriendo, muchas veces lloró y rogó que el don que le fue concedido se le fuera arrebatado porque solo lastimaba a los demás.

Sin tener una sola compañía, comenzó a hablar consigo mismo, murmurando y susurrando, sabía que estaba perdiendo la cabeza, pero este maltrato lo llevaba cargando desde hace años y le estaba costando cada día más seguir adelante.

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— ¿Por qué no puedo ir con el tío Bruno? — Mirabel estaba muy confundida, ella solía pasar mucho tiempo con él y ahora... estaba prohibido.

Julieta no sabía que decirle a su pequeña.

— ¡Nos empujó del carrito Mirabel! Es un tío muy malo. — Camilo en cambio, aún no superaba el "accidente", aunque no vio como lo hizo, Isabela dijo que esa era la verdad e Isa nunca mentía.

— ¡Fue un accidente! — Le gritó molesta.

— ¡No lo fue! — Le respondió.

— ¡Qué sí! —

— Cálmense, no griten. — Julieta intervino. — El tío Bruno no está... bien para poder verlo mi amor. — Y esas palabras le dolían.

— ¿Está herido? ¿Por qué no lo curas? — La de lentes se preocupaba mucho.

— Por qué... es un tipo de dolor diferente que no puedo curar. — Julieta trataba de no verse vulnerable, no que Mirabel viera que la familia se estaba cayendo a pedazos.

— ¿Por qué? —

— Mi mamá dice que está loco. — Camilo jugaba con los carritos de la guardería.

— ¡Camilo! No digas eso. —

— También la abuela, Dolores me dijo que la escuchó decir que se estaba volviendo completamente loco. —

Y no se estaba equivocando.

Por la tarde, cuando el sol ya se estaba ocultando, los Madrigal regresaban a casa, cansados por sus actividades anhelando un poco de pan y leche, Julieta estaba ocupada en la cocina preparando la cena, los niños jugaban alegremente y los demás adultos descansaban un poco o se concentraban en sus propios asuntos personales.

— ¡SOY EL TÍO BRUNOO! — Camilo se colocó una sábana verde y asustó a sus primas.

— ¡Nooo! — Todas corrieron riendo mientras eran perseguidos por su primo.

— ¡Eso no es divertido Camilo! — La única que no parecía contenta con la broma era Mirabel.

— ¡Voy a ver tu futuro y morirás! — Gritó tratando de asustarla, ella solo rodó los ojos sin mostrar temor.

— Le diré al Tío Bruno. — Le sacó la lengua y corrió lejos de ahí yendo a la torre del mencionado.

— Que amargada. — Isa gruñó.

Mientras que los niños jugaban y corrían por la casa, Mirabel quería ver si su tío estaba bien ¿Cómo podía curarlo? Quizá si se lo pregunta él le diría. Sin tocar la puerta entró, ya no recordaba como era su habitación; tan grande con un montón de escaleras, sin embargo, se sentía rara, la atmosfera se sentía triste y melancólica.

— ¿Tío Bruno? Soy yo, Mirabel. — Entró cerrando la puerta con cuidado, se abrazó a sí misma sintiendo mucho frío.

No hubo respuesta.

— ¿Estás bien? Mi mamá dice que estás herido y que no puede curarte. —

Bruno escuchaba a su sobrina, no quería bajar porque no quería hacerle daño o que algo malo pasará, por qué siempre es eso.

— Tío Bruno... — Insistió. — ¿Ya no quieres hablar conmigo? —

Las últimas palabras lo hicieron sentir mal, claro que quería hablar con ella pero era arriesgado. Se levantó de su cama y caminó hacia ella, a sus espaldas la miró, tan frágil y asustada.

— Mirabel... —

— ¡AY! — Gritó asustada. — ¡Me asustaste! — Rio dándose la vuelta.

— Estoy bien ¡El tío Bruno está bien! — Fingió.

— Los adultos dicen que no y Camilo se estaba burlando de ti, te extraño tío. —

— Yo también extraño salir... — Sintió como sus pequeños brazos lo abrazaban ocultando su rostro en su ruana. — P-pero no deberías estar aquí, tu mamá nos regañaría. —

— No me importa, quería verte. —

Bruno acarició sus rizos con dulzura.

— ¿Cómo puedo curarte? — Ella alzó la mirada.

— ¿Curarme...? — Bruno pensó ¿Estaba enfermo? Los ojitos de Mirabel demostraban su inocencia y ternura cautivando al mayor. — La cura para el mal de amores es... ¡Cosquillas! —

El de las visiones comenzó a atacar a su sobrina son cosquillas, ella reía y reía divertida diciendo a su tío que pare.

— ¡Estás atrapada para siempre! — Dijo divertido. — ¡Y voy a comerte! —

— ¡Tío Bruno! Noo. — Las carcajadas hacían eco en la torre.

Bruno envolvió a la pequeña en sus brazos sintiendo que la alegría volvía a su vida, la amaba muchísimo, como a una hija propia.

Hizo imitaciones de pequeñas mordidas que le hacían más cosquillas, de pronto una chispa en verde neón al parpadear.

Una y otra y otra más.

"Muerde"

Escuchó en su cabeza, se detuvo y miró a la frágil Mirabel retorciéndose de la risa.

"Muérdela"

Y como un instinto, clavó sus dientes en su hombro desnudo, los apretó y jaló la piel hacia arriba arrancándola, provocando un espantoso grito doloroso.

La sangre escurría levemente de su boca, Mirabel se alejó gritando y llorando, cuando tocó su hombro y vio sangre los gritos se hicieron más espeluznantes, con sus ojos bien abiertos miró los labios de su tío llenos de sangre, de su sangre.

Bruno tardó en reaccionar para darse cuenta de lo que había hecho.

— Y-yo... Yo... — Después de regresar de su trance, la miró, completamente asustada se arrastraba alejándose de él.

Cuando estuvo cerca de la puerta salió corriendo y gritando por ayuda.

— ¿Q-qué me está pasando...? — Se dijo limpiando la boca, comenzó a temblar nuevamente y a ponerse nervioso. Quiso ir detrás de la infante, pero tenía miedo, mucho miedo.

Miedo de sí mismo, de la persona en la que se estaba convirtiendo. 

Infame | Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora