thirty-one

282 35 44
                                    

Irene solo tardó unos segundos en recuperar la voz.

—¡Lo ves! ¡Lo ves! —chilló Irene en las sombras del atardecer—. ¡Te lo dije! ¡Ese omega estaba tramando algo! ¡Tú lo has visto igual que yo! Ha huido con un asqueroso humano.

Leeteuk cubrió la boca de su esposa con la mano.

—Cierra el pico, mujer. —dijo mientras intentaba escrutar el horizonte en la tenue luz—. Tal vez el humano no estuviera solo. Atraerás a toda la tribu humana si sigues vociferando.

Irene se desembarazó de su mano con ojos brillantes de malignidad.

—Tenía razón. —dijo en un susurro—. Ya previne a todo el mundo de que ese omega sólo podía traer desgracias. Ahora va a entregamos a los humanos Tendremos suerte si alguno de nosotros sale vivo de esta.

—A mí me pareció que el humano vino y se llevó al omega. —replicó Leeteuk. Había tenido la impresión de que, al ver a Irene, JunMyeon había huido con el humano sin resistirse. Claro que Irene a veces producía ese efecto en la gente, hasta él lo tenía a veces.

Leeteuk era un alfa solitario cuando construyó por primera vez su cabaña en la frontera. Cuando conoció a Irene, pensó que era todo lo que necesitaba en un omega. Era joven, fuerte y lo bastante inteligente para aprender deprisa. Si no satisfacía sus necesidades en la cama no protestaba, porque le había dado dos hijos fuertes.

Solo por eso había estado dispuesto a pasar por alto su rencor, pero el odio que sentía por Kim JunMyeon se había convertido en una obsesión y Leeteuk sabía de corazón que su esposa no se sentiría satisfecha hasta que el omega no estuviera muerto.

Leeteuk detuvo el carromato junto al granero y saltó a tierra, con la arenga incesante de su esposa resonando en los oídos.

—¿No piensas ir tras ellos? —inquirió Irene con reproche.

—Yo no persigo a los humanos y no quiero que ellos me persigan a mí así de simple. —le dijo Leeteuk.

—Pero se escapará Leeteuk. Irá a vivir con los humanos como un omega libre. —se quejó Irene.

Leeteuk ató los caballos al poste.

—Dudo que la vida de un omega entre los humanos sea envidiable. Ahora, ve y asegúrate de que la casa está cerrada. Yo me ocuparé de los animales. —ordeno Leeteuk.

Pero Irene no había terminado con su retahíla, ni siquiera mientras caminaba hacia la casa.

—JunMyeon no es cualquier omega Leeteuk. Es un asesino. —escupió con odio—. Debería ser castigado. ¡Te exijo que vayas tras JunMyeon ahora!

Leeteuk no se molestó en contestar y caminó pesadamente hacia el granero. Tal vez si debiese ir tras JunMyeon. Tal vez los humanos aceptaran un trueque. Irene por JunMyeon.

—¡Ja! —dijo en voz alta Leeteuk mientras daba de comer al caballo y le daba una palmada en sus cuartos traseros—. Si cambiara a JunMyeon por Irene, pronto se darían cuenta de su error y querrían cortarme el pellejo, de eso estoy seguro.

Mientras se aseguraba que los demás animales tuvieran comida, Leeteuk vio la cuerda cortada que colgaba por encima de su cabeza. El otro extremo estaba deshilachado y seguía atado a una de las hazas de hierro de la puerta del establo. A Leeteuk le recordaba a la forma en que ataban a los cerdos antes de la matanza.

Leeteuk volvió a mirar a su alrededor. Había sangre en la cuerda cortada y unas prendas sucias abandonadas en un rincón apartado. No le gustó lo que vio. Peor aún, no le gustaba lo que estaba pensando. Aquello no era obra de un humano, y Leeteuk no podía creer que SeHun dejara a JunMyeon atado en el granero en pleno invierno durante su ausencia.

UN OMEGA INOCENTE-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora