twenty four

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SeHun contuvo el aliento y tragó saliva, sus ojos todavía fijos en los labios de JunMyeon. Era una boca hermosa y maravillosa. Llena de azúcar y miel, y del calor del deseo recién descubierto, pero a veces salían de ella ideas tontas.

—JunMyeon, esa pregunta no tiene sentido. —carraspeó SeHun—. Hay mucho más para un alfa y un omega que vivir y trabajar juntos. Está el amor, y eso es lo que he estado tratando de no demostrarte. Pero, maldita sea, tú pareces hecho para ser amado, apreciado y valorado. —suspiró SeHun—. Me he excedido. —dio un paso atrás y se sorprendió pegado a la ventana—. Lo siento, no volverá a ocurrir JunMyeon.

La indignación llameó en los ojos de JunMyeon y lo empujó de nuevo contra la ventana.

—Pues yo no lo siento, y si no me besas otra vez, Oh SeHun, nunca te lo perdonaré. —demando JunMyeon.

JunMyeon también notó el ceño de su rostro. SeHun no había sido el mismo desde que enterraron a la familia de lobos. Claro que debía de estar pensando que, de no ser por la gracia de Luna, podría haber sido él. El y jeongyeon... ¿y JunMyeon ¿? ¿O acaso su mente buscaba a Seulgi en su letanía de muerte y dolor?

Al principio pareció disfrutar de sus bromas y de los besos que le daba cuando sus pasos se cruzaban al caminar por el sendero. Pero luego de hallar a la familia muerta la actitud de SeHun había cambiado y JunMyeon notaba cierto distanciamiento entre ellos, aunque los besos no cesaban. De hecho, cada vez se volvían más intensos.

Pronto llegaría el momento de acostarse. Sólo había un colchón, y parecía bastante duro. Con los aullidos del viento, la nieve arreciando y el descenso de temperatura, dormir en el cobertizo con los humanos asechando era tenebroso.

JunMyeon no quería dormir en el cobertizo, y tampoco que SeHun durmiera allí. Quería oír su respiración regular. Sentir el consuelo de sus leves ronquidos que indicaban que dormía plácidamente y que el mundo estaba bien. Quería acurrucarse en los brazos de su alfa para siempre. Cómo deseaba que no dejara nunca de nevar y que no tuvieran que irse nunca. Sería el paraíso poder vivir así sin temor ser descubiertos. Se preguntó qué diría SeHun si se lo confesara.

JunMyeon se acercó a la ventana y contempló la noche. El día había sido agotador, pero no estaba preparado para irse a la cama. SeHun parecía sentirse igual.

SeHun dejó las botas a un lado y colocó el colchón delante del fuego. Se dejó caer y dio unas palmaditas a su lado.

—Ven a sentarte JunMyeon. Pareces cansado. —ordeno SeHun.

—Los cumplidos no van a servirte de nada SeHun. —dijo JunMyeon en tono animado.

Deseaba sentirse así, pero solo se sentía como SeHun había dicho, exhausto.

A regañadientes se apartó de la ventana y se sentó a su lado.

—¿Crees que vendrán? —cuestiono JunMyeon con preocupación.

—¿Los humanos? Espero que no. —susurro SeHun no muy convencido—. Espero que estén bien resguardados bajo tierra, o que hayan vuelto a su poblado antes de que estallara la tormenta. Espero que estén durmiendo plácidamente en sus tiendas con sus esposas y que no despierten hasta que no hayamos vuelto a casa.

JunMyeon sonrió.

—¿Y cuántas posibilidades crees que tenemos de que eso ocurra?

—Ni la más mínima. —rió SeHun—. Pero cuando sueño, sueño a lo grande.

JunMyeon remetió las piernas bajo su cuerpo.

—¿Qué más cosas sueñas, oh SeHun? —pregunto JunMyeon con sensualidad.

UN OMEGA INOCENTE-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora