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Una casa cualquiera de fraternidad, era común que los universitarios hicieran ese tipo de fiestas para distraerse de sus responsabilidades. Siendo las más populares organizadas por un grupo específico que Mei conocía muy bien, pues no era la primera vez que asistía a una de sus fiestas.

— ¿Listos? — preguntó entusiasmada, mirando a sus dos mejores amigos con una sonrisa radiante.

— No — respondieron estos al unísono con voz neutral, mirando con desagrado a un tipo que estaba dormido en el jardín, parecía que se emborrachó hasta más no poder.

— ¿Al menos pueden fingir un poquito de emoción? Yo siempre me quedo con ustedes cuando hacen noche de videojuegos o se ponen a ver anime toda la madrugada —.

— Yeiiii — dijo (N) con un poquito más de ánimo, sabiendo que su pequeña amiga tenía razón. Ella siempre estaba acompañándolos, aunque no le gustara lo que a ellos si. ¿Que había de malo en hacer algo que a ella le gustara?.

— Yujuuuu — le siguió Norman, sonriendo un poco.

— Mucho mejor jeje~ — dijo Mei, bastante feliz por tener amigos cómo ellos. Los sujetó de las manos y así, se adentraron al lugar.

Se escuchaba la música a un volumen casi insoportable, el olor alcohol inundó sus fosas nasales causándole unas desagradables ganas de vomitar. Mientras los dos fanáticos a la tranquilidad estaban sufriendo internamente, Mei parecía estar en su habitad natural, aún así, los seguía arrastrando con agilidad por todo ese monto de gente.

— Yo, Mucho-san — saludó Mei al hombre de gran altura que vigilaba el paso a la parte de arriba. Este mantenía su rostro completamente serio y los brazos cruzados, a Norman le dio la impresión que podría aplastar una cabeza con su manos cómo si fuera una uva si así lo quisiera.

— ¡Mei-chan! — dijo un peli-rosa animadamente, quien salió de la espalda de la pared con patas.

Luego de saludos y presentaciones por parte de Mei a los dos vigilantes, subieron las escaleras que daban al segundo piso; ahí se encontraban las habitaciones, más un espacio de gran tamaño donde el sonido de la música era más agradable, incluso era otro tipo de música.

Si había bastante gente, pero no la misma cantidad que abajo, aquí por lo menos podías moverte libremente y no quedar cachete con cachete a alguien lleno de sudor y demás fluidos sospechosos.

— Cuando conoces a los organizadores, tienes ciertos privilegios — informó la pelirroja, sonriendo orgullosa — si quieres alguna bebida vayan con los dos chicos que parecen un algodón de azúcar —.

— ¿Que clase de descripción es esa? — se quejó Norman, (N) asintió con la cabeza.

— Son los gemelos de por allá — los señaló para que supieran también en dónde estaban — les recomiendo que se lo pidan al que tiene cara de enojado, su nombre es Souya. Él prepara bebidas bastante suaves, a excepción de su hermano que es capaz de dejarte en coma por dos días — dijo cómo si estuviera recordando algo — bueno, espero disfruten de la fiesta, si me necesitan estaré abajo hablando con Mucho-san y Haruchiyo — se despidió con la mano y se fue al lugar mencionado, dejando a los dos sin saber que hacer realmente.

=•=•=

— No es la primera vez que vengo a una fiesta pero... Ya hace tiempo que no lo hago, se siente extraño — rascó su nuca incómoda.

— Deberíamos relajarnos y disfrutar, cómo dijo Mei... Ya estamos aquí, no nos podemos quedar sin hacer nada... Es más, voy a buscarnos unas bebidas, tu puedes ir a un lugar donde podamos estar más cómodos — cuando ella asintió con la cabeza, él se fue en su misión de buscar bebidas.

Fue cómo por arte de magia, apenas se quedó sola buscando en donde estar más cómoda, los chicos presentes se acercaban a ella como abejas a la miel. Preguntando si quería bailar o si quería que le invitaran una bebida, algunos hasta se atrevían a hacerle propuesta un poco subidas de tono.

Deseaba mentalmente que su amigo llegara pronto, ser el centro de atención no le agradaba en lo absoluto y mucho menos cuando los chicos que se le acercaban la veían como un trofeo, o una adquisición exótica que debían poseer sí o sí para verse como campeones. Bueno, una mujer bastante alta, con un cuerpo envidiable y una belleza innegable, en ese vestido gris que apenas y tapaba su trasero –al menos era de manga larga y sin escote–, no se veía todos los días.

— Volví — llegó su salvación con dos vasos en manos — la están molestando, deberían irse por ahí a bailar o ligar con otras chicas, ella viene conmigo — dijo serio, entregándole un vaso a su amiga.

Las molestías se fueron a regañadientes, dejando que por fin pudieran disfrutar de la fiesta.




Bye bye~

Cometiendo errores • DrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora