Capítulo 3: Libros de colores

24 4 15
                                    

Sigue leyendo, sigue viviendo tus historias porque, lo que no te de este mundo, te lo darán los libros.

Sigue leyendo, sigue viviendo tus historias porque, lo que no te de este mundo, te lo darán los libros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emma corría con las camisetas en la mano, le tendió una a Lilian y otra a Katherina. El plástico se había roto y las manos de Katherina quedaron liberadas de su agarre, pero, habían hecho que las heridas se abrieran un poco más y la sangre brotó en mayor cantidad. Escondió sus manos dentro de la camiseta intentando esconder las heridas y así frenar la hemorragia, la maniobra había salido bien, habían logrado liberar la, pero, le había costado un corte a Lilian en la palma.

–¿Estáis bien? – preguntó el detective al ver las manchas de sangre que había en el suelo.

–Sí– contestó Katherina por las dos. Todos la miraban fijamente sin terminar de creerla–. Gracias por la ayuda– susurró a Lilian a media voz.

Ella le dedicó una sonrisa mientras se limpiaba la sangre.

–No hay de qué.

A media sonrisa, Katherina aprovechó el momento y liberó sus pies.

–Bien, busquemos la llave de las esposas–Emma volvió rápidamente al trabajo, pensaba que hubiera sido más útil liberar primero al detective. Al fin y al cabo, era quién tenía experiencia, quién les sacaría de allí y quien, probablemente, no se habría cortado al liberar la.

Katherina, por otro lado, solo podía pensar en sus heridas que no dejaban de sangrar. En un impulso se sentó de nuevo en la silla, rompió la tela de la camiseta que le habían dado en varias largas tiras y se dispuso a realizar un pequeño vendaje en torno a sus muñecas carmesí. No sabía si toda la sangre era suya o si había parte de Lilian, solo le importaba tapar sus cicatrices; prefería no revolver el pasado contando viejas historias que le atormentaban como fantasmas en la noche.

Sin soltar palabra, el detective le miraba mientras realizaba su propósito, al fin y al cabo, no tenía nada mejor que hacer.

Mientras tanto, Eric rebuscaba entre las cajas de cartón en busca de alguna llave. Vació alguna que otra caja y rebuscó entre los libros y papeles que allí había amontonados. De entre los tantos libros encontró varios que tenían la palabra "llave" a la vista, al parecer estaban todos colocados en un montón separados de los demás. El secuestrador sabía lo que buscaban.

–Aquí hay varios libros sobre llaves, tal vez esté dentro de alguno

–No sería muy inteligente–repuso Katherina. Terminó de vendarse las muñecas y se unió a la búsqueda de la llave.

Eric repasó los tomos de los libros leyendo cada título, debía revisarlos uno a uno, pero, le gustaría que, aunque fuera por la suerte del principiante, el primero que cogiera fuera el que contenía la llave. Cogió uno de tapa dura de color granate, en grande las palabras "Llaves desde 1950 hasta los 2000" llamaban su atención. Era una especie de recolección de llaves, eran fotografías de llaves de candados, puertas, diarios, jaulas de canario... Algunas parecían de un estilo muy antiguo y otras eran de un estilo bastante moderno. Pero no había ninguna llave, solo eran fotografías.

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora