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— ¡Gregory, recoge tus cosas de la mesa, esto no es escritorio! ¡Para eso está el de tu cuarto!... — exclamó demandante.

— Si, sestra — respondió el menor algo asustado, acatando la orden sin protestar.

— ¡PAPÁ, BAJA A COMER! ¡Dmitry, deja el teléfono! ¡Jasha, no comas cómo animal! ¡Alexei! —.

— ¿Ocurre algo conmigo, hermanita? — preguntó el de cabello rojo, sonriendo dulcemente.

— ¿Puedes ponerte una camisa? Sabes que no me gusta la desnudez a la hora de desayunar — dijo con voz calma hacia su hermano mayor.

— Esto es favoritismo — se quejó Jasha.

— ¿No crees que es demasiado temprano para estar gritando y dando órdenes? — bajó el mayor de la casa, con la ropa toda desarreglada.

— No. Es la hora perfecta para que puedan cumplir con su aseo personal y alimentación, llevar un almuerzo bien preparado y no llegar tarde a sus destinos — dijo con seriedad, acomodando el traje y cabello de su padre, dejándolo increíblemente impecable en cuestión de minutos — ¡Listo! Ve a desayunar y luego podrás irte a comenzar una eficiente jornada laboral —.

— Se me había olvidado quien ponía el orden en esta casa — le agitó con cariño el cabello a su hija, y fue a cumplir con lo pedido.

Todos se movían como soldados, siendo dirigidos por la segunda más joven en la familia. No lo demostrarían, pero habían extrañado en demasía el caos matutino que evitaba la chica de lentes.

Y a todo ésto ¿Donde estaba Ken?.

Fácil. Recostado en la encimera de la cocina, de brazos cruzados y cabeceando del sueño. Era demasiado temprano para él, sin embargo, no quiso dejarla sola haciendo el desayuno para tantas personas –que encima eran hombre, por lo tanto, comían más– y se levantó junto a ella para ayudarle un poco. Esperaba pacientemente que todos se fueran para él seguir durmiendo, por lo menos unas horas más, debía admitir que la cama estaba sumamente cómoda.

— ¿Aún tienes sueño? — preguntó en voz baja, acunando las mejillas masculinas en la palma de sus manos.

— Mucho — murmuró con los ojos cerrados

— Volveremos a dormir en un rato, deja que ellos se vayan — depósito un tierno beso en la nariz contraría y se abrazó a su cuerpo, disfrutando el calor que le brindaba. Y sirviendo de apoyo para el chico que estaba a punto de caerse del sueño.

— ¿Hasta las nueve? — preguntó en un susurro.

— Jeje~ si, hasta las nuev- ¡Ah! Espumita, no metas el hocico ahí, niño malo — ante el regaño, el lobo acostó las orejas y se fue cabizbajo a pegar la cabeza contra la pared.

— Jajajaja~ aún hace eso cuando lo regañas... A papá no le hace caso — comentó Jasha entre risas.

— Tiene claro quién es el alfa — dijo orgullosa.

— Jajaja~ —.

=•=•=

— Vine corriendo ¿Qué ocurrió? — preguntó Hina alterada, entrando al departamento apenas Mei le abrió la puerta.

— Emma vino aquí a las dos de la mañana llorando, dijo que Ken-san no llegó cómo de lo había prometido — explicó Mei — llamamos a Inupi-kun y él nos dijo que pasó la noche en la tienda... Aún así, Emma no paró de llorar hasta quedarse dormida —.

— Que horror... ¿Donde está Emma-chan? —.

— En la habitación, comiendo helado con crema batida —.

Las dos caminaron en esa dirección, entrando a la habitación apenas iluminada por la luz proviniendo del televisor en la pared.

Sentada en suelo con las piernas cruzadas, espalda recostada de la cama y comiendo el frío dulce de a grandes cucharadas.

— Era nuestro aniversario número seis y el prefirió estar en la estúpida tienda de motos — dijo entrecortado, con las lágrimas amenazando con salir nuevamente — es injusto. Yo preparé una cena para los dos, ¡Le llevé un regalo!... Y se quedó con sus estúpidas motos, olvidando por completo que tenía planes conmigo —.

— Respira, Emma-chan... Te ahogaras si sigues comiendo mientras hablas — dijo Hina con tranquilidad, sentándose junto a la rubia, siendo seguidas por Mei.

— (N) vendrá pronto de la casa de su papá. Podemos salir las cuatro a cualquier sitio que te guste mucho para que distraigas la mente, luego, cuando las cosas estén más calmadas, puedes hablar con Ken-san — dijo Mei, acariciando el cabello rubio, peinando los mechones rebeldes que se negaban a estar aplanados.

— ¿Podemos ir a la nueva tienda de zapatos?... Vi unas botas ahí que me gustaron mucho — preguntó en un hilo de voz, con una pequeña sonrisa brotando en sus labios.

— ¡Esa es la actitud, Emma-chan! — exclamó Mei con una sonrisa radiante.

— ¡SEEEEEE! —.

— Hina, no grites jajaja~ —.

— ¡Oh! Perdón, me emocioné —.






Bonus:

— Perdoname por hacerte mentir —.

— Es la primera y última vez que te cubro en algo cómo eso — dijo Inui molesto — no quiero estar involucrado, esto no tiene nada que ver conmigo... No me interesa lo que hagas con esa chica a espaldas de Emma-san, solo no me metas —.

— Ya me disculpé, será la última vez que te pida un favor cómo ese... Y separa las cejas, te saldrán arrugas —.


Bye bye~

Cometiendo errores • DrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora