Capítulo 15: La hora del crímen

14 2 0
                                    

No hagas promesas que no puedas cumplir Wayne.

No hagas promesas que no puedas cumplir Wayne

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

–Detective Wayne, ¿cómo va la investigación?

Con pesar, el detective dejó de mirar el expediente y dirigió su mirada hacia el Capitán González. Un hombre alto, un poco canoso, de mirada seria que, al otro lado del descansillo, esperaba una respuesta. El detective miró a ambos lados temeroso de ser quien diera la mala noticia.

–Nada nuevo Capitán, nada parece tener sentido y las pruebas no conducen a nada. Estamos en una encerrona–Dijo soltando la gastada carpeta con tal fuerza que algunos post-its salieron volando del escritorio–. Mierda.

Recogió los papelitos maldiciendo para sus adentros, últimamente nada le salía bien. Al levantar la vista de nuevo, se dio cuenta de que el Capitán seguía esperando una respuesta. Entre suspiros, se acercó a él para comentarle con más exactitud los detalles del caso.

–¿Qué pasa con el sospechoso?–preguntó molesto.

El sospechoso es, o más bien era, Ricardo Martínez, un hombre de mediana edad que apareció en el momento menos indicado en el lugar equivocado. Alto, entrado en carnes y con un carácter de lo más difícil que se les sirvió en bandeja. El detective se tocó el pelo con nerviosismo, odiaba ese tipo de casos, en el que todo el mundo quería noticias nuevas, pero no ayudaban a buscarlas, en el que te presionan para que hagas avances sin importar la calidad de estos. Y quién podía culparlo si tan solo trataba de buscar las mejores palabras para soltar la mala noticia.

–Por desgracia tiene coartada para la hora del crimen.

Desgracia para ellos que querían cerrar el caso, algo bueno para el detective porque un hombre inocente se había librado de la cárcel con demasiada chulería.

–Pudo contratar a alguien–añadió el capitán en un intento de cerrar el asunto.

–No–se encogió de hombros–, sus extractos bancarios no muestran ninguna prueba de ello, todo parece normal.

–Mierda– masculló entre susurros. Sin mediar palabra, se dio la vuelta dando grandes zancadas hasta su oficina.

Cuando encuentras a un hombre cubierto de sangre de una de las víctimas, con lo que parece el arma del crimen y con un posible motivo, lo último que esperas es que su coartada se confirme. El capitán, al igual que el detective, deseaba pillar al hijo de puta que había matado a esas cuatro víctimas que tenían puestas en la pizarra. Todos asesinados por el mismo hombre en poco menos de un año. La comisaría llevaba trabajando desde el día que empezaron los asesinatos y todos temían que pudiera haber más en un futuro si no atrapaban al asesino cuanto antes. Era más que obvio, ¿cómo sino cesarían los asesinatos?

Así, el detective cerró los ojos en un intento de calmar su frustración personal. Le resultaba doloroso poner todo su empeño en algo durante un largo periodo de tiempo y no ver resultados.

El Caso MünchbergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora