XXIV

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K a i r a M o o n.

—Hemos encontrado otra cabaña un poco más lejos de la civilización, un poco más pequeña sin duda, pero puede servir, estás son las coordenadas de la cabaña actual, estás de la otra cabaña — Wynnston habla señalando un mapa que está enfrente de nosotros —, debemos de ser cuidados, de hecho, pienso cambiar las placas del auto, James parece estar en todos lados y aún no averiguo qué es lo que quiere con Kai.

Todos estamos en la mesa de la cocina mirando con atención a Wynnston.

Tercer día en esté lugar y empiezo a sentir las cosas un poco más diferentes, más en calma.

—Kai, estaba pensando contactar a tu padre, ¿te sabes su número o algo? — Wynnston me mira.

—No me sé su número, estaba guardado en mi celular, pero ya no lo tengo — ladeo levemente la cabeza —, pero tal vez funcione en los registros estadounidenses, es ahí donde vivía actualmente.

—Bien, puedo investigarlo en internet — asiente con la cabeza.

—Bien, alisten sus cosas, en menos de cinco horas nos vamos a la otra cabaña — Drazhan nos ve a todos.

—Claro — Aaron asiente con la cabeza.

—¡Sí! Conseguí señal — Kiara celebra y Drazhan le da una mala mirada —, je, je, perdón.

Wynnston, salé de la cocina, Aaron lo acompaña y Kia se pierde en las habitaciones, quedamos solo Drazhan y yo.

—¿Estás bien? — pregunta, acercándose a mí.

—Sí — frunzo levemente el ceño.

—Sabes a lo que me refiero — esboza una sonrisa lasciva.

Mis mejillas arden y carraspeo un poco.

—Duele caminar un poco — murmuro, Drazhan, esboza una gran sonrisa —, presumido — rodo los ojos.

—Ven, vamos a arreglar las cosas — me toma de la cintura y caminamos juntos hasta llegar a la habitación.

Me tiro a la cama y miro hacia el techo.

—¿No piensas ayudar? — pregunta.

—Me duelen las muñecas — excuso.

Sí, me duelen las muñecas, pero puedo ayudarle, pero no quiero hacerlo.

—Mentirosa — roda los ojos y suelto una risa leve.

Lo veo guardar las cosas en una pequeña maleta, las de él y las mías.

—Drazhan.

—¿Mm?

—Creo que sería buena idea contactar a mis padres — me relamo los labios.

Drazhan, deja las cosas de lado y eleva la mirada para verme.

—No — niega.

—No sería tu culpa, al contrario, creo que es una buena idea — me siento en la cama —, además, puedo testificar diciendo que tú me ayudaste y no irías a prisión si eso te preocupa.

—No me preocupa que me encierren, me lo merezco, sin embargo — sus ojos son fríos —, me niego porque eso sería más problemas, y yo...

Se queda cayado unos segundos, frunzo levemente el ceño.

—¿Tú qué? — pregunto.

—He tratado de contactar a tu padrastro, pero no he obtenido respuesta de él — responde.

¿Él ha hecho qué?

—Drazhan —

—No creo que sea buena idea, a tu familia le puede pasar algo, pero prometo qué, si las cosas se colocan peor, prometo que sí los llamaremos —, camina a mi dirección —. ¿Vale?

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora