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— Pasas mucho tiempo encerrada aquí jugando videojuegos ¡Vamos a la puta fiestaaaaaa! — gritaba su mejor amiga, tirando de sus pies para sacarla de la cama.

— No gracias, aquí estoy bien — dijo con tranquilidad, viendo de reojo los intentos fallidos de su amiga por hacer que se «divirtiera».

— Estudias, haces deportes, trabajas y aún así tienes tiempo libre... Sinceramente no sé cómo lo haces pero, deja de malgastar ese tiempo libre jugando en ese aparato — dejó sus pies en paz para lanzarse encima de la chica pelo negro, arrebatando la consola de sus manos — ¡Si! — celebró al ver que si pudo quitárselo sin mucho esfuerzo.

— Es mi tiempo y hago lo que quiera con el — dijo calmada, sacando su teléfono para comenzar a jugar en este.

La pelirroja colocó sus ojos en blanco y resopló viendo la consola en sus manos, que tonta fue al pensar que quitándole eso la podría convencer, o bueno, chantajear. Si quería sacarla de aquel departamento –que pagaban entre las dos para que fuese más fácil– debía tomar decisiones más extremas. Por eso, le desconectó el internet.

— Mei, hija de puta — insultó en voz baja, arrugando su entrecejo a más no poder.

— Jajaja~ eso no es ofensivo para mí y lo sabes, mi mamá si era una puta — recordar entre risas.

— Cierto... Pero no iré contigo a esa fiesta, sabes que no me agradan las personas que asistirán — se quejó, dejándose caer de espaldas sobre la cama otra vez.

— ... De hecho... A ti no te agrada ningún ser humano en el planeta, a excepción de mí y Norman, por supuesto... Pero eso es culpa tuya, te niegas a socializar desde tu rotura con Kisaki; es tu momento de brillar mi querido titán con astigmatismo — se dirigió al armario y de ahí sacó un ajustado vestido gris — mira que bonito, es del color de tus ojos — alzó las cejas un par de veces con picardía, señalando el vestido con uno de sus dedos.

— No me pondré ese trapo, desde aquí parece un top, no me jodas — se cruzó de brazos y miró feo lo que hacía elegido su amiga.

— Oh~ al menos ya aceptaste venir conmigo — cantó victoriosa — hagamos un trato... Me dejaras vestirte a mi antojo, tal vez maquillarte un poquito, vienes a la fiesta conmigo y no te molesto más en un mes — ofreció con una sonrisa maliciosa, ganándose una mirada desconfiada de la contraria — ¿Qué me dices, Kuznetsova (N)? —.

— Cuando dices mi apellido me das miedo, Mei — pensó por unos segundos, era bastante tentador no tener que soportar a su mejor amiga insistiendo con sacarla de su zona de confort a cada veinte minutos — está bien, es un trato — suspiró pesadamente — pero procura no vestirme como prostituta, te conozco —.

— Piri pricuri ni vistirmi comi pristititi mimimimimimi —.

=•=•=

— Mei, ya estoy listo — avisó el tercero del pequeño grupo de amigos, al otro lado de la puerta. Iwari Norman, chico un grado superior a las dos restantes, cabello lacio negro cual petróleo que dejaba caer sobre su frente por estar un poco largo, contaba con unos ojos redondeados color miel, piel pálida y una altura de 1'67cm que lo hacía ver más tierno de lo que ya era... A pesar de estar pisando los veintiuno.

— ¡Y estamos listas! — Mei abrió la puerta de golpe. El chico de ojos miel ahora sujetaba su nariz por el portazo recibido con su cara.

— ¡Norman! ¡¿Estás bie- — su intención era salir a toda velocidad para ver en qué estado se encontraba su amigo, pero el marco de la puerta la detuvo golpeando su frente.

— Estoy rodeada de Otakus torpes — dijo Mei negando con su cabeza a la par que reía, para luego ayudar a los otros dos a levantarse del suelo.

— Ay... — el chico se quedó sin palabras al ver la apariencia de la chica más alta — ¿Quién te destruyó? ¡Auch! — se quejó cuando sintió un sape en su nuca — bromeo, te vez hermosa pero... Mei, ¿Si entiendes que (N) mide 1'87? —.

— Sip —.

— ¿Y que su visión es una mierda? — preguntó, comenzó a caminar dentro del departamento con las chicas siguiéndolo.

— Lo sé — se encogió de hombros, restándole importancia.

— ¿Entonces por qué le pusiste zapatos altos y quitaste sus lentes? Eso es una misión suicida para ella — le regañó, señalandola con un dedo.

— Se lo dije, pero no me hizo caso y dijo algo como «son detalles menores, siempre y cuando te veas bonita» — dijo la más alta, sobando su frente luego de tremendo golpe.

— No le hagas caso, estoy seguro que mi gato tiene un cerebro más funcional que el de Mei jajaja~ — empujó a la más alta dentro de la habitación, le buscó unos zapatos bajos que combinarán con el vestido –trapo– que llevaba puesto y le colocó sus lentes de montura metálica con delicadeza — ahora sí, vámonos —.

— Pero así no se ve el casi inexistente maquillaje que le hice — se quejó la pelirroja de ojos negros.

— Camina ya, Mei. Me arrepentiré si no te apresuras — pasó un brazo por los hombros de su mejor amigo y comenzó a caminar junto con él, dejando a la restante quejándose atrás.

— ¡No, no, esperenme! —.




Bye bye~

Cometiendo errores • DrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora