¿Sabéis eso de que el mundo es un pañuelo? ¿Qué hay personas destinadas a encontrarse?
Pues es cierto, es el poder de la tormenta. Poder que trasciende el espacio, el tiempo, mundos e incluso la vida.
Llevaban cruzándose toda la vida, pero hizo falt...
Rendirse es de cobardes, el fuego no dejará de arder porque la oscuridad le haya rodeado.
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Katherina apartó la mirada decidida a no lanzarse a aquel vacío. Hubo un pensamiento que le llegó a la cabeza, si el corazón realmente hubiera sido de su hermana ¿en qué momento pudieron extraérselo? Sabía perfectamente que su hermana había sido asesinada y, aunque había oído que algunos asesinos guardaban tesoros o recuerdos de sus víctimas como trofeo para mostrar sus "victorias", ¿podría haber sido aquel su trofeo? Nunca lo sabría. Fuera cuando fuera, debió ser antes de enterrarla o el guardián del cementerio hubiera dado voz de alarma. O, tal vez, estaba un poco paranoica por estar encerrada en una habitación sin ventanas y aquello le producía claustrofobia, nublando le el juicio. De forma que de donde no había un problema, ella lo sacaba.
–Por el momento, olvidaros del corazón y seguid con la búsqueda–comentó el detective volviendo a donde estaba–, será lo mejor para todos.
Obedientes como soldados ante un general, todos volvieron a lo suyo y, tras una dudosa pausa, Kathe volvió a la estantería y se sumió en sus pensamientos.
Olvidarse del corazón, como si hacerlo fuera más sencillo que decirlo–murmuró sin que nadie pudiera oírla.
Sintió un peso extra sobre su hombro, por el rabillo del ojo vislumbro una pálida y pequeña mano posada en él. Lilian con solo un gesto y una sonrisa le transmitió su pésame, con la mirada le decía algo como "te entiendo" o "todo saldrá bien", no sabía que quería decirle, tan solo que comprendía el peso que llevaba en el corazón.
–Gracias– susurró.
Lilian inclinó la cabeza en forma de respuesta y volvió hacia su pequeño y organizado rincón.
Kathe soltó un pequeño suspiro y, mirando a la estantería, decidió enfrentarse a ella de nuevo. No obstante, el miedo le provocaba temblores y una gota de sudor frío le cayó por la mejilla. Solo esperaba que el contenido de la última caja no fuera como la anterior, que no le provocará más futuras pesadillas. Estaba segura de que aquella noche soñaría con el corazón, no le cabía ninguna duda.
La que tenía sobre las manos era grande, de unos treinta por treinta centímetros, de cartón, color marrón y verde, al contrario de lo esperado, era ligera. Lisa, sin relieves y sin manchas, impoluta. La agitó con cuidado, nada más para asegurarme de que allí había algo. Se escucharon un par de golpes, como si algo se moviera y chocará con los laterales de la caja. Al abrirla, vio un objeto redondo, liso y plateado.
Un reloj de bolsillo.
Lo tomó con cuidado entre sus manos y lo observó con delicadeza, era antiguo y no quería romperlo, hermoso por fuera con la marca del tiempo en ella. Abrió la tapa embelesada y deseó poder ver la hora, sería un gran alivio que funcionase. Por desgracia, las manecillas estaban paradas y solo marcan las 11:11 de la noche; hermoso y sin sentido. En un instante de fijación transcendental, se dio cuenta de la existencia de un pequeño grabado en el interior de la tapa "Amare et sapere vix deo conceditur" 28 de agosto de 1960. Sintió que aquellas palabras serían hermosas en un idioma que entendiese, pues ella no sabía latín.