Capítulo 11: Kit de supervivencia; zumo y marujeo

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No me importó que la lluvia cayera tan fuerte que casi dolía, no me importó estar en bikini con un extraño, no me importó que el chico se hubiera lanzado con traje a la piscina, en ese momento, no me importó que me hubiera salvado la vida.

No me importó que la lluvia cayera tan fuerte que casi dolía, no me importó estar en bikini con un extraño, no me importó que el chico se hubiera lanzado con traje a la piscina, en ese momento, no me importó que me hubiera salvado la vida

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Pasaron varias horas hasta que alguien volvió a despertarse, al contrario de lo que les hubiera gustado, aquel ligero sueño no les había quitado todo el cansancio del cuerpo. Kathe aún sentaba pesada cada parte de ella.

Atravesó la habitación, Eric estaba ocupado con uno de los libros que había estado leyendo, Lilian estaba a su lado, leía uno de los libros que había ojeado Eric. Aún medio sonámbula cruzó el agujero, creía que había realizado ese gesto demasiadas veces en lo que llevaban de día. Encontró a Emma sentada en el suelo con un montón de cajas a su alrededor, en mano un boli y una hoja de papel. Estaba haciendo una lista, así sería más fácil hacer un recuento y calcular el tiempo que durarían.

–¿Qué has encontrado?

Emma levantó la cabeza y dejó de escribir.

–Ufff–Paso la mirada de Kathe a la hoja y de la hoja a Kathe–. Pues hay bastante.

La forma en que lo dijo le decía que había algún problema.

–Peeero–le animó ella a continuar.

Emma volvió la vista al papel.

–Peero, muchas cosas necesitan calentarse para poder comerlas. Hay un par de cajas de macarrones que necesitaríamos calentar. Podríamos comerlos crudos, pero nos arriesgaríamos a que alguien se atragantara–hizo una mueca, con tan solo imaginarlo se le ponían los pelos de punta.

Kathe asintió y se sentó junto a ella. Tendrían que ver cómo solucionarían aquello.

–Además hay varías cosas que están caducadas, he abierto una de las cajas de conservas, pero–abrió los ojos con exageración–, el olor que ha soltado me ha dicho que ni siquiera intentemos probarlo.

–¿Qué has hecho con ella? –preguntó con el ceño fruncido, la habitación no le olía a nada.

–La he dejado en el estante de arriba–señaló con el boli.

Kathe se levantó para evaluar el contenido del bote de conservas.

–Si lo racionamos bien, podríamos aguantar bastantes días...

Emma seguía hablando, pero Kathe ya no la escuchaba, se estiró para alcanzar el bote, lo acercó con las yemas de los dedos y lo agarró antes de que cayera al suelo.

–Ten cuidado, no me gustaría que se nos pegara el olor–Abrió los ojos al ver lo cerca que había estado del accidente.

Kathe abrió con cuidado la tapa, Emma se tapó la nariz antes siquiera de que se abriera del todo, el olor lo notaba ya quemando en la garganta. Kathe arrugó la nariz y el entrecejo.

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora