XV

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D r a z h a n B i e r s a c k.

Saco un cigarro de mi pantalón y un encendedor, me llevo el cigarro a los labios y luego lo enciendo. Me acomodo mejor en el auto, mientras miro hacia las grandes montañas de enfrente. El aire está frío y muy fuerte. El sol está empezando a bajar, todo está oscureciendo, el día está llegando a su final.

—¿Qué piensas hacer? — Wynnston me pregunta, acercándose a mí.

—Depende — hablo, con el cigarro en los labios. — Si mi padre recapacita y acepta que esté en sus planes, no veo ningún problema en matarlo — me encojo de hombros.

—¿Matarías a tu padre? — pregunta irónico.

—Sabes que sí lo haría — respondo serio.

—¿Por qué insistes tanto en que tu padre te quiera dentro de tus planes? —da un gruñido—, si no estás se supone que deberías estar feliz.

—Mi padre y mi abuelo son personas incompetentes — lo veo, esbozando una sonrisa apretada—, yo soy mejor que ellos, además me lo deben.

Le doy una calada al cigarro, retengo el humo durante unos segundos y después lo suelto. Mi celular empieza a sonar por casi tercera vez en menos de veinte minutos, mi ceño se frunce y saco molesto el celular de mi bolsillo, leo su nombre y rodo los ojos— no tengo tiempo para ella, ahora—, apago el celular y lo dejo en el auto.

—¿Quién te llama tanto? — Wynnston frunce el ceño.

—Kaira— respondo, sin importancia.

—¿Por qué no le contestas?

—Porque no tengo tiempo — suelto el humo.

—Puede ser una emergencia — sugiere.

—Da igual.

—Tu eres su número de emergencia — me mira un poco incrédulo.

—Bien, llámala tú si tanto te preocupa — rodo los ojos.

Wynnston suelta un leve suspiro y niega con la cabeza, saca su celular y no puedo creer que sí la vaya a llamar. Mi ceño se frunce y dejo salir una risa amarga. Marca su número y se lleva el celular al oído, un par de segundos pasan y veo que no le contesta.

—Está en otra llamada — comenta.

—Ya encontró otro número de emergencia — hablo, rodando los ojos sin importancia.

—No puedo creer que no te importe ni un poco, después de todo — se aleja de mí.

—¿Después de todo? — lo veo, enarcando una ceja.

—Sí, perseguirla, acosarla, secuestrarla, hacerle daño psicológico, amenazarla y luego salvarla — me mira incrédulo, — quién carajos te entiende, Drazhan.

—¿Por qué te interesa tanto? — me alejo del auto y me acerco a él.

—Si tan solo vieras el miedo de sus ojos cuando está cerca de nosotros, y tuvieras un poco de compasión, lo entenderías — brama molesto —, ¿qué cambió?

Tiro el cigarro al suelo, aplastándolo con el pie.

—¿Compasión? No me vengas con esas mierdas, Gilbert — lo veo mal.

—Empezaste a seguirla por capricho, pero ahora que tu padre nunca te incluyó en tus tratos y parece meterse en tu "territorio", la dejas de un lado — me mira serio.

—No me interesa — me alejo de él —, aceptaste hacer esto y ya no hay vuelta atrás.

—Acepté porque eres mi amigo, por muy hijo de puta que seas — dice frustrado.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora