VIII

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K a i r a M o o n.

Entro a la casa de mi abuelo la cual está rodeada de muchas personas de seguridad y mucha tecnología de seguridad. Cierro la puerta detrás de mí y veo hacia el interior del living en busca de alguien, por lo que sé, ahora está en la empresa, solo la sirvienta está y bueno los de seguridad también.

—Kai — la sirvienta aparece del lado de la cocina.

—Hola — sonrío levemente.

—¿Qué te trae por acá? — me esboza una sonrisa.

—Pensé que mi abuelo estaría acá, pero al parecer he venido algo tarde — sonrío.

—Hoy se fue temprano — comenta —, ¿quieres algo de comer?

—Claro, fruta está bien — asiento con la cabeza.

—Claro — sonríe.

—Subiere — señalo las gradas.

—Por supuesto, estás en tu casa.

Ella entra de nuevo al comedor y yo camino rápidamente hacia las gradas y las subo, la primera habitación que está en el segundo nivel es la de él. Abro la primera puerta que es de madera color oscura, luego hay una puerta que tiene unas rejas antimosquitos —mi abuelo odia los sancudos y los mosquitos—, es la que más hace ruido. Así que trato de abrirla y cerrar sin hacer tanta ruido o somatarla.

Miro alrededor del cuarto, su cama bien ordenada, sus cómodas, la puerta de su armario, la puerta de su baño, todo está en perfecto estado. Empiezo por las cómodas que están por la primera pared de mi lado izquierdo. Nada interesante hasta ahora, papeles, revistas con mi cara o la de mis primos o la de mi hermano, trofeos, diplomas, este señor tiene muchos reconocimientos.

Las dos cómodas no tienen nada llamativo, paro al ver que hay una foto de sus nietos, hay cuatro cuadros, cuatro nietos, y hay un último donde estamos todos, los cuatro juntos. Recuerdo el día que se tomó esa foto, todos estábamos vestidos de blanco y fue para épocas navideñas y seriamos la nueva portada de la empresa de esa semana.

Siempre supuse que nosotros —sus nietos—, éramos sus favoritos, siempre nos ha consentido mucho y mimado, pocas veces me he venido a dormir acá, lo hago más cuando necesito tranquilidad y está casa es muy tranquila, tomando en cuenta que técnicamente solo mi abuelo y la sirviente viven acá y todo es muy tranquilo. Hay más fotos, de la familia completa, e incluso mi tío y mi padre, todos como una familia perfecta.

Relamo mi labio inferior y me alejo de las fotografías, me dirijo a su armario y abro la puerta, empiezo a ver cada lugar, cada gaveta, lugar donde están sus camisas, sus sacos, todo. Luego paso a su baño, no encuentro nada, solo recuerdos. Recuerdo que antes tenía una tina grande en la regadera, Lucas y yo solíamos bañarnos juntos cada vez que veníamos acá, en esos tiempos él y yo éramos los únicos nietos de él, la pasábamos tan bien, tan feliz.

Joder, devuélvanme a esos años de oro, por favor.

Salgo del baño y camino a la cama, trato de elevarla, pero se me es un poco difícil pesa mucho — ¿desde cuándo un colchón pesa demasiado? — lo recargo en mi pierna derecha y trato de agacharme para ver que hay, hay un par de folders, meto las manos y los saco, empiezo a leerlos poco a poco.

¿Cómo se supone que encuentre archivos secretos si no sé cuáles son? No tengo ni la menor idea de que se supone que estoy buscando —estúpido Drazhan—. No son nada, son sobre la empresa, pero de compras de los primeros años, vuelvo a dejarlos ahí y bajo el colchón, aliso la sabana para que todo se vea normal, entonces lo escucho.

Oh no, está acá.

Me apresuro a salir de la habitación, no sin antes ver que todo esté bien, como se supone que deberían estar. Escucho sus pasos en las gradas, sé que es él, ¿cómo sé eso? Spoiler, madre estricta de pequeña —se cada vez quien camina cerca de mi habitación o quien se asoma—. Salgo de la habitación y me apresuro a correr a la última habitación, que se supone que es la de mi tía, donde hay dos camas, donde Lucas y yo solíamos quedarnos.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora