III

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K a i r a  M o o n.

Siento que alguien hala mi sabana entre mi sueño y la jalo más hacia arriba, el presentimiento sigue, así que abro los ojos más despierta y un poco asustada y miro hacia enfrente. Pequeñas ráfagas de sol entran por la ventana cerrada. Aunque la habitación está casi totalmente a oscuras, puedo visualizar mi alrededor.

Vuelvo a sentir que jalan la sabana y me muerden por encima de la calceta, mi pie. Suelto un pequeño grito y remuevo mis pies debajo de la sabana, haciendo que la sabandija salga.

—¡Brekker! — esté salta del susto quedando en mis piernas, por encima de la sabana. — Voy a vetarte de mi habitación, sabandija.

El hurón se limita a tirarse encima de mí, haciendo que quede acostada de nuevo en la cama, mientras camina encima de mi cara. Lo remuevo y lo elevo con una mano.

—Que hermoso buenos días le das a tu madre, Brekker — lo veo mal.

Frunzo el ceño y con mi otra mano libre, tomo mi celular para ver la hora.

—No jodas, Brekker, es temprano aún. Tengo media hora libre para levantarme —gruño—, déjame dormir, pesado.

Lo dejo a la par mía y lo pego a mi abrazándolo, él se remueve e intenta morder.

—Ahora te jodes — le digo, entonces Brekker se queda quieto, como si hubiera entendido que no tiene paso a salir de mi abrazo, entonces, el desgraciado, minutos después me muerde—, ¡eres un hijo de tu... madre! — me quejo y lo suelto.

Brekker mueve su cola en mi cara y baja de la cama en un salto, bufo, molesta y me quito las sábanas de encima.

—Ni quería seguir durmiendo — lo veo molesta, mientras él da brincos en la alfombra.

Me levanto con pesadez de la cama y me dirijo al baño. Dejo la puerta medio abierta, para poder escuchar que Brekker no haga desastre. Salgo minutos después y me dirijo a mi armario, me cambiare, peinare y maquillare para ir a la universidad, casi siempre suelo dejarme el cabello suelto.

Me siento en mi escritorio y empiezo a guardar mi laptop y mi IPad en mi mochila, juntamente con algunos lapiceros y cuadernos, procurando no dañar los aparatos. Miro hacia mi cama y luego veo hacia la alfombra... mi habitación está tan tranquila.

Frunzo el ceño y empiezo a ver hacia todos lados en busca de la sabandija albina de ojos negros que vive en mi habitación. Empiezo a caminar por mi habitación, en busca de la sabandija esa. Me agacho en la cama y está vacío, me agacho debajo de mi librero y está vació, debajo de una cómoda y está vació.

Toda mi habitación está cerrada y el señor Brekker no está... ¿o no todo está cerrado? Miro hacia la ventana y la veo media abierta. —Carajo, Brekker—. Una alarma de miedo se enciende en mi al salir a la ventana y no verlo. No puedo pasar a la pared ¿o sí? La caída, los cables, se puede enredar en ellos y morir... no, no, él seguro está en el jardín.

Miro hacia el jardín delantero y no veo nada, más que un par de cables tirados en el suelo, pero de ahí nada. Miro hacia la pared que rodea la casa y no hay nada, si paso pudo electrocutarse, ampliaron el voltaje de la pared —Ay no—.

Miro hacia afuera de la casa y puedo alcanzar a ver una cola blanca que se mueve entre un árbol. Frunzo el ceño tratando de ver mejor, y lo veo, es Brekker quien está tratando de trepar el árbol. —¿Cómo carajos bajó y salió de la casa? —.

Salgo del balcón, entrando a mi habitación y salgo de está a toda velocidad. Bajo las gradas, pasando empujando a los del personal y veo de reojo a mi madre en la entrada de la puerta de la casa.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora