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— No, no, Ken-chan no me dejes... Por favor — pidió casi en una suplica, abrazando fuertemente al más alto — dime que hice mal... Pero no me dejes —.

Sollozó más fuerte que veces anteriores y apretó con fuerza la cintura del mayor, negándose a soltarlo. Sus lágrimas resbalaban sin control sobre sus mejillas, no hacia ningún esfuerzo por limpiarlas.

— Emma... Por favor, suéltame — le acarició el cabello suavemente, para luego quitar de a poco los delgados brazos rodeando su cuerpo — escúchame, yo seguiré estando para ti cuando me necesites ¿Okey?... No voy a desaparecer de tu vida — le limpió con cuidado en rastro de su lágrimas y dejó un delicado beso en su frente.

— Pero, Ken... — hizo una pausa — es por alguien más... ¿Verdad? — el silencio por parte del contrarió logró que rompiera en llanto nuevamente — idiota... ¡Idiota, idiota, idiota! — exclamaba mientras lo golpeaba repetidas veces.

— Emma, espera — la tomó por las muñecas, observando el rostro entre triste y enojado que portaba la más bajita — independientemente de que actualmente me haya enamorado de otra persona, porque si, no te lo voy a negar — suspiró pesadamente — lo nuestro se murió hace casi un año, y no puedes decir que estábamos bien cuando las peleas eran más frecuentes que las conversaciones normales... Me cansé ¿Entiendes?... Siempre que quise arreglar las cosas contigo, tu buscabas un motivo por el cual reclamarme o pelear, siempre que quise un poco de atención tú me salias con excusas estúpidas — la soltó con cuidado — no te estoy echando la culpa, no estoy en posición de hacerlo... Mucho menos cuando llevo casi un año viéndome con la misma chica... Solo quiero que entiendas que esto — la señaló a ella y luego se señaló a sí mismo — no tiene, ni tendrá, reparación... Te daré tu espacio hasta que las cosas logren calmarse... Si en ese tiempo necesitas algo de mi, sabes dónde buscarme —.

Lo menos que quería era alargar las cosas, por lo que apenas dicho esto, se dió la espalda y caminó hacia la salida por su cuenta. Pasaría un tiempo para que volviera a pisar la casa de los Sano.

=•=•=

«Baja, estoy afuera»

Mei fue testigo de cómo las comisuras de sus labios se estiraron en una embobada sonrisa al ver el contenido de aquel mensaje que le llegó a esas horas de la noche. La pelirroja desconocía que decía, sin embargo, suponía debía ser algo de suma importancia para dejar a su amiga en ese estado tan sospechoso.

La vió teclear a la velocidad de la luz y tomar sus llaves, acomodar su ropa fugazmente y mirarse al espejo unos segundos.

— ¿A dónde vas? — decidió preguntarle.

— Abajo, no tardó nada — soltó con rapidez, saliendo de la misma manera.

Mei, obviamente, no se iba a quedar con la duda y sabía que preguntarle a la chica de cabello negro sería algo inútil, pues si le diría que haría, pero sin los detalles que ella necesitaba. Calculó el tiempo aproximado que el ascensor tardaba en llegar a la planta baja desde su piso, y se asomó por la ventana para ver de qué se trataba.

Abrió la boca sorprendida al ver cómo se besaban a manera de saludo. Observaba la forma en que sus cuerpos se mantenían unidos, conversando de algo inaudible para ella. Él recostado sobre una moto y ella lo abrazaba con cariño mientras dejaba reposar todo su peso sobre él.

Agradecía mentalmente no estar en un piso tan alto, desde ahí podía ver perfectamente de quién se trataba.

— Así que eres tú... — soltó una breve risa nasal y tomó su teléfono para hacer una llamada — ¿Emma?... Si... Ya sé quién es la chica... No~ tú tranquila... Si, yo me encargo — sonrió de lado, sin despegar los ojos de la escena.

Mientras, no muy lejos de ahí, dos pares de ojos violáceos observaban la escena al igual que la pelirroja. Uno de ellos se mantenía estático, apretando con fuerza el balón en sus manos, logrando que las venas de sus brazos resaltarán, sin embargo, su rostro estaba completamente inexpresivo.

— Por algo te dije que no te metieras de más en esto — le dijo su hermano, dándole una pequeña palmada en la espalda para que dejara de apretar la pelota — vámonos, Rin... Ella no jugará hoy con nosotros —.

El nombrado no se movió ni un centímetro, sus ojos sin brillo estaban clavados furiosos sobre la pareja que sonreía cálidamente.

— Rindo — escuchó el llamado de Ran a sus espaldas.

— Esto es injusto, aniki — murmuró.

— ... Lo sé... Solo vámonos ¿Si? —.

— ... Si —.





Bye bye~

Cometiendo errores • DrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora