XI

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K a i r a M o o n.

Bajo las gradas de dos en dos, mientras sostengo de un hombro mi mochila, hoy he amanecido de buen humor, digo, nada fuera de otro mundo, simplemente me siento diferente, sigo asustada, pero diferente. Alegre, tal vez porque Brekker no me ha despertado hoy antes de la hora de mi alarma.

Estoy por entrar a la cocina, cuando escucho unas voces elevadas, haciendo que me quede parada, casi detrás de la pared. Mi padrastro y mi madre están hablando, parecen estar molestos y discutiendo. Saco un poco mi cabeza de la pared para poder escuchar mejor, aunque no pueda verlos.

—No lo entiendes, están en peligro los dos — mi madre habla —, no puedo permitir que se vayan a otro país.

—Sería lo mejor, mientras están en peligro, tu misma lo has dicho, los dos —mi padrastro le reclama—, más Kai — cambia su tono a serio.

—¿Crees que no lo sé? — mi madre dice molesta —, claro que sé que mi hija es la que más en peligro está, porque es mi hija.

—¡Nuestra hija! — mi padrastro le grita molesto. — También es mi hija.

Esbozo media sonrisa al escuchar eso.

—No la mandare a Estados Unidos, está estudiando — mi madre le dice molesta.

—La podemos trasladar a otra universidad, será mejor para ella y Lucas si se van del país, mientras todo esto pasa — mi padrastro le reclama.

—No, es mi decisión — mi madre dice seria.

—La pudieron haber matado ayer, haberla golpeado más, ¿cómo no puedes razonar un poco más? — le dice fastidiado.

Suelto un leve suspiro. Estoy a punto de entrar a la cocina a detener su discusión, pero mi madre comenta algo que me deja helada en mi lugar.

—Hablare con su padre — dice seria.

—¿Qué?

—Él también tiene que hacerse cargo, él también debe de ver por la seguridad de su hija.

—Estas mal — mi padrastro niega molesto.

—Debe de hacerse cargo.

—¡No lo ha hecho por más de quince años! ¿esperas a que lo haga ahora? — le dice molesto, muy molesto.

—Pues es momento de que lo haga.

—No, no lo harás, Kaira está muy bien sin él.

—Es su padre, debe de aceptarlo, no puedo hacerme cargo de ella yo sola — le dice mi madre.

—No lo haces sola, ¡yo también te ayudo con ella! Siempre lo he hecho.

—¡Pero no es tu obligación!

—No, y aun así lo hago con mi esfuerzo y todo mi amor — mi padrastro le dice molesto.

Los dos están a punto de estallar.

—Yo le pago colegio, yo la llevo allá, acá, yo le compro lo que ella pide, siempre he estado para ella — le dice mi padrastro — y no te lo estoy reprochando, pero no me parece justo que llames a ese imbécil. Kaira puede decidir.

—Bien, ella decidirá si quiere verlo o no, pero él sabrá lo que está pasando y... —

—No — entro a la cocina. —No vas a contactarlo, no vas a marcarle, no vas a decirle absolutamente nada a él — mi voz sala seria y seca.

—Es tu padre y debe de hacerse... —

—Él no es mi padre. Él único que tiene ese papel en mi vida, es él — veo a mi padrastro —, él es mi papá. Así que ahórrate tus cosas de fingir hacerte cargo de tu hija, que yo puedo hacerlo sola.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora