Forty five

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JunMyeon permaneció de pie junto a la diminuta ventana después de que Kyungsoo lo dejara. Oyó golpes en la lejanía y su corazón se estremeció con cada martillazo. ¿Estarían construyendo un patíbulo? ¿Sería para él?

Su único pecado había sido amar a SeHun y a su hija. Habría dedicado el resto de su vida a hacerlos felices, y lo habría hecho alegremente, pero, al parecer, no era voluntad de la Luna que así fuera. Las miradas huidizas de los centinelas revelaban que apenas había esperanza. Ni siquiera Kyungsoo, que creía en la competencia de su marido solo un poco menos que en el poder de la Luna, podía mirarlo a los ojos y darle aliento.

Tal vez no había aliento, lo mismo que no había esperanza, porque ni SeHun ni Jimin habían ido a rescatarlo.

Dejó que las lágrimas que había mantenido a raya durante tanto tiempo se deslizaran por sus mejillas y se aferró con fuerza a los barrotes de la ventana.

De repente, sus dedos quedaron envueltos por el calor. JunMyeon abrió los ojos de golpe y el rostro de SeHun apareció ante él.

—¡SeHun! No deberías haber venido. —susurró JunMyeon—. Pero me alegro tanto de que lo hicieras. —apretó la cara contra los barrotes hasta que sintió el roce de los labios de SeHun sobre los suyos—. Tienes que irte de aquí SeHun. Irene dijo que pediría tu arresto por desacato al tribunal. Te encerrarán a ti también y, ¿qué hará jeongyeon entonces?

SeHun le cubrió los labios con el dedo.

—jeongyeon nos contó lo que le había pasado a Seulgi conejito. —explico SeHun con alegría—. Lo ha sabido siempre. Chanyeol la ha llevado a ver al juez Siwon.

—¿Qué le pasó a Seulgi? ¿Qué quieres decir? —cuestiono JunMyeon escéptico—. Jeongyeon no estaba allí. Yo solo vi a Irene, hasta que Leeteuk y sus ayudantes se presentaron en respuesta a sus gritos.

—Créeme conejito, jeongyeon estaba allí e Irene no nos molestará más. —prometió—. Yo me encargaré de que así sea. Créeme, Irene saldrá de nuestras vidas para siempre. A partir de ahora, solo seremos tú, yo y jeongyeon y tal vez nuestros futuros cachorritos.

JunMyeon sonrió con las mejillas sonrojadas, pero se oyó una orden y el sonido de pies desfilando que arruino el momento. SeHun se pegó a la pared en sombra hasta que los alfas se alejaron.

—Si no hay nada de qué preocuparse, ¿por qué te escondes SeHun? —quiso saber JunMyeon.

—No quiero arriesgarme hasta que no te hayan soltado conejito. —reconoció SeHun—. Chanyeol y el juez Siwon vendrán de un momento a otro. Voy a reunirme con ellos. Todo saldrá bien, conejito, te lo prometo. Estamos haciendo todo lo posible. —lo besó una vez más mientras JunMyeon se preguntaba si «todo lo posible» sería suficiente.

De repente, sacó los brazos y lo agarró del cuello de la camisa.

—Por favor, no te vayas, SeHun. Por favor, no me dejes solo. —suplico JunMyeon—. Quédate conmigo. Tengo tanto miedo.

Y SeHun se quedó con JunMyeon, aunque podía oír la voz de Chanyeol y la del juez Siwon y la risa alegre de una niña y habría dado la mitad de sus tierras por saber qué había pasado en la reunión. SeHun entrelazó los dedos con los de JunMyeon y se quedó con el omega que amaba por encima de todo, que era su mate y su regalo de la diosa Luna.

—No te preocupes, conejito. —le dijo SeHun—. La única manera que tienen de separamos es arrancándome de tu lado y ni aun así lo lograrán porque nuestras almas se reunirán al poco tiempo, no podemos vivir uno sin el otro.

Y aunque JunMyeon no lo dijo, también tenía miedo de que eso ocurriera. No quería morir ni saber que luego de su muerte el lobo de SeHun también comenzaría a morir por el dolor de perder a su mate y jeongyeon se quedaría sola en un mundo donde la juzgaban por su apariencia.

UN OMEGA INOCENTE-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora